Campañas en la era del coronavirus: ¿qué podemos esperar?

Hay tres aspectos para tener en cuenta: los posibles cambios en el cronograma de las elecciones, los protocolos de prevención frente al COVID-19 y la imposibilidad de ejercer la tradicional territorialidad

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El anuncio de negociaciones entre oficialismo y oposición en el Congreso para contemplar la modificación del calendario electoral puso en agenda un tabú en los albores de la campaña electoral Argentina 2021: modificar las reglas, a horas de la elección y sin levantar la perdiz… Para salvar la democracia del COVID-19.

Más allá del planteo maniqueo sobre si esta decisión “atenta contra la democracia” o “apunta a sostenerla”, este equipo indaga sobre tres aspectos y qué podríamos encontrarnos en términos legales electorales durante este 2021, que seguirá cruzado por la continuidad de la pandemia, a la luz de experiencias en otros países que ya atravesaron procesos electorales. Después de todo, durante el 2020 fueron 56 países los que realizaron 63 elecciones (plebiscitos incluido) y sobrevivieron. Por lo tanto, nadie puede hacerse el desprevenido en nuestras tierras.

Cambios en las reglas de juego: toquemos el cronograma (y no las elecciones)

En la mayoría de los países los calendarios electorales suelen estar altamente protegidos en términos legales. Se establece por ley o incluso a nivel constitucional: qué día se vota, qué se vota cada día definido y qué día no se vota.

No obstante, el 78,6% de los países con procesos electorales en 2020 decidieron modificar o suspender indefinidamente su calendario electoral inicial con el objeto de poder repensar el desarrollo de los comicios con la antelación y los recaudos necesarios que el nuevo escenario internacional impone.

En Argentina, más allá del mandamiento no escrito sobre que “las reglas electorales no pueden modificarse en años electorales”, no existe ningún impedimento, en términos legales, para modificar la fecha de la elección primaria y/o la general. Sin embargo, el impedimento es de praxis: se necesitan consensos entre los responsables electorales del Poder Ejecutivo Nacional y de las provincias como así también del Poder Judicial y organizaciones de la sociedad civil vinculadas en los temas de transparencia y educación cívica, como también los vinculados a la salud para cualquier cambio del cronograma.

Los protocolos: ¿quién controla qué?

Otra inquietud que se abordó en distintos países donde se ha votado es cómo hacerlo “con protocolos” y quién controla.

Las medidas contempladas y que implicaron una nueva forma de votar fueron: algunos prohibieron el intercambio del DNI entre votante y la autoridad de mesa; la medición de la temperatura corporal; el uso obligatorio de mascarillas, guantes, alcohol en gel, toallas desinfectantes y distancia social en los lugares de votación; turnos y aforo límite en las mesas electorales; centros especiales de votación para los electores que se encontraban en aislamiento; horarios especiales de votación para grupos de riesgo (tercera edad, enfermos crónicos, embarazadas); cabinas especiales para electores diagnosticados con coronavirus; sobres esterilizados y en otros se impulsó el voto por correo con mínimas o nulas restricciones (el caso emblemático fue EEUU).

En cuanto a quién controló esta nueva ingeniería electoral-sanitaria que se sumó al ya complejo acto de votar, en la mayoría de los casos se sumó el trabajo de paramédicos, servicios de emergencias, la Cruz Roja y la Estrella de David Roja (en Israel). Y se capacitó al personal electoral en los nuevos protocolos que debían hacer cumplir junto con los controles usuales.

¿Qué podemos esperar en Argentina? Y ¿quién va a controlar el cumplimiento de los protocolos? Son preguntas que aún no tiene respuesta.

La experiencia nos instruye a decir que, la adopción de protocolos “a la Argentina” será de las medidas mínimas necesarias y a la actual composición del comando electoral compuesto por la Dirección Nacional Electoral, la Cámara Nacional Electoral, el ejército, las fuerzas de seguridad y el correo, también serán protagonistas las autoridades sanitarias estableciendo los cuidados necesarios.

¿Desbancando a Quinto Tulio Cicerón o la campaña tradicional ha muerto?

“La mejor manera de ganar votos es saludando de manos al elector, viéndole a los ojos y llamándolo por su nombre”, le recomendó Quinto Tulio Cicerón a su hermano mayor Marco en el año 64 A.C. La historia cuenta que Marco Tulio arrasó en su campaña y los consejos de Quinto fueron una referencia durante 2000 años para ganar elecciones. Pero el diablo metió la cola en 2020 y los rituales electorales que señala que el proceso electoral está en marcha se alteraron o se prohibieron.

La experiencia muestra que, cuidados mediante, se puede participar de actos y esto no implica una disparada de casos de COVID. Sin embargo, los protocolos y prohibiciones envolvieron también a las campañas en pandemia durante 2020. Así, los equipos de campaña apresuraron el desarrollo de profusas bases de datos y herramientas digitales de participación (e-rallies, reuniones de recaudación de fondos por Zoom, mitines por Instagram, etc.); los candidatos dejaron de recorrer el territorio y permanecieron largas horas frente a la cámara de sus computadoras en sus casas (el caso emblemático fue Biden en Estados Unidos).

En Argentina hemos tenido experiencias de campañas digitales, con uso del big data y con poco que envidiar a Obama 2008. Sin embargo, en nuestra idiosincrasia está la territorialidad. Sumado a la disparidad de acceso a internet del elector, que trae una consecuente desmotivación y desactivación a la participación electoral. Por lo cual, pensar en protocolos y prohibiciones a una campaña tradicional en nuestro país puede llevar a volcar la cancha aún más hacia campañas con vastos recursos económicos (para afrontar el desarrollo de herramientas digitales, equipos, gestión, microsegmentación), o a candidatos con acalorada micromilitancia y afinado uso del soundbite digital; localizados en grandes centros urbanos y concentrado en una agenda ultra-polarizada.

Otro interrogante es el tratamiento legal electoral que tendrán las lógicas fake news en época de la posverdad. Hoy no hay ninguna restricción o sanción legal para que cualquier candidato o campaña las use. Y en Argentina tenemos poca experiencia en chequeo de información y mucha en lo trucho, así que mirar esas reglas electorales para actualizarlas es un trabajo pendiente-urgente.

Estas experiencias que compartimos echan luz sobre que, más allá de que se pueda levantar la voz e indignarse al respecto, los cambios de reglas electorales -siempre con acuerdo legislativo- son posibles, necesarios y un secreto público, mientras se mantenga en foco lo más importante: que se pueda votar con seguridad dentro de los tiempos que prevé la Constitución Nacional. Cada elección representa a su vez la oportunidad de continuar afianzando la democracia que, aunque sea el menos malo de los sistemas, es el mejor que conocemos.

* Por Karina Molina y Santiago Comadira, integrantes del equipo de la cátedra “Gestión integral de campañas políticas” en la Universidad del Salvador

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