Síntomas: ¿enfermo?

Cuando se ven afectadas la salud física, la psicológica y, cómo no, la salud política, aparecen síntomas. Esas muestras, indicios de que algo está mal

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Los médicos que dejan todo
Los médicos que dejan todo día a día en los hospitales y clínicas están indignados con el mensaje presidencial

El discurso de Alberto Fernández del día de ayer, además de ser uno de los más pobres que haya formulado, es muy sintomático. Es una expresión de distintas pérdidas. Pérdida del sentido de realidad, pérdida del respeto hasta por los propios, pérdida del ejercicio del poder por convicción social y no por imposición.

La inexplicable enunciación del “relajamiento sanitario” permite pensar si el señor Presidente tiene nota de lo que pasa más allá de su despacho. Imputarle a los médicos y personal de salud haber atendido otras patologías distintas al COVID, provocando relajamiento, es pretender que la gente no se haya infartado, no haya lidiado con un cáncer o con un cálculo renal o una gastroenteritis y, peor, que los médicos se hayan ocupado de esas “menudencias”. ¿Improvisó esa expresión? Ojalá que apenas sea una pifia de su irrefrenable locuacidad. Porque si la pensó, solo o con sus asesores, el síntoma es severo.

El Presidente desautorizó a su ministro de Educación que se cansó de explicar con estudios en la mano que la educación presencial no es foco de contagio. Once horas antes del mensaje presidencial (once horas: no once días) Nicolás Trotta escribió: “Las escuelas son espacios seguros. Las restricciones no pueden empezar por las escuelas”.  Fernández suspendió las clases sin un solo dato nuevo.  Su infundada medida humilló a su ministro.

También a su ministra de Salud. Carla Vizzotti iba en igual sentido. En menos de 8 horas, la dejó pedaleando en el aire negando lo que ella había dicho en la conferencia de prensa.  Marcela Losardo debería sentirse menos sola.

Los protocolos utilizados en las
Los protocolos utilizados en las escuelas lograron que el contagio en esos establecimientos es casi nulo

Por fin, el Presidente perdió toda chance de llamarse un primer magistrado republicano del consenso. Mandó a las fuerzas federales a patrullar las calles porteñas.  ¿Eso es una intervención federal? Prefectura actúa en las zonas portuarias, la PSA en los aeropuertos. ¿Por una resolución administrativa van a ir a Caballito o Núñez a ver si el toque de queda funciona, detener gente o no se qué cosa?.

Supongamos que las medidas tomadas son necesarias. Supongamos que no debe haber clases, ni una vuelta al perro desde las 20, ni un gimnasio o shopping (¿se olvidaron de avisar que los shoppings cierran?) abiertos. ¿Puede el presidente Fernández disponerlo solo, otra vez, desde el ejecutivo nacional sin el menor consenso con el resto de los gobernantes o el poder legislativo? ¿Puede hacerlo sin el acuerdo básico con toda la política argentina que representa a toda la sociedad argentina?  ¿Puede hacerlo este mismo Presidente que quedará en la historia por la cuarentena más extensa del planeta con muertos y contagiados tan altos como quienes no abusaron de ese método con una catástrofe económica devenida?

¿No barajó Fernández convocar a todos, en una emergencia sanitaria extraordinaria, para tomar una medida extraordinaria? Quizá esto no sea síntoma de pérdida de humildad sino de soberbia, directamente.

La desprolijidad de los anuncios podría ser otro síntoma. En un mensaje carente de toda autocrítica se omitió mencionar las ayudas a los afectados que llegaron hace un rato, parciales, no claras, imprecisas, no en un mensaje a la nación sino a un periodista individual. ¿Quince mil pesos de AUH abarca el universo de los golpeados ahora con las restricciones que asumen el sacudón no repuestos del golpe del 2020? ¿Quince mil pesos para un comercio cerrado compensa 15 días de inactividad?

No deja de verse con cierta pena lo que sucede. Porque muchas veces se advirtió desde la crítica de buena leche (no la del lado también enfermo de los que denunciaban vacunas envenenadoras) que el síntoma del aislamiento político, la soberbia y la inflexibilidad, traerían la enfermedad de la falta de credibilidad. Hoy, hasta el pedido de un Presidente para usar alcohol en gel sufre de fiebre alta.  Allí hay un  síntoma de enfermedad política aguda.

Alberto Fernández endureció las medidas
Alberto Fernández endureció las medidas de forma unilateral
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