El desafío de formar lectores entusiastas dentro y fuera del aula

El Día Internacional del Libro es siempre una buena excusa para preguntarnos cuánto y cómo leen los niños, niñas y adolescentes en nuestro país. El contexto exige, como nunca antes, propuestas innovadoras, versátiles y de bajo costo que resulten fácilmente adaptables a distintos entornos

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En promedio, los jóvenes de
En promedio, los jóvenes de entre 12 y 17 años leen 2,3 libros por año

No hay recetas mágicas para convertirse en una persona que lee de forma autónoma y entusiasta, pero sí sabemos que, sin experiencias escolares que habiliten el contacto frecuente con libros, el camino es mucho más difícil. Este 23 de abril el mundo celebra, una vez más, el día internacional del libro, y si la efeméride es siempre una buena excusa para preguntarnos cuánto y cómo leen los niños, niñas y adolescentes en nuestro país, los desafíos inéditos a los que desde hace poco más de un año nos enfrenta la pandemia, especialmente en materia de educación, subrayan su relevancia.

Que cada estudiante tenga la capacidad de leer —tanto literatura como textos científicos— es uno de los objetivos educativos que establecen la Ley de Educación y el currículum nacional. La escuela, desde sus orígenes hasta hoy, tiene el mandato de garantizar que la totalidad de estudiantes se formen como lectores asiduos, con autonomía y capacidad crítica. En efecto, datos de la Encuesta Nacional de Consumos Culturales de 2017 demuestran que el grupo etario que más libros lee es el que está en edad escolar: en promedio, jóvenes de entre 12 y 17 años leen 2,3 libros por año, cantidad que disminuye a 1,7 en el grupo etario siguiente, de 18 a 29. Como casi todo promedio, este también oculta un extremo desalentador: 28,6 de las personas consultadas dijo que directamente no lee libros. El 47,1 porque no le interesa leer.

La situación se profundiza con los datos que aportan las evaluaciones nacionales de aprendizaje, que confluyen en mostrar que el sistema educativo presenta enormes desafíos para garantizar que la lectura sea una actividad elegida por niñas, niños y jóvenes en nuestro país. En el nivel primario, 5 de cada 10 estudiantes leen en su tiempo libre, mientras que entre sus pares de secundario el número se reduce a solo 3 de cada 10. Este escenario fuerza a mirar qué experiencias escolares dan buenos resultados para promover el interés y el disfrute por la lectura. El libro Tertulias Literarias Dialógicas. Una propuesta para leer, dialogar y crear sentidos colectivos, de Alejandra Cardini, Carla Paparella y Carolina Semmoloni, propone esta práctica pedagógica como una herramienta fundamental en ese sentido. Simple, innovadora, versátil y democrática.

Las Tertulias Literarias Dialógicas (TLD) se desarrollan a partir de la lectura de grandes creaciones literarias de la humanidad. Los y las estudiantes comparten sus ideas, sentimientos y reflexiones, siempre de forma respetuosa y ordenada. Así se construye de manera colectiva y horizontal —ninguna opinión vale más que otra— no un análisis literario sino un diálogo intersubjetivo y solidario sobre el mundo, generado a partir de la lectura.

Además de trabajar la lectura literaria e incentivar el interés por la literatura en estudiantes de diversas edades, lo sencillo y económico de los requerimientos para la práctica de las TLD la hacen realizable en cualquier tipo de escuela, e incluso en un contexto de educación virtual. Incorporada como parte de una política educativa, puede contribuir a incrementar el capital cultural de las familias con menos recursos económicos. Algo no menor si se toma en cuenta que el último Aprender, el dispositivo de evaluación nacional de los aprendizajes, reveló que cerca de 100 mil estudiantes de 6to grado de nivel primario no tienen libros en sus hogares.

En otras palabras, una práctica como la de las TLD en las aulas puede contribuir a generar una educación más justa; a democratizar el acceso a obras de la literatura universal y a promover mejoras equitativas en los aprendizajes. Si se toman en cuenta las diferencias evidenciadas por las evaluaciones de lengua del Aprender de 2018, estos beneficios cobran especial relevancia. Un 9% de estudiantes de 6to grado de escuelas primarias estatales tuvo un desempeño por debajo del nivel básico, pero el valor asciende a 13,4% en sectores de nivel socioeconómico (NSE) bajo, en tanto que cae a apenas 4,1 en el extremo opuesto. En el nivel secundario, los resultados son incluso más preocupantes: el 37,5% de quienes estaban cursando el último año obtienen resultados por debajo del nivel básico; y acá la brecha se agudiza, con 59% para estudiantes con NSE bajo y 18% en los casos de NSE alto, según el Aprender de 2017.

En Argentina, 1 de cada 3 estudiantes de nivel secundario tiene dificultades para exponer oralmente, lo que condiciona su posibilidad de entablar diálogos y argumentaciones con docentes y entre sus pares. La evidencia científica demuestra que la participación regular en las Tertulias Literarias Dialógicas no solo fomenta el interés por la lectura literaria, disminuye las barreras de acceso a la literatura —especialmente a la clásica— y mejora la comprensión lectora, sino que además enriquece sustantivamente la capacidad de expresión oral. Su abordaje, no enfocado en la interpretación literaria sino en una participación real, democrática y subjetiva de las personas involucradas, incluso tiene impactos positivos en la autoestima y la seguridad de las y los participantes.

A través de políticas públicas que priorizaron esta propuesta —como en las provincias de Salta y Mendoza—, o bien por impulso de las propias instituciones, actualmente miles de escuelas latinoamericanas llevan a cabo tertulias dialógicas con sus estudiantes y comunidades educativas en forma presencial o virtual, posibilidad que se revalorizó a partir de la irrupción de la pandemia por COVID-19. Se resigna la disposición de los y las estudiantes en ronda, pero se preserva lo esencial: la escucha respetuosa y la participación activa y dialógica, algo que muchos y muchas docentes mencionan entre los principales desafíos que presenta el “aula remota”.

De hecho, investigaciones recientes ya hablan de efectos positivos de las TLD incluso cuando son llevadas a cabo en contextos de educación virtual. La práctica reduce la ansiedad y promueve la interacción social entre pares, además de ser un motivo de ilusión. Una instancia que motiva e invita al encuentro verdadero en contextos que, en términos generales, dificultan la participación activa de estudiantes.

Altamente valoradas por estudiantes, docentes, equipos directivos y de supervisión y funcionarias y funcionarios públicos en más de 15 países de todo el mundo, las Tertulias Literarias Dialógicas se prueban, cada vez más, como una práctica democratizante de enorme valor psicosocial, cultural y pedagógico. Necesaria siempre, y en estos tiempos más aún.

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