Ni Dios sabe lo que piensa un jesuita. Bergoglio lo es. Qué va a pasar el jueves 13 solo lo conoce él. Hay pistas.
El momento más inoportuno para pedir un encuentro, ante la extrema debilidad de Alberto Fernández, era éste. Estamos en la miseria y en pandemia. Desde la Secretaría de Estado del Vaticano, cuando se solicitó la entrevista, rehusaron gentilmente. Le hicieron saber que era mejor esperar. Hasta que, ante la insistencia, cedieron por un solo motivo: es el Presidente del país del Papa.
El 13 es feriado en Roma, pero Francisco no abrió las puertas de Santa Marta, su casa, como lo hizo en ocasiones anteriores en un clima de amistad. Ahora, guardando las formas, abre las puertas de la biblioteca del Palacio Apostólico. Acá hay una distancia que es la formalidad. No solo porque Francisco es uno de los tres jefes de Estado más poderosos del mundo y el primer líder espiritual; no llegó adonde está repartiendo hostias. Esto quiere decir que, cuando muchos van, él fue y vino 40 veces.
Los obispos, que son el riñón de Francisco, no ocultaron su indignación con la Ley del aborto, que promovió y acompañó el Presidente a poco de volver de Roma
En su país, nuestro país, la grey católica es mayoritaria. Los obispos, que son su riñón, no ocultaron su indignación con lo que se hizo aquí con la Ley del aborto. Una decisión que promovió y acompañó el Presidente a 24 horas de haber llegado de Roma, el mismo 2 de febrero. La traición no tiene ética; Bergoglio le había abierto todas las puertas de Europa.
Al Papa no le juega a favor este recibimiento, pero es cierto que él está trabajando como un obrero de la construcción desde el poder que tiene para ayudarnos a salir resolver el asunto de una deuda externa que el pueblo no contrajo pero que la debe pagar. No lo paga Alberto Fernández ni Mauricio Macri, sino cada uno y todos nosotros los argentinos. Y en quienes más pesará será sobre el pueblo pobre.
Sin lugar a dudas, si alguien está mal asesorado en comunicación e imagen es Alberto Fernández. A Francisco sus alumnos de la Inmaculada Concepción de Santa Fe le decían “Carucha”. Así lo llamamos en la intimidad más absoluta. Hay que prestar atención a sus gestos. Cuando todos creen que está cansado, no es así. Se enoja. No es una persona que vaya a “caretear”, a fingir. Carucha no disimula.
Llevan una veintena de periodistas invitados en chárter privado. Cuando lleguen a Roma se van a enterar de que no podrán ingresar a la Santa Sede porque los controles estrictos y rigurosos congelaron los pool de prensa. Tampoco se pueden hacer conferencias porque es rígido el protocolo de pandemia.
Si algo le molesta al Papa es que se derroche dinero en medio de esta hambruna
Han gastado dinero en momentos difíciles y muy bravos para el país. Tan preocupado está Alberto Fernández por la economía y pone esa fortuna para su comitiva a Roma. Una vez allá se dará cuenta. Le regalaron el sueño de la gran conferencia de prensa después de ver a Su Santidad que, si de algo puedo dar fe, es de que le molesta que se gaste tanto dinero inútil, en medio de esta hambruna.
Bergoglio ama a la Patria y no quiere que se muera. Está como un patriota luchando por eso, advertido por el poema de Jorge Dragone: “Se nos murió la patria, hace ya tiempo en la pequeña aldea. Era una patria casi adolescente. Era una niña apenas. La velamos muy pocos: un grupito de chicos de la escuela. Para la mayoría de la gente era un día cualquiera. Estábamos tristes. Esa patria era la patria nuestra. Es muy triste ser huérfanos de Patria. Luego nos dimos cuenta”.