Los daños colaterales del dolor

Los familiares y seres queridos de las víctimas de inseguridad están expuestos a padecer enfermedades desencadenadas por el violento impacto psíquico que padecieron

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Alejo Oroño tenía 21 años
Alejo Oroño tenía 21 años

En la organización Usina de Justicia se destaca un grupo de personas tan generosas como sufrientes. Son los que nosotros denominamos, un poco pomposamente, “Grupo de acompañamiento”. Esá compuesto por familiares de víctimas de homicidios que pasaron por hechos delictivos y que experimentaron en carne propia la pérdida de un hijo, un cónyuge o un amigo. Cada mañana exploran en los medios la abrumadora lista de muertos confeccionada por desconocidos, en el llamado “delito común”.

Increíblemente, en este mundo inundado del “sálvese quien pueda”, son personas que, pese a transitar ese paso doloroso sin fin, se consagran a socorrer a quienes se encuentran con el horror en carne viva. Saben que cada nombre, cada imagen en el portal o en el televisor, es una especie de SOS, un grito de auxilio. Y la respuesta es una suerte de SAME que, sin sirenas pero con igual heroicidad, espolea a los miembros del grupo a zambullirse en el dolor del otro.

Este jueves, la noticia que nos sobresaltó era distinta. Murió el padre de Alejo Oroño.

Alejo Oroño tenía 21 años y fue asesinado a puñaladas por su pareja, Nadia Navarro Montenegro, el 12 de febrero pasado en la localidad de Villa Tesei. Fue abandonado por su madre en su primera infancia, según relataba su hermano frente a las cámaras, en un reportaje que prestaba con una dignidad y entereza asombrosa. Su padre, Mario, se ocupó de la crianza de ambos niños. Alejo, decía, tenía un carácter dócil. “Cuando conoció a Natalia, con antecedentes de adicciones, pronto dejó la casa familiar. Tuvieron una nena”. El triste epilogo de esta historia fue el asesinato de Alejo. Su padre y su hermano no podían acreditar la indiferencia que había sufrido este joven ante los pedidos reiterados de ayuda a las autoridades. Alejo había sido abandonado, una vez más, esta vez por la Justicia.

Fue un crimen que atrajo la atención de la sociedad porque fue en el marco de violencia de género, pero a la inversa. Ella era violenta y él no fue escuchado a pesar de haber hecho las denuncias pertinentes.

Es sabido que cuando se sufre un shock emocional, como es perder un ser querido en el contexto de la inseguridad, los deudos más cercanos están expuestos a padecer enfermedades serias, casi seguramente desencadenadas por el violento impacto psíquico. En medicina, estos procesos no pueden ser sometidos a verificaciones como en las ciencias exactas, pero hay un probado paralelismo entre el shock emocional y la enfermedad. Numerosos padres y madres de Cromagnon, y hasta el papá de María Cash, murieron de tristeza.

Hoy, Mario Oroño, su padre, tuvo una hemorragia que le costó la vida. Una hemorragia seguramente vinculada al inmenso dolor de la pérdida. Lo llevaron a distintos hospitales, pero en ningún lugar lo pudieron asistir. Otra vez, un Estado que no logra atender las necesidades de la gente. Murió así, simplemente, dejando en cada gota de sangre que se escapaba de su cuerpo una pregunta sin respuesta: ¿por qué la Justicia no escuchó a su hijo?; ¿por qué Alejo quedó tan desprotegido?; ¿por qué Mario no pudo ser atendido ante la emergencia por el caso gravísimo que presentaba?

Las víctimas de homicidios y femicidios son seres sufrientes que merecen y deben ser atendidos y cuidados. Son personas que quedan debilitadas, endebles. Por eso necesitan atención, respeto y comprensión. No deben ni pueden andar mendigando Justicia.

Las personas que lloran a sus muertos, que no pueden pronunciar el nombre de quien fue arrancado de la vida, que no logran entrar una habitación vacía porque la ausencia les provoca vértigo, necesitan una Justicia justa para iniciar el camino de la reparación. Elaborar el duelo y evitar así que a tanto dolor se agregue otro.

La Asociación Civil Usina de Justicia ofrece esa posibilidad asistiendo a las víctimas para que el dolor se transforme en la energía útil necesaria para enfrentar los oscuros días del duelo y luego la reparación.

Aunque a Mario Oroño, obviamente no le alcanzó.

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