La “economía Instagram” y la crisis sin fin

La Argentina atraviesa problemas tan graves y estructurales que hacen que la pandemia sea casi un accidente. Se volvió un país circunstancial, en el que lo único que importa es salvar el día, como se pueda

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People wearing face masks wait in line to be tested for the coronavirus disease (COVID-19) at the Colon Theatre, in Buenos Aires, Argentina April 13, 2021. REUTERS/Agustin Marcarian
People wearing face masks wait in line to be tested for the coronavirus disease (COVID-19) at the Colon Theatre, in Buenos Aires, Argentina April 13, 2021. REUTERS/Agustin Marcarian

En la Argentina todo se centra en la coyuntura pandémica (vacunas, cierres de comercios, IFE, Repro). A pesar de su gravedad, la pandemia es casi un accidente en un país que hace décadas vive en emergencia; pasamos de una crisis a otra, y llegamos a ser un país circunstancial, donde nada importa más allá de salvar el día como se pueda. En términos estéticos actuales, tenemos un país y una economía Instagram.

Ahora bien, la crisis actual debería despertar a la dirigencia, hacerles levantar un poco la mirada, dejar de tuitear y ver qué hacemos, al menos después de las elecciones.

En ese sentido, ¿qué es importante en materia económica en lo inmediato? En primer lugar, bajar la inflación, generar empleos y dólares. Veamos cada uno de estos objetivos.

1. Las medidas que se aplican para luchar contra la inflación son paleolíticas. Llama la atención que un país con una historia tan rica en experiencias inflacionarias y planes de estabilización siga ensayando una y otra vez medidas ineficaces. Luego de 70 años seguimos en el punto de partida.

2. Del empleo no se habla, porque tampoco se sabe qué pasará cuando aumente la gente que busca trabajo y no lo encuentre, ni siquiera a tiempo parcial. Temas como salario real y condiciones laborales son sólo para grupos privilegiados.

3. Los dólares no están ni estarán, porque no hay incentivos para generarlos. Los sectores exportadores son pocos, se los nota desalentados y con pocas ideas, quizás, como mero resultado de tantos proyectos rentables que terminaron fracasados por culpas, mayormente ajenas.

Dos cuestiones que son imprescindibles a cortísimo plazo y de las cuales no hay noticias: un programa de estabilización macroeconómica contundente que cambie rápida y radicalmente las expectativas de los agentes; y un sistema integral y de largo aliento de incentivos para la inversión del sector exportador

En segundo lugar, aparecen las cuestiones de largo plazo, que pueden resumirse en la organización económica del país y en sus relaciones internacionales.

1. La organización de los mercados y la relación económica entre los privados y el Estado son cuestiones fundamentales para un desarrollo sostenible. Sin embargo, los congresistas sancionan leyes, los jueces emiten fallos y el Poder Ejecutivo decretos y resoluciones sin ningún reparo en cuestiones básicas en materia económica; apenas interesan las próximas elecciones y cuestiones jurídicas por sus efectos sobre sus personas y patrimonios. El caos en materia impositiva y de regulación de servicios públicos es un claro ejemplo.

2. Las relaciones internacionales parecen estar sujetas a espasmos de globalización ingenua y nacionalismos inconducentes. Más allá de las intenciones de los funcionarios, seguramente buenas, lo concreto es que no han sido un motor de desarrollo, ni parece que lo vayan a ser. Algo que es inconsistente con el tercer punto señalado anteriormente: ¿de dónde saldrán los dólares para un crecimiento económico sostenido con inclusión social, sustentabilidad ambiental y equilibrio territorial?

Lo expresado conduce a una hoja de ruta detallada que aborde los cinco puntos anteriores y que sea aplicada por un equipo dedicado, solvente y creíble, lo más pronto posible.

Si no la hay, el problema que enfrentamos será incluso superior al de la pandemia. Ésta tiene un brutal impacto sanitario y económico, pero sin un futuro motivador, la situación sólo puede empeorar. Por eso, la hoja de ruta ya debería estar sobre la mesa, porque ¿a quién le interesa estudiar y trabajar, ahorrar e invertir en un país sin un futuro promisorio?

¿En qué consistiría esa necesaria hoja de ruta? En un programa sistémico de gobierno, consistente y técnicamente sofisticado que incluya los cinco temas señalados. De ellos, hay dos cuestiones que son imprescindibles a cortísimo plazo y de las cuales no hay noticias: un programa de estabilización macroeconómica contundente que cambie rápida y radicalmente las expectativas de los agentes; y un sistema integral y de largo aliento de incentivos para la inversión del sector exportador.

Porque sin eliminar la inflación de manera permanente y sin generar dólares en abundancia, no hay futuro posible, y el país continuará con su declinación en las condiciones sociales y en la relevancia internacional que arrastramos, al menos, desde los años setenta.

El autor es director del Instituto de Investigación de la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales de la Universidad del Salvador (USAL)

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