La conspiración política contra los cuadros técnicos: De Remes Lenicov a Martín Guzmán

La política es tan poco realista y sincera para transparentar las variables de la economía que las oculta y las domina

El ex ministro de economía, Jorge Remes Lenicov

La política esclaviza a la ciencia y la técnica al resultadismo electoral. El que toma una decisión valiente para atravesar el camino sombrío y estrecho de una decisión de mal trago presente para un mejor bienestar social futuro es desplazado del campo de la política.

Cada vez que aparece Jorge Remes Lenicov (ex ministro de Economía) contamos con un caso testigo del maniqueo juego de la política. Debió tomar la decisión que ni Carlos Menem, en su segunda presidencia, ni Fernando De La Rúa en la suya se animaron a tomar. Dejar atrás la “convertibilidad” y llevar al peso argentino a una “devaluación asimétrica” histórica. Duró en su cargo lo que el trabajo sucio para la política le iba a demorar. Luego, la política limpia de culpa y cargo desplaza a quienes toman decisiones antipáticas pero necesarias para alimentar las mieles del poder.

En un trabajo de su autoría “El desencuentro entre política y economía. Bases para la recuperación del crecimiento con equidad distributiva”, Remes fórmula varias preguntas:

- ¿Por qué nunca se pudo consensuar una política para ordenar la macro y diseñar una estrategia de crecimiento con inclusión a partir de la democracia representativa, la economía de mercado y un Estado eficaz para crear condiciones para crecer y mejorar la distribución?

- ¿Por qué vivimos discutiendo el pasado y no el futuro?

- ¿Cómo otros países semejantes hicieron el ajuste y cambios estructurales para desarrollarse?

- ¿Por qué nunca se puede hacer una reforma tributaria integral?

- ¿Si aumentó tanto el gasto público, por qué los servicios siguieron empeorando?

El ministro de Economía, Martín Guzmán (EFE/ Juan Mabromata/POOL)

También aporta los resultados de no profundizar en las respuestas y decisiones correctas desde 1983 a la fecha, con 4 golpes con datos duros indiscutibles:

1 - La economía solo creció al 1,6% anual (0,7% per cápita). El crecimiento acumulado fue 80% inferior a América Latina, salvo el caso de Venezuela. En el caso de Chile, en el mismo período, su crecimiento fue del 350 por ciento.

2 - En 37 años la inflación acumulada fue la más alta del mundo con promedio de 58% anual.

3 - La pobreza pasó de 16% a más de 40. En América Latina y el mundo se redujo en el mismo período.

4 - La competitividad del país estuvo entre los puestos 81/86 según el WEF, la productividad es baja (equivale al 30% de los países avanzados) y no crece desde 2000.

Observemos qué le sucede a Martín Guzmán cuando intenta acordar y negociar con el FMI en términos técnicos y Cristina Fernández de Kirchner irrumpe con mensaje políticos condicionando el diálogo. Guzmán pretendía bajar el déficit fiscal este año al 2%, pero le hicieron mover la pluma en el presupuesto 2021 para que figure 4,5% porque es un año electoral. El ministro pretendía aumentar las tarifas de los servicios públicos en el orden del 40% y expresó que si no se hacía los subsidios nacionales se pagarían con más “impuestos y más emisión e inflación”. Debió torcer el brazo. Habrá más impuestos, más emisión e inflación.

Las empresas y hogares consumieron menos porque la inversión, la producción, el empleo y la inversión cayeron en términos reales y el sector público incluso incremento su nivel de gasto en el mismo período

La gestión de la economía no es coordinada ni desde la ciencia ni desde la técnica, sino desde la ventaja política, el poder y la necesidad del resultado electoral de una pequeña burguesía tecnocrática que gobierna este país hace décadas. Cambiemos llamaban la “década pérdida” a la transitada entre 2005 y 2015 durante el gobierno de los Kirchner, pero ahora el espacio forma parte de una nueva “década pérdida”, al que va de 2010 a 2020.

De acuerdo a un Informe del Ieral de la Fundación Mediterránea, si se compara el año 2020 con el promedio de los últimos diez años (2010-2019) el consumo público pasó de representar 12,8% del PIB en 2010-2019 a un 14,7% en 2020. Es decir, una diferencia de 1,9 puntos porcentuales. Esta diferencia se explica por una menor participación del consumo privado (72,1% del PIB en 2010-2019 vs 68,5% en 2020) y de la inversión (19,7% vs 16,6%). Las empresas y hogares consumieron menos porque la inversión, la producción, el empleo y la inversión cayeron en términos reales y el sector público incluso incremento su nivel de gasto en el mismo período.

La política es tan poco realista y sincera para transparentar las variables de la economía que las oculta y las domina. Sin embargo, todos entendemos conceptos como “retrasan el tipo de cambio, pero luego tendremos una devaluación mayor después de las elecciones”, “no suben fuerte las tarifas ahora, pero cuando terminen las elecciones vamos a pagar este retraso tarifario”, “suben el nuevo piso de ganancias para los trabajadores, pero con inflación del 40% y paritarias del 40% el nuevo piso tiene beneficio de corto plazo” y “no se sube el mínimo no imponible de bienes personales para que paguen más personas este impuesto”, entre otros.

¿Es posible que Guzmán tenga que luchar para encaminar el desastroso cuadro macroeconómico argentino y tener más problemas para convencer a Cristina Kirchner que a los propios acreedores externos y organismos internacionales?

El mayor pecado de nuestra clase política actual es no asumir en el presente los costos sociales de los cambios y reformas necesarias para generar un mayor costo y decadencia social futura. Para eso están los subsidios sociales que compensan el “costo de las malas políticas” haciendo pasar por un beneficio un mayor perjuicio económico y social para una cada vez más grande cantidad de argentinos.

Remes Lenicov tuvo que hacer el “trabajo sucio” que ningún político quería hacer. Ahora los invito a que nos preguntemos. ¿Es posible que Guzmán tenga que luchar para encaminar el desastroso cuadro macroeconómico argentino y tener más problemas para convencer a Cristina Kirchner que a los propios acreedores externos y organismos internacionales? ¿Puede ofrecer metas claras, transparentes y coherentes cuando desde su propio partido se intenta cambiarle y modificarle sus propuestas mientras las va negociando en el exterior?

Una última pregunta: ¿es posible una Argentina mejor con políticos, cualquiera de ellos, que conspiran contra sus propios cuadros técnicos con el objetivo de ganar elecciones y mantenerse en el poder?

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