Precios mayoristas, minoristas y tarifas, en clave con las negociaciones

Desde fines de octubre de 2020 cuando el dólar blue llegó a $195, la economía argentina sufre los efectos negativos de una devaluación sin haber devaluado

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En el marco de las audiencias por la tarifa del gas de red, el interventor del ENARGAS confirmó la disputa existente. Por un lado, desde Hacienda, se ratifica el objetivo de actualizar las tarifas para que los subsidios económicos no crezcan en términos del PBI. Y por otra parte, el interventor del Ente pone énfasis en la justicia distributiva y los servicios públicos como derechos humanos. Lo cierto es que al atraso del año pasado, se sumaría casi un año entero de congelamiento nominal con suba de costos, es decir, un atraso real en el precio de los servicios públicos. Además, si ponemos el foco en la evolución de la tarifa eléctrica, observamos que las últimas actualizaciones fueron en febrero del 2019, es decir hace ya más de dos años. Luego de cuatro años de recomposición tarifaria, el 2020 nos dejó una caída real de casi un 30% en el AMBA y un 20% en el interior. Al margen de todo esto, es importante señalar que todo atraso e intento de recomposición tarifaria se da a su vez en un contexto en el que el costo de la energía ha aumentado a nivel internacional. Alrededor del año 2000, el barril de petróleo estaba cerca de los 20 dólares. Mientras que hoy está por encima de los 60 dólares. Aún sin un período de atraso tarifario, el aumento de la energía sería inevitable. En síntesis, los subsidios crecieron más del 100% en términos nominales, 45% si los observamos en términos reales y pasaron del 1,6% del PBI en 2019 al 2,6% del PBI en 2020.

Con este escenario, la inflación sigue siendo el tema de discusión. Aún con un tipo de cambio planchado, el índice de precios mayoristas registró un incremento del 6,1% mensual en febrero, dejando muy atrás el índice de precios minoristas (3,6%). Así, la inflación mayorista registra un acumulado del 12% en el primer bimestre del año y frente a febrero del año anterior el crecimiento de los precios fue del 47,7%. Con estos datos vemos que si anualizamos la inflación del primer bimestre, nos vamos a un guarismo del 104%. Resulta claro y evidente que una rápida desaceleración de esta dinámica es verdaderamente una necesidad.

¿Qué pasó con los precios mayoristas? Más allá de la reducción de la brecha cambiaria (de un 150% a finales de octubre a un 70% aproximadamente en febrero pasado), el índice de precios mayoristas (bienes transables con precios dolarizados en su mayoría) creció por encima del dólar oficial y de la inflación general. La combinación de la brecha cambiaria y mayores restricciones a las importaciones, generaron que parte de estos precios (en gran parte dolarizados) se desacoplen de la cotización del dólar oficial y tomen como referencia a los dólares alternativos. Con la intensificación de las regulaciones a las importaciones, el BCRA puede comprar parte del superávit comercial y robustecer a las reservas internacionales que están en un nivel muy bajo. No obstante, los costos asociados de esta posición recaen en los precios y en la actividad económica. El desabastecimiento y la remarcación de los precios de los bienes importados (tomando como referencia a los dólares alternativos y no al dólar oficial) terminan reflejando su costo de reposición. La variación de precios se explica especialmente por los productos importados que subieron un 7,4%, mientras que los productos nacionales subieron un 6%. En lo referente a productos primarios, las mayores subas recayeron en el petróleo, crudo y gas (10,2%) y en productos agropecuarios (6,8%). Por su parte, los minerales no metalíferos subieron un 4,9% y los productos pesqueros aumentaron un 3%. En el rubro de productos manufacturados, los productos metálicos básicos (8,4%), productos refinados del petróleo (7,6%) y otros medios de transporte (7,4%) registraron las mayores subas. Y el rubro energía eléctrica se disparó un 8,8%.

Como contrapartida, el incremento de precios del primer bimestre tuvo su impacto en la canasta básica alimentaria (3,7%) y total (2,7%). De esta manera, la variación interanual de la canasta básica registró un total del 46,4%, mientras que la total registró un guarismo levemente por debajo de la básica (42,2%). Vale decir que, la línea de indigencia se ha incrementado por encima de la de la pobreza. Una familia tipo necesitó entre $24.575 y $57.997 para no caer por debajo de la línea de pobreza. En febrero, la canasta básica aumentó un 3,6%, respecto de enero del 2021 y en el acumulado de los últimos 12 meses creció un 46,4%. Es decir un 5,7 % por encima de la inflación interanual. También en el segundo mes del año, la canasta básica total aumentó un 2,7% respecto a enero (por debajo de la inflación general que fue de 3,6%). En los últimos 12 meses acumula un incremento de 42,2% (1,3 puntos porcentuales por encima de la inflación general). Es el primer mes (después de 6 meses consecutivos) que la canasta básica alimentaria y canasta básica total, crecen por debajo del índice de precios al consumidor. El salto en ambas canastas se produjo por un incremento en el precio de frutas (19,1%), verduras (10,2%), carnes y derivados (9,3%) y bebidas no alcohólicas (6,2%) en febrero pasado. Por su parte, se registraron aumentos del 4,8% en transporte y se autorizaron aumentos en los combustibles que impactaron en el costo de vida de los hogares.

Un dato interesante que permite ver la fragilidad del salario frente a la escalada inflacionaria es la remuneración imponible promedio de los trabajadores estables (RIPTE). Si miramos este indicador, en enero pasado (último dato disponible), la misma fue de $68.100 mensuales. O, sería lo mismo decir que el promedio de los trabajadores estables, apenas cubre el equivalente a 1,2 veces la canasta de la pobreza. La magnitud del deterioro del poder adquisitivo se ve aún más cuando se analizan datos anteriores. Por ejemplo, en febrero de 2018, el RIPTE permitía comprar el equivalente a 1,56 canastas básicas totales.

En resumen, desde fines de octubre de 2020 cuando el dólar blue llegó a $195, la economía sufre los efectos negativos de una devaluación sin haber devaluado. Desde ya, la emisión monetaria del 2020 (más de 2 billones de pesos), para tapar el agujero fiscal como consecuencia de la pandemia, presiona permanentemente sobre las expectativas de devaluación y la idea de que el dólar oficial quedó barato, aunque históricamente en términos reales sea un dólar todavía competitivo. En tanto, lo cierto es que el Tesoro sigue consiguiendo financiar el déficit fiscal en el mercado local, con ofertas de letras por $91.000 millones, de los cuales se adjudicó un valor de $77.000 millones. Y, más allá de las reuniones con fondos de inversión y con directivos del Fondo Monetario internacional, del Banco Mundial y funcionarios del Tesoro de los Estados Unidos, se espera que las negociaciones se posterguen hasta luego de las elecciones de medio término en octubre. La clave estará si con escaladas en los precios minoristas, mayoristas y con el atraso de las tarifas, habrá espacio político para torcer las expectativas de más devaluación y una aceleración inflacionaria aún mayor. Estos números de inflación indican que no estamos en un proceso de desinflación aun. La dinámica de los precios es preocupante. Y será muy difícil cumplir con el objetivo del 29% anual, fijado en el Presupuesto 2021.

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