La diplomacia para estabilizar el desafío del cambio climático tiene connotaciones diversas incluyendo ecuaciones de poder. Es una prueba preliminar de la configuración geopolítica global. Casi un test. La cumbre virtual convocada por el Presidente de Estados Unidos, en la que participarán unos 40 jefes de Estado o Gobierno, procurará subrayar la urgencia y beneficios para emprender acciones multilaterales más firmes ante la brecha entre los compromisos de los Estados (las llamadas Contribuciones Determinadas a nivel Nacional) y los hechos poco alentadores del cumplimiento de esas metas. Naciones Unidas ha advertido que para que la temperatura del planeta no suba más del 1,5 grados centígrados será necesario que las emisiones de gases efecto invernadero globales bajen drásticamente para el 2030.
El Presidente Biden quiere demostrar en la Cumbre del Clima que puede liderar al mundo a una economía sostenible. Desde el primer día dispuso el regreso al Acuerdo de París del 2015. El apoyo de países afines en materia ambiental al esfuerzo que impulsa la Casa Banca puede ser determinante en el tenor y alcance de las relaciones bilaterales entre Washington y distintas capitales del mundo. La Argentina, que ha adoptado al cambio climático como política de Estado y tiene intención de alcanzar un desarrollo neutral para el 2050, puede aprovechar la ocasión para fortalecer el vínculo bilateral al coincidir con similar preocupación en defensa ambiental global. Una mayor adhesión con los objetivos del Acuerdo de París, incluyendo la posibilidad de retomar la Contribución Determinada Nacional comprometida en el 2016, tendría un efecto diplomático multiplicador recomendable.
Brasil, en cambio, es quizás el país de América del Sur con mayores contratiempos al ser el séptimo mayor productor de gases efecto invernadero. Para Washington una de las claves pasa por la preservación del Amazonas. El Presidente de Brasil ha remarcado que la soberanía del Amazonas no es negociable. También que Estados Unidos es responsable del 15% de las emisiones globales de carbono frente a 1% del Brasil. En la campaña electoral Joe Biden prometió reunir fondos para que Brasil dejara de deforestar y advirtió sobre consecuencias económicas significativas si no lo hacía. La relación económica bilateral oscila en los 100 mil millones de dólares anuales. Lo mismo la Unión Europea, al ser uno de los argumentos para poner en jaque el Acuerdo de Libre Comercio con el Mercosur.
La cuestión que enfrenta Amazonas es significativa, pero no es la más relevante ya que la deforestación tropical representa el 10% de las emisiones, mientras que el 90% se debe a la quema de combustibles sólidos. Estados Unidos y China, que registran casi la mitad de las emisiones de gases responsables del cambio climático, han acordado áreas de cooperación pese a las múltiples cuestiones sensibles que los enfrenta. En materia de geoingeniería contra el Cambio Climático las diferencias disminuyen y hasta convergen. Ambas partes anunciaron planes para abordar las emisiones de metano y otros gases no CO2 así como las emisiones de la aviación civil y marítima. China, por ejemplo, con proyectos bajos en carbón, lo que implicaría cerrar aproximadamente 588 plantas de energía de carbón.
La Cumbre virtual de Cambio Climático será la antesala de compromisos públicos internacionales con miras a promover el éxito de la COP 26 en Glasgow (1 al 12 de noviembre) y avanzar significativamente en la ambición climática global. Es hora que todos los países asuman actitudes responsables y cumplan con las obligaciones jurídicamente vinculantes del Acuerdo de París. La única alternativa de tener éxito es a través de la cooperación y una intensa gestión multilateral. El esfuerzo de preservar el bienestar del planeta bien vale la pena.
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