Hacia un modelo de gobernanza de los datos públicos

Los datos permiten un reconocimiento más veloz de los errores; son indispensables para tener mejores diagnósticos y corregir las accione

Alberto Fernández en la Asamblea Legislativa (Presidencia)

Marzo es el inicio oficial del año en el Congreso. Si bien hubo sesiones extraordinarias durante el verano, en realidad solo una sesión tardía en el caso de Diputados, recientemente presenciamos la ceremonia de apertura del 139° periodo de Sesiones Ordinarias del poder legislativo. Como el protocolo y la salud democrática indican, el Presidente, además de presentar el estado de situación de la Nación, expone sobre las metas y acciones para el año que se inicia a través del ritual de apertura.

A diferencia del año pasado, cuando presenciamos un discurso con metas y objetivos y un lenguaje de consenso y concordia, con referencias a líderes históricos que iban de Sarmiento y Perón a Alfonsín, este año el protagonismo fue una defensa del pasado inmediato. Si bien en sus palabras hubo un espacio a la autocrítica cuando señaló que “ningún gobierno de la tierra se puede arrogar el privilegio de no cometer errores”, este fue el punto elegido para pasar al ataque. Mientras que las disculpas respecto a la vacunación VIP estuvieron ausentes en todo el discurso, la defensa del gobierno y el tono electoralista dominaron la presentación.

Complementariamente al tono defensivo, hizo referencia al gran despliegue de medidas tomadas para paliar el impacto económico y social de la crisis y contener la situación sanitaria que el COVID desató. Al igual que en todo el globo, las gestiones gubernamentales estuvieron orientadas a la pandemia. Sin embargo, algunas naciones aprovecharon para desarrollar herramientas que les permitieran mejores diagnósticos, mejor planificación, un seguimiento en tiempo real de la ejecución de los planes y, como resultado final, un modelo de gestión coherente, integrado y eficiente.

Estos modelos se basan y tienen de insumo los datos. Por ejemplo, Singapur implementó un sofisticado programa de rastreo de contactos que sigue la cadena del virus de una persona a la siguiente. En Israel, la tecnología permite conocer el lugar donde se encuentran las personas con coronavirus y, en caso de detectar que se encuentran violando el aislamiento, les envían mensajes obligando a cumplirlo. Si estos ejemplos suenan fuera de nuestro alcance, en la región países como Chile y Brasil han llevado adelante un seguimiento del proceso de vacunación abierto que permite a la sociedad civil participar en el manejo de datos. El sector privado también hizo su aporte. Google realizó informes por país, que expresan las tendencias de movimiento de la población a partir de información anonimizada y agregada.

Vemos así que las herramientas digitales y los datos cumplieron un papel tan importante como los testeos, las camas hospitalarias y los respiradores. Sin embargo, más allá de la app Cuidar y MiArgentina, el gobierno argentino no volcó su estrategia a desarrollar sistemas que le permitieran frenar los contagios. Tampoco integró los datos, aún hoy dispersos, que se generaron por la intervención de los distintos ministerios. Desde cruzar los y las beneficiarias del Ingreso Federal de Emergencia con el padrón de los receptores de la Tarjeta Alimentar, hasta saber si quienes fueron destinatarios del Programa de Recuperación Productiva se encuentran al día con el pago de las contribuciones patronales y aplicando los recaudos en seguridad e higiene necesarios para proteger a la comunidad trabajadora.

Un modelo de gestión basado en datos y evidencias no parece estar en los planes del gobierno de Alberto Fernandez, al menos en lo que respecta al 2021, al menos por lo que expresó en la apertura. Por eso, y a pedido del Presidente, queremos cumplir en marcar los errores y deficiencias, pero acercando propuestas que nos permitan mejorar no solo el abordaje de una pandemia sino el funcionamiento del Estado.

Son los datos los que permiten un reconocimiento más veloz de los errores; son indispensables para tener mejores diagnósticos y corregir las acciones, que por falencias de diseño o desvíos individuales, atentan contra la eficacia y los buenos resultados de las iniciativas públicas

El Presidente celebró la publicación de los datos de las obras públicas. Nosotros también. Pero así como es posible hacerlo en ese ministerio, es posible -y deseable- llevarlo adelante en todas las áreas de la gestión estatal. Los datos permiten diseñar y ofrecer más y mejores servicios públicos al ciudadano. La gran cantidad de datos generados por el Estado necesita ciencia de datos para permitir políticas públicas informadas, oportunas, eficientes y transparentes. Políticas que no solo protegen a la sociedad de enfermedades o que se centran en estrategias de contención social, sino que sirvan para salir de una crisis económica a través de soluciones innovadoras y colaborativas.

La transparencia es indispensable para la confianza pública, sobre la que debe sostenerse la legitimidad gubernamental y la autoridad institucional para reclamar la adhesión a las normas. Con esto en mente, desde Juntos por el Cambio presentamos un proyecto para transparentar la campaña de vacunación con estándares mínimos de información para reforzar la trazabilidad de los datos.

Contar con un buen sistema de datos no es solo un recurso tecnológico sino un modo de gobernar y vincularse con la ciudadanía. En estos días estaré presentando un proyecto que busca establecer un marco de responsabilidades institucionales claras, que fije estándares mínimos para todos los procesos que atraviesa el ciclo de vida del dato, implemente los organismos de coordinación pertinentes, determine las características técnicas y, en general, un modelo integral de gestión de datos que le permita al Estado Nacional detentar el liderazgo sobre sus datos y ejercer la gobernanza.

Reconocemos que no son temas “de alto impacto público” y que no suele resultar “sexy” y atractivo. Pero su impacto es mayúsculo en la sistematización y eficiencia del Estado. Quizás, de haber contado con un buen sistema de datos y de haber cumplido la promesa de la apertura del 2020 de “conformar un cuerpo de empleados estatales profesional, estable y creativo”, el Presidente se hubiera ahorrado el recambio del ministro de Salud y su discurso podría haber sido un llamamiento al trabajo conjunto, en lugar de desplegar acusaciones que buscan tapar la falta de transparencia con la que se manejó el tema.

A pedido del Presidente, este es nuestro aporte.

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