Para la Patagonia argentina, el infierno del colapso climático y ecológico llegó un domingo 7 de Marzo del 2021. Los incendios que azotaron a Rio Negro y Chubut tuvieron un impacto devastador en materia social y ambiental. Los focos se extendieron por grandes corrientes de viento, alcanzando zonas pobladas, donde se reportaron heridos con quemaduras, vehículos incendiados, destrucción de cientos de viviendas y hasta desaparición de personas. El Servicio Nacional del Manejo del Fuego debió evacuar la zona.
Es evidente que las catástrofes ambientales impactan desmesuradamente a los sectores poblaciones históricamente relegados, los incendios en la Patagonia son una de las miles de pruebas palpables de la relación indisociable entre la vulnerabilidad social y el avance de la depredación ambiental. Desgraciadamente, la aparición de fenómenos extremos como los incendios y sus consecuencias, van a profundizar a medida que pase el tiempo ¿La razón? El avance del Cambio climático y la falta de respuestas.
El cambio climático en sí es simple, se puede explicar en un párrafo: por un capricho de la física, los combustibles fósiles son una reserva casi perfecta de energía, y su descubrimiento ayudó a acelerar siglos de colonialismo, encerrándonos en una relación extractivista con nuestro planeta y entre nosotros. El consiguiente desequilibrio de recursos fue explotado por quienes tenían poder económico o militar, enriqueciendo a unos pocos a expensas de la mayoría. Ahora, después de décadas de demora deliberada, sufrimos el peso de la desidia: incendios en el sur, sequías en el norte e inundaciones en el centro. Las conclusiones científicas más recientes afirman que hemos llegado al borde del colapso. En este punto, necesitamos “transiciones rápidas y de gran alcance” en “todos los aspectos de la sociedad”. Hoy en día, hay más de 70 millones de personas desplazadas por la fuerza en todo el mundo. No hay cifras confiables sobre cuántos de estos casos están relacionados con la degradación ambiental y el cambio climático, sobre todo porque el cambio climático ahora afecta profundamente a todos los sistemas humanos de la Tierra. Sin un cambio radical, este número podría multiplicarse por diez. No queda tiempo para esperar.
Pero la solución no es simplemente técnica. La narrativa del apocalipsis no deja lugar al análisis sistémico ni a la redimensión de nuestra sociedad. Creer que nuestro futuro será inevitablemente una distopía refuerza la continuidad de la crisis climática y el business as usual. Si los incendios van a ser moneda corriente ¿Por qué cambiar de rumbo? El cambio climático es un fenómeno político, es la dominación del más fuerte sobre el más débil y es siglos de saqueo. Por lo tanto, la solución debe ser política. Para las personas que viven en la primera línea del combate contra el colapso ecológico en todo el mundo, esta conclusión es más clara que el agua, porque no existe una defensa física contra este tipo de violencia ambiental desproporcionada y provocada por un sistema socioeconómico que no reconoce los límites del planeta. La defensa más potente que tenemos, entonces, es diseñar estrategias y organizarnos colectivamente a nivel global, para revertir nuestro rumbo.
Este 22 de marzo (Día Mundial del Agua), el movimiento socioambiental argentino liderado por las nuevas generaciones, vuelve a las calles con un desafío monumental. Lograr que la crisis climática y ecológica se instale definitivamente como un asunto prioritario en la agenda pública. Bajo este contexto, lo único que puede frenar su avance es la construcción de un movimiento integrado por todos los sectores de nuestra sociedad. Argentina es una capital de grandes transformaciones y avances. Si decidimos tomar las riendas de nuestro propio destino, actuando en el presente y llenando las plazas icónicas de nuestra patria, el futuro será nuestro.
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