Dejamos de ser un país de clase media para ser un país pobre

Estamos antes un gran desafío político y moral, que esta pandemia ha potenciado al destruirse el ingreso real del sector público y privado, con mayor desempleo y con poca red de contención social

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La pobreza en Argentina llega
La pobreza en Argentina llega al 42% de la población, según el Indec (EFE/Juan Ignacio Roncoroni)

El último día de marzo acaba de publicarse el índice de pobreza en 42 por ciento. El detalle de estas estadísticas actualizadas no sorprende y lamentablemente eran esperadas, pero interesa reflexionar sobre esta problemática de modo más amplio. Recordemos que ayer nomás combatirla fue uno de los grandes objetivos de Mauricio Macri en 2015, y allá lejos, un programa de trabajo implícito el 17 de octubre del 45. Los dos grandes espacios políticos democráticos: el peronismo y la oposición –la que fuese en cada momento– lo tuvieron como meta desde la posguerra. Desde otra óptica, también puede afirmarse que fue el ideal aspiracional de civiles y militares ser un país de clase media “de patrón europeo no latinoamericano”, aunque esto suene abiertamente provocativo.

La pobreza está definida como la imposibilidad de una persona o de un hogar –de acuerdo cómo se mida– para satisfacer sus necesidades básicas de bienes y servicios. El diagnóstico de esta situación encuentra su complemento en la información del censo de hogares, donde se revelan las denominadas NBI (necesidades básicas insatisfechas), y queda de manifiesto, por ejemplo, el nivel de hacinamiento en las viviendas. El Indec define a los hogares en situación de NBI como aquellos que poseen por lo menos una de las siguientes condiciones de privación: hacinamiento (hogares con más de tres personas por cuarto); vivienda de tipo inconveniente (pieza de inquilinato, vivienda precaria, etc.); en cuanto a las condiciones sanitarias, hogares que no poseen retrete; hogares en donde algún niño en edad escolar no asiste a la escuela; u hogares con más de cuatro miembros cuyo jefe no hubiese completado el tercer grado de escolaridad primaria. Todo esto se refiere a dichas necesidades básicas insatisfechas (NBI), indicador de uso poco frecuente.

Fue el ideal aspiracional de civiles y militares ser un país de clase media “de patrón europeo no latinoamericano”, aunque esto suene abiertamente provocativo

Lo clave a considerar es la pobreza por línea de ingresos. Se reconoce como indigentes de acuerdo a esta línea de ingresos a quienes no reúnen los recursos suficientes para alcanzar la Canasta Básica Alimentaria (CBA) que cubre las necesidades mínimas de comida, y como pobres por línea de ingresos, a quienes no pueden adquirir una Canasta Básica Total (CBT) que incorpora bienes y servicios de primera necesidad. Ambas canastas se encuentran medidas a precios de mercado, por lo que las distintas mediciones de inflación suponen valores distintos de pobreza e indigencia. La línea de corte de pobreza por hogar es de aproximadamente 60.000 pesos.

El Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina también realiza una medición sobre la pobreza e indigencia, recabando resultados complementarios a los definidos por el Imdec. Alcanzó protagonismo y es ejemplo de investigación aplicada en cabeza del sociólogo Agustín Salvia, en ocasión de la manipulación del dato de inflación que arrastró a desdibujar también el de pobreza durante el gobierno de CFK. Esa mentira estadística le dio aire al gran esfuerzo de la UCA, que sigue siendo muy valioso porque profundizan en muchos otros indicadores con un enfoque no economicista. El Cedlas (Centro de Estudios Distributivos, Laborales y Sociales) de la Universidad Nacional de La Plata, cobra también dimensión académica regional en estos estudios. En el país el tema está sobre diagnosticado, pero cuesta implementar la política pública de mejora. Tal como plantea Abel Albino, la pobreza no es solo de ingresos, es de afectos, de libertad, de cultura, de futuro, y tiende a reproducirse en el entorno social.

El Cedlas planteó en su momento que si creciéramos al 4% durante una década podríamos aspirar a 20% de pobres. El desafío es enorme

En la Argentina se han conseguido grandes avances en cuanto a la pobreza e indigencia en la década del súper ciclo de commodities, desde 2003 hasta 2011. Los porcentajes han descendido pasando de un 54% de la población bajo la línea de pobreza en su pico en el primer semestre de 2003, a números mucho más bajos cuando se agotó el modelo K.

Pero todavía en Argentina es necesario trabajar sobre la mejora de los indicadores sociales de equidad para alcanzar un país menos desigual y con un mejor acceso a los bienes, para todos los sectores de la población.

La situación social no va a mejorar por Margarita Barrientos, Carolina Stanley, Juan Grabois, Daniel Arroyo, o Rodrigo Zarazaga, si bien las acciones solidarias son de enorme importancia. La Asignación Universal por Hijo, por ejemplo, impulsada por Elisa Carrió y tomada como propia por todo el arco político ha sido fundamental. Los programas sociales fundacionales como el Progresa de México y todos los que se sucedieron de alcance universal, segmentado o condicional, son otros ejemplos relevantes. También incide un sistema impositivo a la europea que mejore el índice de GINI, como lo logran estos países con un sistema tributario más progresivo.

Tal como plantea Abel Albino, la pobreza no es solo de ingresos, es de afectos, de libertad, de cultura, de futuro, y tiende a reproducirse en el entorno social

Pero la clave fundamental es crecimiento, inversión y baja inflación, es el ejemplo del sudeste asiático y de Chile. El Cedlas planteó en su momento que si creciéramos al 4% durante una década podríamos aspirar a 20% de pobres. El desafío es enorme. La sociedad está fragmentada por este problema, que reproduce la grieta social, porque se manifiesta en pobreza, en acceso a la salud y a la oferta educativa, en la contención a la inseguridad, en el riesgo de adicciones.

La paradoja de todo este entorno es que el mundo viene destruyendo pobreza (medida como cantidad de pobres en relación a la población total), sobre todo por la dinámica del capitalismo en Asia. Ya no hay indigencia en China, gracias al liberalismo económico que le da una tasa de crecimiento de 7% desde 1978. Con Mao todos eran pobres en los 70.

Estamos antes un gran desafío político y moral, que esta pandemia ha potenciado al destruirse el ingreso real del sector público y privado, con mayor desempleo y con poca red de contención social. “Argentinos a las cosas”, el tema viene para largo, mínimo dos décadas para corregirlo y estar a la altura del sueño democrático del 83.

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