La reacción del presidente Fernández permite múltiples lecturas. Una muy elemental es que Fernández no conoce la historia moderna del Uruguay. Si la conociese, sabría que la reflexión crítica sobre el devenir del Mercosur tiene antecedentes no solo en el Partido Blanco sino también en los demás actores centrales de la política uruguaya y por tanto no puede ser tratada solo como un error puntual del discurso presidencial.
Y por tanto, la expresión del presidente Lacalle Pou es mucho más que una nota de pie de página: es una línea ya irreversible de la diplomacia uruguaya que se ha ido reforzando con el tiempo, a medida que nuestros hermanos orientales se sintieron más encorsetados por la estructura actual del Mercosur para su vocación de crecer. No es obligatorio acompañar en silencio a la diplomacia uruguaya, pero tampoco es una sorpresa frente a la cual se pueda reaccionar destempladamente.
La segunda, es que Uruguay no está solo en este planteo. Brasil y Paraguay comparten su mirada estratégica, no solo sobre su inserción internacional sino también sobre su estructura productiva futura. O sea que la reacción de Alberto Fernández marca claramente un camino hacia un mayor aislamiento de Argentina en la región y también con el mundo.
Lacalle Pou muestra en sus declaraciones que no esconde las cartas: habla abiertamente de las propuestas de mayor integración con las grandes potencias –que también se están cansando de la Argentina–. O sea que Uruguay tiene relativamente más poder que la Argentina en esta discusión, pues en el (hoy) improbable caso de una ruptura regional, nuestro país quedará más aislado que sus socios actuales.
La tercera es que la reacción destemplada del presidente Fernández va en total sintonía con las demás definiciones recientes de nuestra errática política exterior, más preocupada por brindar testimonios a su militancia que en construir alternativas de desarrollo económico y social. Las reacciones que en su momento suscitó al kirchnerismo el potencial acuerdo Mercosur–Unión Europea eran un antecedente de este desgraciado episodio; aunque ningún analista serio pudo pensar que se llegaría a poner en cuestión la continuación de nuestra alianza más importante como reacción a una invitación a pensar juntos otro futuro.
Sin duda –más allá de la incomprensible reacción hormonal del presidente Fernández– toda la evolución de este asunto muestra el pésimo asesoramiento que recibe de su Cancillería. Porque las frases habituales de Lacalle Pou son una invitación al diálogo creativo que –permiso de la Señora Kirchner mediante– nuestro país podría encarar. “Nos va a pasar el mundo por arriba; 10 años más así, desaparecemos; si no nos abrimos, nos rompemos; yo confío en el Mercosur, en nuestros recursos humanos, en nuestra capacidad de producción para iniciar esta nueva etapa”... son invitaciones al pensamiento conjunto, antes que al conflicto.
Finalmente, creo que, por lo visto, ni la Cancillería ni el Presidente conocen el valor que el mate, uno de los componentes principales de nuestra hermandad rioplatense, puede tener en la solución de este infausto episodio; lugar que en otras grandes negociaciones de la historia han tenido el café y el whisky. Porque dado que –aunque el kirchnerismo no lo quiera aceptar– estamos frente a un inevitable giro de la historia en el que nuestra Argentina puede ser la más perjudicada, se trata entonces de oírse mucho, pensar juntos, imaginar soluciones creativas, poner la mejor buena voluntad. Y para ello, el compartir mate es un ejercicio que ha dado grandes resultados.
Más le vale al Canciller Solá ir calentando el agua, porque no creo que nuestros socios se dejen intimidar por malas maneras. Tienen mucho en juego, igual que nosotros, aunque no nos demos cuenta.
* Ex Jefe de Gabinete del Mercosur