Un nuevo espacio electoral parece haber comenzado a desandar el siempre difícil camino hacia la consolidación de nuevas fuerzas políticas en la Argentina. La coalición denominada “Vamos” logró aglutinar las voluntades de más de una decena de dirigentes auto percibidos de derecha -con sus lógicos matices y expresiones políticas de origen- para que, aun con los necesarios y seguramente arduos acuerdos que resolver, puedan generar una propuesta electoral de cara a los comicios legislativos que se avecinan.
Entre los dirigentes del nuevo espacio están los economistas de alta exposición mediática José Luis Espert y Javier Milei, dirigentes de trayectoria radical como Ricardo López Murphy, ex PRO como Cinthia Hotton, exponentes de partidos tradicionales como la UceDé, referentes de partidos de fuerte raigambre provincial como el Autonomista Nacional del ex senador Romero Feris, ex menemistas como el otrora Ministro de Economía y fundador del CEMA Roque Fernández, e incluso dirigentes más jóvenes provenientes de vertientes autoproclamadas libertarias como Yamil Santoro, entre otros.
La mayoría de estos dirigentes tiene sus propios espacios y seguidores, aunque ninguno por sí mismo puede aspirar -o por lo menos así lo demostraron los últimos comicios- a congregar una masa de electores significativa que les permita erigir una oferta electoral gravitante. Sin embargo, la propuesta que se hizo pública esta semana por parte del espacio Vamos podría cambiar dicho escenario de tradicional fragmentación de la derecha, buscando de congregar voluntades para generar una gran PASO y definir candidaturas de cara a los comicios generales.
Es evidente que, más allá de la novedad, las enunciaciones y entusiasmo de sus protagonistas, posteos celebratorios en redes sociales o registros formales ante los organismos públicos, lo que definirá si una nueva fuerza de derecha ha nacido en el escenario electoral, es, en primer lugar, que se presenten a la contienda y logren un porcentaje significativo de votos. Ganar, evidentemente, no será el objetivo de la novel coalición, pero, en el escenario actual, podrían alcanzar un lugar importante que dé comienzo a un proceso de acumulación política a partir del ingreso al Congreso de la Nación. En segundo lugar, ninguna fuerza es tal si sólo subsiste lo que dura una contienda electoral. En otras palabras, ganar y sobrevivir a más de una contienda electoral es el desafío de cualquier espacio político, y uno que especialmente interpelará a Vamos a la luz de la histórica fragmentación que caracterizó a la derecha argentina.
Juego electoral: antagonismos y votos
Ninguna estrategia es mala per se; son las circunstancias, los actores y los objetivos los que definen qué es lo mejor que se puede hacer ante una determinada coyuntura y frente a los adversarios de turno. La polarización ha sido una estrategia efectiva tanto para Cristina Fernández de Kirchner como para Mauricio Macri. Cada uno de ellos logró imponerse a su adversario posicionándose en términos de antagonistas irreconciliables e incitando a que los electores se inclinen por uno o por otro candidato en una suerte de elección que se reducía a éstas dos únicas opciones. Pero en la argentina del 2021, con una pandemia que no cesa aún y una economía cuya recuperación seguramente será lenta, impulsar la polarización desde Casa Rosada podría ser una jugada peligrosa.
La insistencia del gobierno en identificar a Mauricio Macri, primero, y a Horacio Rodríguez Larreta posteriormente, como sus adversarios políticos, aquellos con los cuales enfrentarse para incitar a que el electorado se distribuya en el escenario político en torno a opciones binarias, pareciera tener que repensarse.
En este marco, podría pensarse que este nuevo espacio electoral de derecha se presenta como un problema para Juntos por el Cambio. Como vienen señalando distintos estudios de opinión pública desde 2019, no es entre el electorado kirchnerista donde candidatos como Milei, Espert o Gómez Centurión pueden crecer; o por lo menos no en un volumen relevante. Es en ese 40% de votos obtenidos en octubre de 2019 por Juntos por el Cambio donde el nuevo frente electoral tiene puesto sus ojos, y en dónde puede hacerse fuerte si sabe aprovechar la frustración de expectativas que produjo la gestión de Macri en amplias franjas de sus votantes.
Si el gobierno de Fernández se decide a sumar al nuevo espacio político entre sus adversario políticos y subirlo al ring electoral, podría lograr que una suma interesante de votos que hoy se alinean en Juntos por el Cambio por simple rechazo al oficialismo -pero no por amor a ningún liderazgo de la oposición- cambie su voto, dispersando de esta manera el voto opositor en más de una oferta electoral. Sin embargo, para lograr suscitar este tan mentado fenómeno, es necesario que el presidente eche por tierra la estrategia de polarización que abogan la ex presidenta y el núcleo duro del kirchnerismo.
Los antiguos esgrimieron una máxima que bien podría aplicarse como estrategia a este nuevo contexto electoral y al surgimiento de una fuerza capaz de debilitar a Juntos por el Cambio: divide et impera, traducida normalmente como divide y domina. Si el oficialismo logra dividir el voto opositor dejando de polarizar con Juntos por el Cambio, rivalizando también con el espacio Vamos, existe la posibilidad de un resultado electoral más prometedor.
Es posible que estas elecciones legislativas sean la gran disputa por los electores desencantados, ya sean los desencantados de Juntos por el Cambio respecto a la gestión de Macri y la falta de liderazgos en la oposición, como también los desencantados del Frente de Todos por la marcha general de la economía, golpeada por los efectos de una pandemia que parece nunca acabar. La clave para la victoria o, al menos, para evitar una derrota, está en que todos los desencantados no se agrupen en el mismo lugar.
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