Alerta roja, barbijo rojo: nos están matando en nuestras casas, nuestras familias y nuestros “amores”

Me pregunto ¿qué pasa cuando tu casa no es tu hogar? Para algunes, su casa es la mismísima boca del lobo

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Lo que llamamos hogar no es más que una construcción social y subjetiva. Es muy triste que llamar a algo hogar hoy en día sea un privilegio. No me refiero únicamente al hecho de contar con agua, comida, baño, techo, etc… cosas por lo menos esenciales para las necesidades básicas y dignidad humana. Me refiero a la calidez que te proporciona, o debería proporcionar, un hogar. A la contención, a la sensación de seguridad y estabilidad que te provee (o de nuevo, debería proveer) un adulte.

Creo enormemente en la diferencia entre una casa y un hogar. Me pregunto ¿qué pasa cuando tu casa no es tu hogar? Para algunes, su casa es la mismísima boca del lobo.

Pensemos en el caso de Olga Díaz: Olga del Rosario Díaz intentó separarse de su marido en el 2002. Sin embargo, él no solo se opuso sino que la agredió físicamente, con amenazas de muerte y golpes a su hija menor. Olga lo denunció e inició una causa penal. El trámite estuvo parado durante quince años. Sí… ¡QUINCE AÑOS! Claramente los episodios de violencia no solo volvieron a suceder sino que se intensificaron cuando ella decidió irse a vivir con una de sus hijas. El 24 de marzo de 2017, el marido de Olga la apuñaló en su “hogar”. Cabe aclarar que Olga no contaba con ninguna medida judicial de protección a pesar de las denuncias que ya había hecho en esos quince años. El 29 de octubre de 2019, Olga Diaz dijo en La Nación: “Me gustaría ser la voz de las que ya no pueden hablar. Esas mujeres no fueron escuchadas y yo fui una de ellas. Soy tan solo una sobreviviente. Me tocó ser peloteada por el sistema y gracias a que no me rendí hoy estoy viva”.

Olga es una de las muchas muchísimas que, subestimadas por la justicia, estuvieron al borde la muerte. Y no todas tienen la “suerte” de estar al borde, de seguir con vida, de contar con su propia voz lo vivido en carne y hueso. Aunque el hogar sea un espacio creado para habitar, algunas mujeres agradecen el poder salir de sus casas porque es ahí donde más sufren.

Algunas son abusadas por sus propios padres o padrastos, hermanos, abuelos, primos… Es en sus casas donde menos seguras se sienten, donde más vulneradas y expuestas están. En otras palabras, su hogar es el espacio menos habitable. Esto es extremadamente peligroso porque muchas víctimas de abuso familiar o vincular no se animan a contarlo por vergüenza, miedo o, incluso algunas veces el mismo abuso es interpretado como “una forma de mostrar afecto”.

En algunas oportunidades hasta las propias madres o abuelas son cómplices. Lo vimos en Precious, en Pretty Little Lies y en muchas otras historias. Lo vemos a diario en los testimonios de las tantas mujeres que relatan (algunas de manera anónima por el terror que tienen) que son violadas por su padre todas las noches. Algunas embarazadas por los mismos.

Me parece increíble cómo, algo tan cínico y repulsivo, responda al orden de la cotidianeidad y al orden de lo ordinario. De solo pensarlo se me estruja el corazón y se me revuelve el estómago.

No hay expresión que alcance para describir algo así. Es el retrato del mayor rechazo humano, de un dolor tan subterráneo, tan oscuro, tan penetrante que hasta me sabe mal decirlo. Porque poder escribir lo que escribo acá, poder compartir con ustedes mis pensamientos sobre lo que nos acontece como personas y sobre todo como mujeres, también habla de mi lugar como mujer privilegiada. No quiero ser una “afortunada” para hablar ni que alzar la voz sea más accesible para algunas que para otras, pero lo es. Por eso, mi mayor responsabilidad está en usar mi voz para poder visibilizar otras. Es hablar en nombre de todas las pibas, las que están y las que no, porque es importante que nos vean y escuchen y para eso hace falta hablar, como hizo Olga. Pero no siempre se puede (a veces hasta es imposible) hacerlo desde el miedo, desde el trauma, desde la herida.

Ahora nos toca encerrarnos otra vez, nos toca volver a lidiar con esas heridas, muchas abiertas. Con los miedos propios y con los que nos rodean. Me parece muy importante visibilizar las realidades y problemáticas colectivas. Que haya mujeres abusadas en sus propias casas es un tema de extrema gravedad que nos afecta no solo como individuos sino como sociedad. Es una realidad que no se puede ignorar, no se debe ignorar.

Cuando salimos a las calles a pedir amparo, leyes y cuidados, también los pedimos dentro de nuestras casas. Con un toque de queda y las calles vacías por las noches, las mujeres somos casi como un tiro al blanco, un objetivo, un punto débil. El problema es que no todas tienen la posibilidad de quedarse en sus casas. Algunas porque simplemente no tienen casa y otras porque ya no pueden soportar ni un día más la caricia desubicada de su abuelo viejo verde, la insinuación de su tío pervertido, la mirada sucia de su padrastro, el acoso obsceno del hermano.

La pandemia trajo nuevas prioridades, pero no más importantes que las que ya estaban. Con o sin virus, las mujeres seguimos siendo asesinadas. El Covid no ha pausado los crímenes de violencia de género, ni cerca.

Las miles de muertes que nos acontecieron durante esta pandemia no tuvieron que ver únicamente con el Coronavirus. Según el observatorio de las violencias de género Ahora que sí nos ven, en lo que fue del 2020, ocurrieron 255 femicidios y 64,7% de estos ocurrió en la casa de la víctima. Y no es casual que, en el 64,4% de los casos, el femicida fue la pareja o ex pareja. De las 255 víctimas de femicidio, 44 habían hecho al menos una denuncia y 16 ya tenían medidas judiciales, pero ni eso logró evitar que fueran asesinadas.

No hay “ruidazos” y “pañuelazos” suficientes para acabar con la “pandemia de la violencia de género, pero la militancia persevera y, gracias a ella, a la sororidad y al entendimiento de las agrupaciones feministas, se generaron muchas herramientas para poder ayudarnos entre nosotras ante una situación de violencia de género. Las mujeres y personas LGBTI+Q víctimas de abusos o de cualquier tipo de violencia de género, pueden acercarse a la farmacia más cercana o llamar y solicitar un “barbijo rojo”. Ese es el código para que el personal comprenda que se trata de una situación de violencia por motivos de género y en esos casos debe comunicarse con la Línea 144.

Olga Díaz, sobrevivió y hoy lucha por las demás mujeres que ya no tienen voz
Olga Díaz, sobrevivió y hoy lucha por las demás mujeres que ya no tienen voz

Olga Diaz estuvo cuarenta y cinco días en terapia intensiva y tres meses en rehabilitación. ¿A eso tenemos que llegar para que tomen medidas de seguridad? ¿Y la prevención que se debería proveer? ¿Y la contemplación a las miles de denuncias que Olga hizo? Es indispensable el compromiso activo de la justicia y del Estado.

En tanto nos marginen, seguiremos tejiendo nuestras propias redes de contención porque juntas somos más. La muerte de una mujer es responsabilidad de todes. No seamos cómplices de un sistema que quiere oprimir a las mujeres y a personas LGBTI+Q. Un sistema al que le genera rechazo y odio todo lo que es diferente a la norma preestablecida. Un sistema que vulnera y violenta a todo aquél que no sea hombre-hetero-blanco-cis-rico. Un sistema que propone libertades diferentes entre sexos, mejor dicho; un sistema que organiza las libertades en base a los sexos y sexualidades.

No hablar de esto, no dar espacios para hablar de esto, ya sea en los trabajos, en las escuelas y en las propias casas, es ser cómplice. No podemos negar la realidad y, lamentablemente, esta es una realidad que en efecto sucede: nos están matando. Y nos están matando también en nuestras propias casas, nuestras propias familias y nuestros propios “amores”.

“La violencia lamentablemente va a seguir, pero al menos siento que ahora las mujeres van a ser escuchadas y eso me da mucho alivio y satisfacción. Me siento orgullosa, no por mí, sino por lo que conseguimos como equipo”, dijo Olga Diaz.

Muches tienen hogar, pero no casa, otres casa, pero no hogar y están les que tenemos la suerte de tener ambas. Una vez más, nuestros derechos reducidos a la suerte.

Si estás leyendo esto y sos víctima de violencia de género o conocés a alguna mujer que creés que sufre violencia doméstica o cualquier tipo de violencia de género, no bajes los brazos porque NO ESTÁS SOLA.

Acá algunos teléfonos con los que te podés comunicar:

* Línea 144 - Asesoramiento, acompañamiento y contención

* Oficina de Violencia Doméstica - Denuncia y atención las 24 hs. (Lavalle 1250- 11-4123-4510)

* Comisaría más cercana - Denuncia

* Ministerio Público Fiscal - Denuncias y atención las 24 hs (denuncias@fiscalias.gob.ar)

* WhatsApp de la Ciudad: 11-5050-0147

Todas estamos para vos. Y creéme… somos muchas.

Te abrazo, hermana.

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