Un antes y un después en el periodismo mundial y en mi carrera profesional

Cómo fue la investigación de los Panama Papers, y lo que me implicó en términos personales la experiencia inédita de periodismo colaborativo a nivel global

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Proyecto Prometeus fue el nombre "interno" que tuvo la investigación de Panama Papers entre los periodistas que participaron de la investigación de ICIJ.
Proyecto Prometeus fue el nombre "interno" que tuvo la investigación de Panama Papers entre los periodistas que participaron de la investigación de ICIJ.

Los Panama Papers, la investigación global liderada por el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (ICIJ) que vio la luz el domingo 3 de abril de 2016 en simultáneo en todo el mundo, a las 18 horas del meridiano de Greenwich, fue un antes y un después en mi carrera periodística. Y creo que en el periodismo mundial también. Los motivos son varios.

El primero, obviamente, por el impacto que tuvo la investigación a nivel global al involucrar los nombres de más de una docena de líderes políticos, y de más de un centenar de funcionarios públicos alrededor del planeta.

Pese a ser un domingo en un hora muy lejos del prime time local, y participar en un principio solo el diario La Nación y Canal 13, en menos de una hora, las revelaciones fueran replicadas por la mayoría de los medios argentinos ese mismo día, y los sucesivos. Involucraban nada menos que al entonces flamante presidente Mauricio Macri. No era el único, pero sí el más relevante para nosotros.

Por otra parte, en mi carrera profesional no había vivido jamás antes una experiencia de periodismo colaborativo como la de Panama Papers, nunca vista antes a nivel local ni global. Y en este punto, sigo estando profundamente agradecida a Marina Walker, ex directora ejecutiva de ICIJ, periodista mendocina radicada hace muchos años en Washington. Ella fue quien me convocó, aún no siendo yo todavía miembro del Consorcio, por la investigación que venía haciendo para el programa Periodismo para Todos sobre un centenar de sociedades pantalla creadas en el estado de Nevada, a las que la Justicia había vinculado a la llamada “ruta del dinero K” utilizada por el empresario Lázaro Báez para lavar dinero.

Gran parte de esas firmas pantalla habían sido creadas por el estudio Mossack Fonseca dedicado a prestar servicios offshore desde el caribe panameño. Esa firma de abogados era la protagonista de una filtración de millones de documentos internos que serían la base de los Panama Papers. Los archivos habían sido filtrados a dos periodistas del diario alemán Süddeutsche Zeitung, , Frederik Obermaier y Bastian Obermayer, quienes por el volumen y cantidad de países y personas conocidas que involucraban, decidieron compartirlos con el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación.

Sumarme a la red de colegas que integraban el Consorcio fue un orgullo y un aprendizaje enorme. Y también exigió cumplir a rajatabla una serie de reglas: la confidencialidad absoluta del proyecto (solo podíamos contarle a nuestro jefe), mantener las pautas de seguridad en las comunicaciones establecidas, y respetar la fecha de publicación global que el Consorcio estableciera. También, ICIJ definiría qué documentos podrían ser compartidos o subidos a internet, y cuáles no.

La cantidad de periodistas - casi 400 de más de 80 países - que trabajamos en secreto a lo largo de un año era inédita hasta ese momento. Nos manejamos en inglés - por la diversidad de idiomas que hablaban los colegas convocados para la investigación - a través de una plataforma de comunicaciones encriptadas.

El segundo de los únicos dos encuentros presenciales que hubo durante la investigación, y que tuvo lugar en Munich, Alemania, en septiembre de 2015. Con el micrófono, la entonces directora ejecutiva de ICIJ, Marina Walker.
El segundo de los únicos dos encuentros presenciales que hubo durante la investigación, y que tuvo lugar en Munich, Alemania, en septiembre de 2015. Con el micrófono, la entonces directora ejecutiva de ICIJ, Marina Walker.

Colaborar en lugar de competir

A nivel local se dio algo que rompió las reglas habituales en el periodismo argentino: la colaboración en lugar de la competencia. Estando en ese momento en Canal 13, del Grupo Clarín, trabajé con Hugo Alconada Mon, Iván Ruiz, Maia Jastreblansky y Ricardo Brom del diario La Nación - un medio de la competencia- , algo impensable hasta ese momento en Argentina. Y lo hicimos con absoluta confianza entre nosotros y espíritu colaborativo. El hallazgo de uno, entre millones de documentos, era el hallazgo de todos. No competíamos, nos ayudábamos para no decaer en madrugadas eternas mirando documentos y mails. Generamos algo que no pudimos contarle a nadie de afuera en ese momento.

Y no solo lo hicimos para los Panama Papers en forma colaborativa, sino que conformamos lo que se convertiría en el equipo argentino de ICIJ para las siguientes investigaciones internacionales, con la incorporación de Sandra Crucianellli - hoy en Infobae - y Emilia Delfino, en ese momento de Perfil.

Esa experiencia nos marcaría un nuevo camino en la forma de hacer periodismo y en nuestra futuras investigaciones.

En lo personal, además, me sumergí desde ese momento en temas vinculados al lavado de dinero, el negocio offshore y los delitos financieros internacionales, muy complejos de abordar sin un determinado bagaje de conocimiento en el tema.

Por último, Panama Papers me permitió conocer a muchos colegas de otros países con los que forjé lazos y pude contar con ellos en otras investigaciones. Esa alianza regional e internacional es enriquecedora y le da otra dimensión a nuestro trabajo diario. Me ha permitido consultar, por ejemplo, a una colega de Paraguay para chequear propiedades de un funcionario argentino. O pedirle a otra colega venezolana precisiones sobre los manejos de un financista argentino que hizo negocios con el régimen de Nicolás Maduro.

Sabor agridulce

Sin embargo, Panama Papers nos dejó un sabor agridulce a los periodistas argentinos que participamos en esta investigación.

Producto de la “grieta” que se instaló en la sociedad durante el kirchnerismo, desde este sector nos acusaron de haber “demorado” la publicación hasta después que Macri ganara las elecciones y asumiera en diciembre de 2015.

Y nos señalaron por supuestamente haberlo “ayudado” en su triunfo por no haber revelado los negocios offshore de su familia antes. Nos cansamos de repetir una y otra vez con Alconada Mon que la fecha de publicación la fijó ICIJ, en acuerdo con los periodistas alemanes que consiguieron los documentos.

En el segundo encuentro presencial que tuvimos en septiembre del 2016 en Munich, Alemania, en la redacción del Süddeutsche Zeitung, se decidió que la publicación que inicialmente estaba prevista en noviembre de 2015, se postergara hasta marzo del 2016, porque la fuente “anónima” que le estaba filtrando los documentos a los colegas alemanes seguía aportando material.

El segundo encuentro presencial de los colegas que participaron de la investigación en septiembre del 2016 en Munich en el que se definió la fecha de la publicación.
El segundo encuentro presencial de los colegas que participaron de la investigación en septiembre del 2016 en Munich en el que se definió la fecha de la publicación.

Finalmente, se fijó el 3 de abril. De más está aclarar que desde Argentina no teníamos poder de influencia sobre la fecha de publicación, siendo que la prioridad la tenían Alemania y los colegas europeos de medios tan prestigiosos como The Guardian o la BBC.

Y por último, los kirchneristas nos “cuestionaron” haberle supuestamente “avisado” al propio Macri antes de que saliera la investigación. Lo que hicimos fue contactarlo la semana previa para que diera su versión, algo que es una práctica ineludible en el periodismo profesional.

Y por el otro lado, desde el macrismo también nos señalaron por “haberle dado letra” al kirchnerismo para equiparar a Macri con otros corruptos funcionarios condenados por corruptos como José López o Amado Boudou.

Como periodistas debemos buscar información, datos, documentos. Poner nuestro mayor esfuerzo en corroborar, consultar a los involucrados para escuchar su versión y, muchas veces, tratar de reconstruir las piezas que nos faltan para armar la película, no solo la foto. Y por último, contarlo. No callar. Sin especular ni pensar a quién favorece o a quién no.

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