Presenté en el Senado Nacional un proyecto de ley para facilitar el otorgamiento de tierras fiscales a la producción, con el objetivo de promover el arraigo y el desarrollo sustentable en el interior de nuestro país, allí donde las economías familiares son pilares del sector agropecuario y grandes generadoras de empleo.
El espíritu del proyecto es impulsar la agricultura familiar y que esta sea económicamente viable para que una familia pueda vivir y desarrollarse. Luego, en un plazo razonable, esa familia deberá afrontar el pago de la tierra adjudicada.
La posibilidad de distribuir mejor las cuantiosas tierras fiscales que hay en la Argentina representa una oportunidad para que nuevos productores puedan concretar su vocación y aumentar así el número de familias dedicadas a la actividad agropecuaria. Necesitamos seguir trabajando para lograr el círculo virtuoso de las “3T”: tierra, techo y trabajo. Este proyecto apunta definitivamente a favorecer eso.
Para materializar esta iniciativa, propongo la creación del Instituto Nacional de la Colonización, el cual será integrado por cinco miembros: tres propuestos por el Poder Ejecutivo con acuerdo del Congreso Nacional, uno en representación de las entidades ruralistas y otro representante de las provincias. Este instituto implementará planes de colonización, según la región del país, siguiendo pautas técnicas.
Por otra parte, el Instituto establecerá las condiciones para quienes deseen participar de las adjudicaciones. Asimismo, fijará el valor de las tierras adjudicadas y los plazos de pago, que no podrán exceder los 25 años, dando previsibilidad a las familias. El adjudicatario sólo recibirá el título de propiedad tras el pago completo al Estado.
La necesidad de desterrar la cultura de la toma y las prebendas
Considero que este proyecto presenta una visión radicalmente opuesta a la cultura de la toma de tierras y las prebendas, que se ha hecho tristemente popular en Argentina. Para colmo, se trata de prácticas en ocasiones fomentadas desde las propias autoridades gubernamentales.
La gente del campo sabe que la tierra hay que ganársela con trabajo y esfuerzo. Y que el Estado, en todo caso, debe estar para ayudar, no para regalar. Mucho menos es aceptable que alguien pueda ocupar ilegalmente un terreno que no le pertenece.
No caben dudas que el campo es y seguirá siendo el gran motor del desarrollo productivo de la Argentina. Y en lo que respecta a los pueblos y rincones más distantes de nuestra querida Argentina, está claro que el campo seguirá representado la mayor fuente de arraigo, movimiento económico y generación de riqueza genuina.
Es fundamental que desde el Estado se trabaje desde esta postura constructiva, generando herramientas concretas para favorecer a los sectores que tienen un potencial gigantesco para generar trabajo, lograr mayor competitividad para producir y comercializar más. Quizás no sea un camino fácil, como ciertamente no lo fue para nuestros abuelos colonos que hicieron grande a la Argentina. Pero está claro que este es el único camino para tener una Argentina más rica y más justa.
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