Carta a mi primera amiga feminista que va a ser mamá

Una gran amiga está embarazada. Y se hace mil preguntas. En este texto solo quiero contarle lo importante que será educar a nuestros hijes en el feminismo y cómo el mejor regalo de bienvenida que es compartir las herramientas para estar en este mundo desde la paz y el amor y no desde la guerra y el odio

(Shutterstock)

Querida Jimena:

Hace unos meses me diste la hermosa noticia de que estabas embarazada. Y digo hermosa porque tus palabras expresaban elección, lo más importante a la hora de gestar. “¿Estás contenta?”, “¿Estás segura?”, “¿Pablo qué dijo?”, “¿Estás segura de estar segura”?... Te pregunté de los nervios. Mi primera amiga-madre-feminista, me repetía por dentro. No me viste porque estábamos hablando por teléfono, pero sí escuchaste mi voz derretirse en lágrimas y entonces lloramos juntas de la emoción de que serías ni más ni menos que mamá.

En enero leí un libro que quedará en mi memoria por siempre: Cómo educar en el feminismo de Chimamanda Ngozi Adichie. No te lo mencioné en aquél entonces porque sentí que podría fastidiarte. La maternidad siempre fue un tema pegajoso en tu vida (y en la de muches) y la insistencia de tu familia sobre una espera que ni vos sabías si realmente querías o no, hacía que no fuese una cuestión de agenda. Pero hoy, un mes después de haber recibido tu llamado, creo que es el mejor momento para que leas este libro. Traer a alguien al mundo es una gran responsabilidad, tal vez la más grande y como amiga, creo que el mejor regalo de bienvenida que puedo hacerte es compartirte a vos y a tu hija, herramientas para estar en este mundo desde la paz y el amor y no desde la guerra y el odio.

No es fácil hacer todo a la vez: trabajar, ser madre, ser mujer y ser feminista. Roles para nada simples para la sociedad que nos envuelve. Hace poco me dijiste que creías que sería una nena y las dos nos embriagamos de felicidad.

Qué paz, pensé por dentro. Traer una mujer al mundo y sembrar en ella, desde el primer día, mil y un motivos para que se ame y se valore tanto como para que nunca nadie pueda lastimarla. Qué paz pensarla libre de imposiciones patriarcales, seguía en mi cabeza.

Y casi como si hubieras escuchado mis pensamientos, me dijiste: “Me da miedo que sea nena, amiga, ¿cómo voy a hacer para estar tranquila?”. Y todas esas ilusiones cursis-feministas de regalarle historias de grandes pensadoras y llevarla a marchas y a grupos de mujeres y hacerla leer artículos de Rita Segato, se derritieron como hielo bajo el sol del mediodía. Vivimos en un mundo en donde las mujeres morimos todos los días, esto es así y no hay vuelta que darle.

Las respuestas feministas no siempre pueden consolar tanta miseria humana. Porque para el feminismo, que es lo más parecido a la paz que conozco, el odio no es una opción, ¡no puede serlo! Pero aquí estamos, rodeadas de odio, rodeadas de muertes y de leyes que tan poco nos amparan. Pero la vida debe seguir, querida amiga… ¿No? Aquí estamos, después de todo, esperando a una “mini Jime” a quien, sea el género que sea (y que quiera) le regalaremos una caja de herramientas para que su estadía en este mundo sea la más amena y feliz posible a pesar de la guerra que nos acontece.

Chimamanda arranca su manifiesto diciendo que el punto de partida debe ser la propia premisa feminista: “Yo importo. Yo importo igual. No en caso de. No siempre y cuándo. Importo equitativamente. Punto”. Es este el mantra que deberían cantarnos al nacer, no “arroró mi niño”. Este mantra es el que nos debería acompañar toda la vida. Está claro que esta premisa no evitará los daños de los demás, ¡para nada! Pero por lo menos sí los propios. Debemos empezar la existencia en este mundo sabiendo que valemos por el simple hecho de existir y no por nuestro nombre, color de piel, acento, sexo o color de ojos.

Ser debería ser motivo suficiente para tener derechos, pero como lamentablemente no funciona así (aún), es que seguimos levantando la bandera de la libertad. Eso será lo más duro de explicarle a “mini Jime”; que si bien la libertad hoy no aplica para todes, sí debería hacerlo. Que todes merecemos la libertad por igual. Que el amor que tendrá por ella misma deberá expandirse tanto, tanto, que llegue al mundo entero. No porque deba amar a todas las personas, no porque deba llevarse bien con todas las personas, pero sí para que su premisa siempre sea desde el amor y no desde el odio. Para que sus acciones sean desde la paz y no desde la guerra.

El otro día me dijiste que también te daba miedo que una vida dependiese de vos porque capaz las cosas no te saldrían como vos lo esperabas. Y yo te respondí, con total honestidad, que seguramente eso podía pasar. No todo nos sale como lo esperábamos ni como lo deseábamos, menos cuándo es algo tan único como criar a un hije. Lo más importante es que ya lo estás intentando y eso requiere de mucha valentía y amor.

Creo que la maternidad deseada es un acto de amor que lamentablemente hoy en día es también, aunque nos cueste verlo así, un privilegio. Y ya que estás en el terreno de la elección, pienso que es importante retomar todo el tiempo aquella premisa: importás vos porque sos vos y ya… no porque sos madre.

Ser madre no debe ser lo único que te defina como persona. Sos eso y todo lo otro: hija, amiga, hermana, artista, trabajadora… y además madre. Por momentos pensarás que tu vida ahora solo trata de eso porque, en efecto, tendrás que posponer o dejar de hacer cosas por la maternidad. Lo importante es que hagas y dejes de hacer lo que vos quieras y no lo que los demás quieran. Nadie puede decirte cómo ser la mejor mamá del mundo porque ese rol de super-heroína es una romantización de la maternidad. No queremos madres super-poderosas, queremos madres verdaderas y eso implica los aciertos y los errores. Aprender a perdonarse los errores es la salida más próxima a la libertad.

Date los espacios para fracasar y reírte de esos fracasos. O tal vez no reír… pero nunca castigarte porque no tenés por qué saberlo todo, no te olvides que seguís siendo una humana y como tal no podés “hacerlo todo perfecto”. Esa es la premisa cultural que se ha generado de las madres, que “todo lo pueden” y no es más que una gran mentira. Incluso como hijes nos pasa de colocar a nuestras madres en esos “pedestales” y exigirles más de lo que deberíamos, suponiendo que su amor es un deber y no una elección.

La romantización cultural de la maternidad (y el fucking patriarcado) nos han hecho creer que hay ciertas tareas que son del ámbito femenino, como por ejemplo las tareas domésticas. Me gusta mucho algo que dice Chimamanda y es que “todos los cuidados de la casa deberían ser neutros desde el punto de vista de género”. No hay tareas para mujeres y tareas para hombres, la división de quehaceres de les progenitores no deben ser dividas por una cuestión de género. Cuando decimos que los padres “ayudan” insinuamos que el cuidado del hije y de la casa es un deber materno y que los padres son usuarios que colaboran solo eventualmente y de ser necesario. Pablo no te ayudará, Pablo será tan padre de “mini jime” como vos madre. Y, más allá de las diferencias biológicas como lo es amamantar en tu caso, dependerá de ustedes quién hará cada tarea.

Cuando Pablo me expresó que estaba seguro de que sería una nena y hasta incluso charlamos sobre los posibles nombres para la supuesta ella, me quedé pensando en lo que hacemos y dejamos de hacer solo por ser mujeres. Ser mujer no puede ser una razón para nuestro accionar. No debemos ser nosotras las que cocinemos por ser mujeres, ni las que limpiemos, ni debemos estudiar una cosa u otra, ni trabajar de tal o cual cosa. Las habilidades no tienen género y eso es algo que debe saber tu hija cuanto antes para que sepa que puede intentarlo todo. Mientras nos sigan (y sigamos) condicionando a las mujeres sobre nuestras posibilidades en este mundo, menos lo exploraremos.

Las mujeres están tomando un rol más activo a la hora de atravesar el embarazo y el parto (Shutterstock)

Que tu hija se cuestione todo, amiga. Incluso que se cuestione si quiere ser hija, hijo, hije o todo y nada a la vez. Que te pregunte todo y no te frustres si no tenés las respuestas adecuadas porque no las hay. Que investigue cada gris, cada recoveco, cada duda y, sobre todo, que pruebe y se equivoque una y otra vez. Seguramente eso te dará pánico, inseguridad y muchas veces hasta enojo. Pero la vida es una eterna búsqueda del momento presente y para ello debemos ser curioses. Vos lo sabés porque sos artista. También preguntale vos para que sepa que hay un espacio de charla e intercambio. Preguntale qué quiere comer, qué quiere estudiar, a quién quiere ver, a quién no… Que sepa que puede cuestionarse las formas culturales e impuestas de relacionarnos. El matrimonio, el noviazgo, ¡Inclusive el amor! ¿Con quién estoy compartiendo mi vida? ¿Con quien elijo compartirla? ¿Es la misma persona?

No dejes que viva en la ignorancia. La verdad, por más dura y triste que sea, siempre es la mejor opción. Y no hablo de sincericidios detallistas innecesarios, hablo del derecho a saber la realidad. Recordale por qué las mujeres luchamos por nuestros derechos todos los días al despertarnos en las mañanas. Que es parecido a cepillarnos los dientes porque la primera noticia del día es, casi por regla, la muerte o desaparición de una compañera. Hablale de las que ya no están, de las que sí y de las que parecía que perdíamos y que por suerte encontramos con vida. De cómo, a veces, nuestras vidas quedan reducidas a la suerte. Y de lo importante de sembrar memoria. Yo sé que duele y dolerá hablar de estas cosas. Pero ser dueña de la verdad le hará mantener en alto la bandera de la libertad y que renunciar a ella no puede ser una opción porque sin libertad no hay paz. ¿Acaso hay algo más libre y justo que el saber?

“Las niñas reciben más normas y menos espacio y los niños más espacio y menos normas”, dice Chimamanda. La vida se empeña por dividirnos en azules y rosas, pero no hace falta hacerle caso. Mostrale que si quiere puede no estar de acuerdo con eso, que nada “está dado por sentado” y que tenemos la posibilidad de desaprender cada vez que se nos dé la gana. Que la independencia es nuestra mayor virtud y es la que más debemos cuidar porque se vulnera a menudo. Independencia es también nuestro lenguaje. Sea el que sea, el lenguaje es nuestra identidad, de donde venimos, pero también hacia dónde vamos. Explicale que el leguaje es flexible y permeable. Que muta a medida que cambiamos nosotres como personas. Y que se adapta y reinventa cada día aunque muches no quieran verlo. Lo mismo con las leyes: “No hay ninguna norma social que no pueda cambiarse”. Eso lo aprenderá rápidamente de tus palabras llenas de diversidad que le harán percibir el inmenso mundo en el que vivimos, del cual nosotres somos apenas una fracción.

Hablale de sexo, amiga. De los infinitos modos de ejercer la sexualidad. De la diferencia entre el sexo y el amor. De la diferencia entre su propia sexualidad y la compartida. Entiendo que dé pudor, ¿A quien no le da cringe hablar esas cosas con la familia? Pero el tabú es lo que hace que muchas veces aprendamos a “las trompadas”. Decir en la mesa palabras como masturbación, orgasmo o placer, harán que ella no tenga miedo de compartirte sus miedos. Sea cual sea la identidad sexual que elija, hablale de la menstruación y lo que eso significa. Yo me pregunto, al igual que Chimamanda: “¿Por qué nos educan para hablar en voz baja del período?”.

Enseñale, amiga, a no tener vergüenza de sus genitales, incluso si eso implica sangrar. Contale que eso es sinónimo de estar vivas y sanas y que no hay nada menos vergonzoso que eso. Y que no habrá nada de vergonzoso en ser quien quiera ser. No importa si es diferente al resto, ¡Bienvenida sea la diferencia! Hay que normalizar la diferencia y valorarla para que deje de ser un motivo de odio. La diversidad es lo que hace al mundo un lugar tan interesante. ¿No sería aburrido ser todes iguales? Tu hija podrá tener cuantas opiniones quiera y lo mejor es que podrán ser diferentes a las tuyas. ¿Por qué? ¡Porque sí! Pero ojo que con esto no estoy diciendo que sea inmune a las diferencias, para nada. Al contrario, no hay acto más noble que ser fiel a nuestras creencias y militarlas hasta hacerlas realidad. Lo verá reflejado en tu lucha, en nuestra lucha y en la suya.

Querida Jime, se trata de que tu hija sea lo que quiera ser. Después de todo, eso es el feminismo.

Con amor,

Zoe.

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