El 28 de abril de 1930, el presidente Hipólito Yrigoyen instituyó el día 1 de mayo como Día del Trabajo.
El decreto que al respecto dictó rezaba: “Siendo universalmente tradicional consagrar el 1 de mayo como descanso al trabajo, el Poder Ejecutivo de la Nación decreta: Declárase día de fiesta en todo el territorio de la República el 1 de mayo”.
Mucho antes de esto, a mediados del siglo anterior, en otro 1 de mayo, pero de 1851, Urquiza se pronunció contra la tiranía de Rosas.
Con ese pronunciamiento decisivo, el país comenzó a escribir una página liberadora que tenía toda la jerarquía de una segunda revolución en la historia argentina.
Sobre lo que había sido y había significado “El Restaurador de las Leyes” para el país, vale la pena recordar esto que escribió Sarmiento:
“Rosas tenía un poder discrecional absoluto, sin trabas. Era un gobernante haciéndose reelegir, el exterminio decretado contra los que no acataran su despotismo, la seguridad individual desconocida, la propiedad amenazada de confiscación, la prensa monopolizada por el gobierno, sin Congreso, sin Constitución, sin otra ley que la violencia y el capricho”.
Para muchos, aquel pronunciamiento de Urquiza equivale a una segunda Revolución de Mayo, porque la caída de Rosas en Caseros, el posterior Acuerdo de San Nicolás, la Convención Constituyente y, finalmente, la Constitución de 1853, encaminaron a la Argentina como nación.
El histórico 1 de mayo de 1853
El 1 de mayo de 1853 también fue histórico. Ese día se sancionó la Constitución Nacional, que era todo un alegato por la libertad, el progreso y la dignidad humanas.
Era también una suerte de pronunciamiento sobre lo que hoy conocemos como derechos humanos.
El presidente de aquel Congreso Constituyente, Facundo Zuviría, un salteño de ley, declaró en la tarde: “El 1° de mayo de 1851, el vencedor de Caseros fijó el exterminio del terror y del despotismo y hoy, 1° de mayo de 1853, firmamos el término de la anarquía y el principio del orden y de la ley”.
A su vez, Urquiza, al promulgar la Constitución sancionada, convocó a todos los argentinos a “la paz, la tolerancia y el respeto para todos los partidos políticos”.
El único que hipócritamente se atrevió a denostar aquella histórica Carta Magna fue Perón.
El 1 de mayo de 1952, declaró: “Reformamos la Constitución Nacional de 1853 porque su carácter individualista se oponía a los nuevos principios y realidades de la doctrina peronista que el pueblo quería como norma fundamental de su destino”.
Perón dijo que “el país exigía” la reforma constitucional, pero la verdad es que la única razón por la que reformó la Constitución de 1853 fue que la misma le impedía presentarse en las elecciones de 1951.
El primer Punto Final
El 1 de mayo de 1955, durante un multitudinario acto por el Día del Trabajador en la Plaza de Mayo, la CGT proclamó el principio de separación de la Iglesia y el Estado.
Sorprendentemente, porque algo así no era ni es función de una central obrera, en ese acto se pidió a los legisladores de extracción obrera que presentaran proyectos apuntando a la derogación de la ley 12.978, a través de la cual en 1947 Perón había implantado la enseñanza de la religión católica en las escuelas públicas.
Ese discurso fue el comienzo de una escalada de violencia que al mes siguiente incluso desembocó en la quema de templos, en la expulsión del país del arzobispo de Buenos Aires y en la excomunión de Perón, incidentes de los cuales Bergoglio nunca habló.
Finalmente, otro 1 de mayo fue escenario del primer Punto Final de que tenga memoria el país.
El 1 de mayo de 1958, en cumplimiento de los puntos 2 y 3 del Pacto Perón-Frondizi, éste anunció el cese de todas las investigaciones que hasta entonces se venían haciendo sobre numerosos sucesos ocurridos durante el gobierno peronista.
El Punto 2 de aquel Pacto que le había permitido a Frondizi ganar las elecciones, decía: “Anulación de las medidas de toda índole adoptadas por el gobierno provisional desde el 16 de septiembre de 1955 con propósitos de persecución política”.
El Punto 3, consignaba: “Anulación de todo proceso, cualquiera sea su carácter, iniciado con propósitos de persecución política”.
Así que Frondizi, quien asumía su cargo aquel 1 de mayo, anunció en su discurso ante el Congreso: “Hoy, 1° de mayo de 1958, el gobierno de la Nación Argentina, en nombre del pueblo, baja el telón sobre todo cuanto ha ocurrido hasta este preciso instante. Cerramos una etapa para poder dar, entre todos, un gran paso hacia adelante”.
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