Neocapitalismo: galeones del siglo XVII, conspiraciones bursátiles y la “economía Greta”

Si la “economía del propósito” termina por reconfigurar el capitalismo tal como lo conocemos, será un reconocimiento implícito al rol central que juegan en el mundo de hoy la gestión de la reputación corporativa, la trasparencia y la construcción de relaciones de mutuo beneficio

El llamado "capitalismo de stakeholders" surgió como postulado de la comunidad de negocios para enfrentar los desafíos contemporáneos

Cuando la Vereenigde Oostindische Compagnie (VOC), más conocida en la posteridad como Compañía Neerlandesa de las Indias Orientales, realizó en los albores del siglo XVII la primera IPO (oferta pública inicial de acciones, por sus siglas en inglés) de la historia, probablemente nadie era consciente de que la naciente compañía marcaría una nueva manera de hacer negocios que prosperaría por más de cuatro siglos.

Con operaciones en varios continentes, unidades de negocio tan diversas como la construcción de embarcaciones, el comercio internacional, la producción de especias, café y azúcar, la VOC es –además– uno de los ejemplos más sólidos de integración vertical en la historia. Fue tal la potencia –la omnipotencia– de la nueva compañía, que en pocos años se convirtió prácticamente en un pseudo-estado con más de 50.000 empleados.

Lo que interesa de la VOC, y lo que la convierte en uno de los emprendimientos económicos humanos más estudiados de la historia, es que a la vez fue consecuencia de y ayudó a el surgimiento de un sistema protocapitalista que se convertiría en norma de allí en adelante. Una compañía de capital abierto, enfocada en el crecimiento constante y en la generación de valor para sus nóveles accionistas.

Son varios los indicios de que nos encontramos ante las puertas de un nuevo cambio de paradigma, una nouvelle époque para la economía de libre mercado

Fue tal el impacto de este cambio de paradigma, que rápidamente desterró a otros modelos económicos y sociales contemporáneos y se extendió –evolucionado, complejizado y refinado– de manera dominante prácticamente hasta nuestros días.

¿A qué viene este largo cuento? A que ya son varios los indicios de que nos encontramos ante las puertas de un nuevo cambio de paradigma, una nouvelle époque para la economía de libre mercado.

La reunión de líderes mundiales que se llevó a cabo en Davos en enero de 2020 sorprendió por el surgimiento del capitalismo de stakeholders como postulado unánime de la comunidad de negocios para enfrentar los desafíos contemporáneos. Un modelo basado en el valor compartido, el respeto por la diversidad, el cuidado del medio ambiente, la transparencia y buena gobernanza. Como es lógico, muchos de quienes están –estamos– en contacto con las grandes compañías multinacionales, se permitieron un atisbo de duda. Aun sabiendo que el comportamiento de las compañías y su consiguiente reflejo reputacional pueden ser hoy tan importantes para el éxito comercial como una buena estrategia de marketing, una cadena logística aceitada, el liderazgo en investigación y desarrollo o recursos humanos de excelencia, han sido pocos los casos en que el mundo corporativo –desde la VOC hasta aquí– ha puesto foco en algo más que el bottom line y el cumplimiento lógico de las obligaciones regulatorias.

Una imagen del Foro de Davos 2020, el último que se realizó de manera presencial (REUTERS/Denis Balibouse/File Photo)

Pues bien, plenamente conscientes de que los tiempos que corren son particularmente despiadados con quienes no acompañan las palabras con acciones, 120 compañías globales se comprometieron el pasado enero –también en Davos– a aplicar una serie de métricas para evaluar sus prácticas ambientales, sociales y de gobernanza (ESG, por sus siglas en inglés). Éstos principios de auto evaluación están compuestos por 21 indicadores básicos y 34 ampliados, y pueden ser vistos en el sitio del World Economic Forum.

Una táctica de supervivencia usual en las corporaciones, sobre todo en aquellas que se desempeñan en ambientes con licencias para operar más restrictivas, es la auto-regulación. Básicamente, adelantarse a los gobiernos para intentar fijar o al menos influir en las propias reglas de juego. Pues bien, ¿puede ser el acuerdo de Davos una artimaña de este tipo? El tiempo lo dirá. La exhaustividad de las métricas y el peso de las declaraciones públicas asumidas por las grandes multinacionales en la voz de sus propios CEOs, parecen indicar que ésta vez las balas no serán de salva. De ser así, los pasos lógicos a seguir serán el establecimiento de procesos comunes de rendición de cuentas y de parámetros temporales para el cumplimiento de las “normativas”.

La reunión de líderes mundiales que se llevó a cabo en Davos en enero de 2020 sorprendió por el surgimiento del capitalismo de stakeholders como postulado unánime de la comunidad de negocios para enfrentar los desafíos contemporáneos

El mundo estará mirando. En una interesante columna publicada en Responsibe Investor, la autora y activista Denise Hearn plantea que, para cumplir su cometido declarado, “necesitaremos ver disminuciones mensurables en la desigualdad y resultados materiales contra el cambio climático”. Justamente dos de los reclamos más contundentes que la sociedad en su conjunto parece tener hacia la economía de libre mercado. Cabría preguntarse si son las empresas las que deben cargar por su cuenta con tales responsabilidades o si son un engranaje importante en una maquinaria mucho mayor. Por ejemplo, pensar en una baja en la cantidad de emisiones de gases de efecto invernadero sin la colaboración de China, es poco menos que una quimera.

Increíblemente –o no, para aquellos que no creen en las coincidencias– casi en paralelo a la cumbre de Davos ocurrió un extraño fenómeno que recibió cobertura mediática a nivel mundial, y que podría tener mayor relación con el capitalismo de stakeholders de lo que parece a primera vista.

El novedoso “activismo accionario” es un nuevo y decisivo indicador acerca de cómo la relación entre empresas e individuos está mutando, pero también es un mensaje claro para las empresas que cotizan en bolsa

La acción de GameStop, una conocida empresa estadounidense de retail de consolas y videojuegos, estaba siendo “shorteada” por fondos de cobertura, que apostaban a una baja para hacerse con el spread. Nada nuevo. Sucedió y continúa sucediendo con cientos de compañías. Pero en este caso ocurrió lo impensado: un grupo de inversores minoristas, con base en el foro WallStreetBets de Reddit, se puso de acuerdo para dar una lección a los fondos y comenzó a comprar masivamente acciones de la compañía. Así, lograron manipular su valor al alza y generaron pérdidas a los fondos en el orden de los 11.000 millones de dólares, según estimaciones de Ortex. Al poco tiempo, replicarían su accionar con Blackberry, el otrora gigante canadiense de las telecomunicaciones.

El novedoso “activismo accionario” es un nuevo y decisivo indicador acerca de cómo la relación entre empresas e individuos está mutando, pero también es un mensaje claro para las empresas que cotizan en bolsa: el precio de la acción, cada vez más incierto, relativo, multicausal, incluso manipulable, difícilmente pueda seguir siendo la regla de oro para medir su desempeño.

Si la que muchos expertos han llamado la “economía del propósito”, la “economía de la reputación” o incluso la “economía Greta” termina por reconfigurar el capitalismo tal como lo conocemos, será un reconocimiento implícito al rol central que juegan en el mundo de hoy la gestión de la reputación corporativa, la trasparencia y la construcción de relaciones de mutuo beneficio con clientes, conciudadanos y coterráneos más empoderados que nunca antes en la historia.

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