Exportemos más carne y no menos

Todos los gobiernos hablan de generar empleo, crecimiento y mayores exportaciones, pero las medidas que se toman son contraproducentes

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 EFE / De Luca
EFE / De Luca

“Si quieres que alguien haga algo, hazlo fácil”. Eso podría haberlo dicho mi abuela, es puro sentido común. Richard Thaler dijo lo mismo (y muchas cosas más) y recibió el Premio Nobel de Economía en 2017. Conocido por sus contribuciones a la economía conductual, estudió cómo lograr el comportamiento deseado. Lo menciono porque en Argentina tenemos un comportamiento deseado, pero lo complicamos con regulaciones que hacen difícil lograrlo.

Todos los gobiernos hablan de generar empleo, crecimiento y mayores exportaciones, pero las medidas que se toman son contraproducentes. Tenemos gran carga impositiva, un tipo de cambio que se mueve a un ritmo menor a la inflación, la obligatoriedad de pagar impuestos o liquidar divisas al BCRA, aún cuando no se haya cobrado todavía del cliente, y para vender al exterior hay retenciones. Agrego múltiples trámites y malos controles. Para exportar hay escasa ayuda de nuestras embajadas, falta de homologación de normas y dificultades para conseguir insumos si fueran importados.

Esto viene a cuento por el comentario o amenaza de cerrar las exportaciones de carne si el precio no baja. Sin embargo, en el caso de la carne es fácil demostrar que las exportaciones son el camino para lograr crecimiento y carne barata. Se exportan cortes que no consumimos.

Por otra parte, cualquiera sea el producto siempre las exportaciones son eficientes para lograr crecimiento. En un país empobrecido, tener más clientes del resto del mundo permite a las empresas mayores volúmenes de venta, crear empleo e innovar. No es necesario explicarlo. La pregunta es entonces por qué, si siempre se declama la importancia de las exportaciones, se toman medidas que las complican.

Dejo de lado explicaciones conspirativas o prejuiciosas. Una posible explicación es que se piensa en la economía como un juego de suma cero: lo que uno gana lo pierde otro. A pesar de ser un disparate, está muy arraigado. Frases como “la mesa de los argentinos” o “vivir con lo nuestro” son ejemplos de esa perspectiva.

Otra explicación es que siempre hay urgencias de caja y se posterga reducir la carga impositiva y regulatoria. Tal vez sea difícil apostar por el largo plazo, ya que en palabras del mencionado Richard Thaler padecemos “sesgo del presente”: tendemos a darle más peso al presente en nuestras decisiones y terminamos cometiendo errores. Preferimos hacer algo que nos satisfaga hoy sin esperar a una ganancia futura. Estas preferencias pueden hacer que tomemos decisiones poco consistentes o irracionales. Es difícil para un Gobierno dejar de ser cortoplacista: deberá pagar los costos ahora y los beneficios futuros, si los hay, tendrán lugar bajo otro gobierno.

Richard Thaler mostró los efectos de un concepto muy simple, que llamó “nudge” y que es simplemente un “empujoncito”, orientar en la dirección correcta. Las exportaciones pudieran crecer notablemente si se mostrara un camino de integración con el mundo, a través de Mercosur u otros acuerdos. Las empresas sólo necesitan saber cuál es la dirección en la que iremos y ellas se encargarán de generar los productos apropiados. Si el camino es hacia una economía cerrada no tendrán incentivos a competir ni mejorar calidad, y viceversa, ante la expectativa de una economía abierta, estarán deseosas – o forzadas- a competir.

Para fomentar exportaciones por supuesto que sería mejor eliminar retenciones y liberar el tipo de cambio. Un buen “empujoncito” es aquel que no restringe opciones ni cuesta dinero. Por ej., se podría modificar el discurso y trabajar en la complementariedad con nuestros socios comerciales. No es pedir demasiado.

No hace falta ser premio Nobel para saber que exportar es hoy sumamente complicado. Además, exportar más carne abarata la carne en argentina ya que, repito, exportamos cortes que aquí no tienen demanda. Entendamos que la vaca tiene cuatro patas, y no se come todo aquí.

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