Frente al debate de la presencialidad en el sistema educativo por el avance del coronavirus, la realidad de los barrios populares requiere un abordaje inmediato.
Discutir acerca de la presencialidad o no en las escuelas es correr el eje del debate que realmente corresponde hacer hoy por hoy. La decisión de que los chicos no concurran a las escuelas debe acompañarse de políticas directas para solucionar el problema de acceso a la virtualidad en los barrios populares, algo que ha quedado afuera de la discusión y que comprende a una enorme cantidad de jóvenes en todo el país. De hecho, son alarmantes las cifras del impacto de la pandemia en términos de deserción escolar: aproximadamente un millón y medio de alumnos no tuvo continuidad pedagógica durante el 2020. Es evidente que la pandemia profundizó desigualdades en el acceso a la educación. No es menos cierto que la brecha digital, la falta de acceso a internet y la disponibilidad de dispositivos tecnológicos eran problemas preexistentes en los barrios que la pandemia dejó al desnudo. Por ello, y al no poder retornar a la normalidad hasta que tome mayor avance el programa de vacunación y que descienda la curva de contagios, nos encontramos con la necesidad imperiosa de que el Estado brinde soluciones a todos aquellos que hoy están en riesgo.
A su vez, la magnitud de la pandemia impacta con más virulencia en esta segunda ola poniéndonos al borde del colapso sanitario y por ende en la obligación de elevar las restricciones. Tenemos la necesidad urgente de disminuir la circulación y fortalecer los cuidados. Hace un mes la revista científica The Lancet planteó que “la reapertura de la escuela sin una sólida mitigación del COVID-19 corre el riesgo de acelerar la pandemia”. Sumado a esto tenemos las postales del resto del mundo: cada país que apostó por el regreso a las aulas tuvo que retrotraer esas medidas. Nuestro contexto también habla por sí solo, con más de diez días con un mínimo de veinte mil casos diarios. Lo cierto es que en esta situación discutir presencialidad o virtualidad no tiene sentido, sino que debemos actuar sobre qué hacer con la virtualidad y cómo disminuir la brecha digital.
Por eso, necesitamos garantizar la conectividad en los barrios populares. En primer lugar, hablamos de infraestructura, hablamos de que en los barrios populares podamos tener la misma calidad de internet que en el resto del país. Esto representa abrir puntos con wifi y así reducir el porcentaje de quienes solo pueden conectarse a través de datos móviles, que además en comparación son más caros. Allí donde las empresas privadas no invierten es el Estado quien debe hacerlo. Se trata claramente de igualar oportunidades de acceso. Seamos claros, es obvio que para esto deben recaudarse más fondos. Debemos gestionar mediante un impuesto a las empresas del sector que con la pandemia han tenido ganancias extraordinarias.
Por otro lado, hay que distribuir dispositivos tecnológicos de una manera masiva. Con el espíritu que representó el programa Conectar Igualdad es imprescindible que hagamos un impacto real y urgente con la distribución de al menos dos millones de computadoras para este año y así achicar la brecha en esos términos. Tenemos que evitar que la educación a distancia se reduzca a la comunicación a través de whatsapp como está sucediendo hoy en día en los barrios populares. Lograr que la virtualidad sea en igualdad de condiciones es algo que no puede hacerse escindido de la comunidad, es decir, sin el fortalecimiento de los espacios educativos comunitarios como espacios de acompañamiento y de seguimiento específicos para los barrios populares. Hoy en día las organizaciones sociales ya tienen una red de abordaje y acompañamiento. Resulta imprescindible entonces que se impulse la articulación de estos acompañantes y promotores educativos con la escuela impulsando además el armado de puntos educativos. Existe toda una comunidad organizada dispuesta a acompañar y facilitar el acceso a la educación y la continuidad pedagógica en los barrios.
En definitiva, estamos ante la obligación de resolver el problema de la brecha digital, de la desigualdad y evitar así el impacto de la imposibilidad de tener clases presenciales. Es imprescindible avanzar con una fuerte inversión del Estado, con el aporte de los que más tienen para garantizar de manera inmediata la conectividad y continuidad pedagógica a cada chico y a cada chica.
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