Parafraseando una célebre cita de Jorge Luis Borges, a diferencia de la felicidad, el dolor motiva interrogantes y acicatea explicaciones que insisten en no revelarse.
En un trágico accidente ocurrido anoche perdió la vida Mario Meoni, el ministro de Transporte.
En tiempos de política agrietada y salvaje el país pierde a un dirigente político honesto, capaz y comprometido con el hacer.
Como en toda crónica, las palabras escuetas no alcanzan a transmitir la plena dimensión de lo que sugieren.
Por eso hay que remitirse entonces al testimonio de miles de vecinos de Junín que se congregaron para despedir a Mario Meoni.
El agradecimiento y el reconocimiento acaso sean las expresiones más austeras del amor.
En esos testimonios se agradecía y reconocía. Pero lo que se trasuntaba era el amor de los vecinos a alguien que, desde su rol institucional de Intendente, los tuvo en cuenta, los escuchó y los ayudó.
Que en tiempos de grietas y mezquindades políticas asome el sol del reconocimiento y el amor es un verdadero milagro. Quizás una señal de que no todo está perdido.
Tuve la suerte de conocer a Mario Meoni, aunque más no sea en contados encuentros. Por eso, aunque los testimonios de sus vecinos me emocionan, no me sorprenden.
Porque cualquiera que haya conocido a Mario Meoni enseguida advertía a una figura que no suele abundar en el universo de la política: un excelente ser humano, una persona humilde e inteligente y un dirigente político honesto, dialoguista y con una notable capacidad y pasión por el hacer.
Lamentablemente la fatalidad priva a la Argentina de un dirigente político diferente que tenía mucho para darle al país.
Será por eso que, como en toda ironía del destino, el dolor ante la pérdida se resiste a cualquier explicación.
¡Adiós Mario Meoni! Te vamos a extrañar.
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