“Lunes otra vez… sobre la ciudad”, cantaba hace tres décadas Sui Generis. Alberto Fernandez ama los clásicos del rock. Y quizás se inspiró en Charly y Nito para elegir últimamente los lunes para hacer sus grandes anuncios y evitar que sean siempre igual. Tristes y grises de soledad.
Hace quince días anunció por TV que Marcela Losardo se iba “agobiada” del Ministerio de Justicia. Hace una semana que su reemplazante sería Martín Soria. Y mañana la “novedad” viene con acto y todo. Finalmente Alberto Fernandez se convertirá en Presidente del Partido Justicialista Nacional, un cargo que ocuparon todos los Presidentes peronistas de la democracia. Los varones. Porque por falta de deseo y por desdén intelectual —más que por machirulaje partidario (aunque también)— Cristina Fernandez fue la excepción a esa regla.
El armado del cierre de listas del PJ fue un buen ejercicio pre electoral. Sentados en una mesa de un lado Máximo y Eduardo “Wado” de Pedro, del otro Santiago Cafiero y Agustín “el Chivo” Rossi (Juan Manuel Olmos participó como virtual veedor y asesor jurídico por ser el apoderado partidario), los hombres se pusieron de acuerdo en un armado contenedor de las corrientes internas incluyendo, desde ya, a los gobernadores.
Está claro que si bien el cargo es formal, que el PJ se encolumne atrás del Presidente es el puntapié de largada a Agosto/Octubre, las fechas oficializadas también esta semana para las elecciones generales de este 2021.
El oficialismo sabe que juega una carrera contra sí mismo. Sus enemigos son la inflación y la pandemia, en ese orden. La oposición está ultima en la lista de preocupaciones.
Es lógico. Si bien está ensalzada mediáticamente, acarrea demasiados torbellinos aún sin resolver. Más arcaica pero también más institucional y democrática, la UCR dirime sus cuitas hoy con internas partidarias (millennials googleen). El PRO en su modernidad y personalismo de cuna, deberá zanjar sus diferencias con retiros espirituales o golpes de fusta. Después del acto de lanzamiento de la candidatura presidencial de Mauricio Macri el lunes con la presentación de su libro “Primer Tiempo”, Horacio Rodriguez Larreta va a tener que tomar, más temprano que tarde, una decisión de diván: ¿esperará, como hasta ahora, “heredar” por ley de gravedad la candidatura de la oposición o se decidirá a “matar” al padre?
Algo está claro para el Gobierno. Empiezan meses donde la reactivación económica en términos estadísticos no va a dejar lugar ni para que la minimicen los medios opositores. A partir de marzo los comparativos anuales entran todos en competencia con los meses de parate total de la Argentina. Ayer se cumplió un año del inicio de la cuarentena más larga del mundo. Esa que permitió duplicar las camas de terapia en todo el país, que logró que la primer ola de la pandemia no hiciera colapsar el sistema de salud, pero también que llevó a la recesión más aplastante de todos los tiempos. El marzo/marzo ya va a dar números alentadores pero de ahí en más todos los meses serán exponenciales. Se estará comparando con la nada misma que fue la inactividad total del año pasado.
Está claro que quien tiene el peso político del año sobre sus hombros es Martín Guzmán, posiblemente, el menos político del gabinete. Tan poco político que el lunes pasado cometió el pecado de sentarse en un programa de televisión de la vereda de enfrente, al mismo tiempo que en otra pantalla Alberto anunciaba el nuevo ministro de Justicia. Los números hablaron por sí solos. El interés por lo que dijera Alberto se desvaneció. Así que Guzmán terminó casi triplicando en rating a su jefe. Y esas cosas en el universo del poder…NO SE HACEN 🤷🏻♀️🤦🏻♀️
Por suerte el ministro partió hacia Washington en viaje programadísimo pero del que aún nadie sabe el cometido final. No hay reunión con Janet Yellen, la secretaria del Tesoro, ni acuerdo con el Fondo a la vuelta de la esquina. Sin embargo, Guzmán aprovechará la reunión del martes con Kristalina Georgieva para intentar traducir ante el FMI a CFK. Tan simple y complejo como eso. Algo así como del Calafate a Washington.
Conocedor de su lugar como tecnócrata, Guzmán sabe que no es su competencia la decisión política final. También sabe que, de firmar el acuerdo con el FMI, ninguna de sus cláusulas afectará el rumbo de la economía preelectoral. Es decir, es fábula que no se firma el acuerdo ahora porque implica un ajuste que el año electoral no toleraría. El plan es a mediano y largo plazo. La firma implica un plan para los próximos diez años. Ningún numero del 2021 alterará ni a propios ni extraños.
El tema es más complejo. El apuro en diciembre por cerrar con el Fondo era directamente proporcional al termómetro más sensible de la economía argentina: la brecha entre el dólar oficial y el paralelo. Domado ese potro con otros métodos, el apuro dejó paso a la parsimonia. Sobre todo teniendo en cuenta que la firma implica visitas de control cada tres meses.
El gran dilema por estas horas es saber qué puede traer el ministro de Washington para que su gira se considere exitosa en público. Ya que en privado tiene claro para que viajó y qué quiere conseguir (que el Fondo entienda y tolere aunque no comparta, el pensamiento y rumbo de Cristina). Pero nada que pueda, desde ya, anunciarse en público.
Mientras tanto en Buenos Aires, calmado el affaire del Ministerio de Justicia, volvió a desatarse la guerra sin cuartel en el tema seguridad. Una vez más Sergio Berni hizo una puesta en escena para evidenciar sus diferencias con Sabina Frederick que calentó el avispero y exasperaron a más de uno.
Intendentes, Alberto Fernandez y Máximo Kirchner están unidos, esta vez, en la misma bronca hacia el método del ministro bonaerense con más libertad de acción de todas las épocas.
Hasta ahí el tema es político. El problema es que a decir de alguien de la coalición gobernante que conoce la provincia como la palma de su mano, en el caso de la seguridad la complicación es operativa. “Estamos peor que hace un año”, dice la fuente dando a entender que no podrá pasar mucho tiempo más sin que se tome una decisión.
Ahi las miradas se trasladan a Axel Kicillof. Y ahí se empieza a notar una situación de facto. De a poco el gobierno de la provincia empieza a hacer anuncios anticipatorios. Casi como una avanzada de lo que termina después apoyando o concediendo el gobierno nacional.
En Salud pasa todo el tiempo. Y en el terreno económico, si bien Axel se cuida de no hacer alarde público, está claro que en los hechos actúa como un fiel de la balanza para Alberto y Cristina en las decisiones de trascendencia económica.
Los fiscales del sur de Manhattan tienen oficinitas de dos por dos, atestadas de papeles, donde conviven las donuts con los vasos descartables de café aguachento. Pero todos, absolutamente todos tienen el mismo póster en sus paredes: una foto gigante de la galaxia con un simple bajada, Fiscalía número XX del Distrito Sur de Manhattan.
Dicen los que conocen a Kicillof que para el gobernador su espacio de influencia tampoco está delimitado por la General Paz. A Axel le estaría faltando en su despacho la foto enmarcada de la misma Galaxia Interestelar. O del mismísimo Universo.
Bonus Track 1
Mañana estarán todos en la asunción de Alberto Fernandez al mando del PJ en Pilar. Excepto Sergio Tomas.
Massa sigue preservándose de regresar al PJ y ya tiene pensado para abril la convención anual de su partido que se postergó el año pasado por la pandemia. Por lo pronto en la lista bonaerense del Frente para la Victoria ya piden pista De Mendiguren y Mirta Tundis. Y está en discusión -o no tanto- el debut de Malena Galmarini. El martes la presidenta de Aysa volverá a tener un acto público compartido con el Presidente y a seguir soñando con encabezar la lista bonaerense de candidatos a diputados. Veremos.
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