¿Se puede hablar de política en un Templo?

El corazón del mensaje bíblico y profético es el de alcanzar la madurez como sociedad, al aprender a ponerle límites al poder

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Templo de Jerusalém
Templo de Jerusalém

A primera vista, resulta incongruente. Un oxímoron. ¿Mezclar lo divino y lo profano?, ¿el cielo con la tierra? Suena hasta fuera de lugar. Justamente ese lugar bañado por el halo de lo sagrado, esas paredes revestidas de espíritu, no parecieran poder resistir la banalidad y lo bastardo que rodean a la política.

Sin embargo la misma pregunta que abre al debate invita a la vez a indagar acerca de cuál es entonces el mensaje o la voz que trae la religión. Cada expresión religiosa, en la belleza de sus diferencias, es definida en su esencia por un propósito, una misión. ¿Cuál sería esa misión en el Judaísmo? ¿Cuál es el mensaje central de la Biblia? Si pudiéramos resumirlo en una frase, ¿qué propone y espera de nosotros la Torá?

También dentro del universo judío encontraremos una paleta de colores para arriesgar una respuesta. Aquí, apenas la propia.

La Torá es el diseño espiritual del proyecto de construcción de una sociedad basada en un código ético. Parafraseando a Abraham J. Heschel, más que la imagen del Hombre en busca de Dios, es la de un Dios buscando que el Hombre se encuentre a sí mismo. Que descubra su imagen en el prójimo y juntos edifiquen una sociedad justa, equilibrada, con oportunidades para todos, de respeto a lo diverso, de libertades responsables e igualdad ante la Ley. Una sociedad que diseñe su propio destino en vez de sólo tercerizarlo en sus dirigentes. Una sociedad que se vea empoderada desde la inversión continua en el estudio y la educación, porque es la ignorancia la que le quita todo poder. Un poder imprescindible. Poder para ponerle límites al poder.

Por supuesto que la tradición religiosa judía contiene rituales, música, plegaria, meditación, contemplación y misticismo. Pero debemos aprender a diferenciar entre la herramienta y el objetivo. Instantes de insight, de elevación espiritual, de estudio de fuentes milenarias y conexión con lo divino, son apenas el puente para llegar a la meta. El objetivo es utilizar esas armas para construir el modelo de sociedad que aspiramos.

Moisés dedicó su vida y su libro a recordarnos luchar siempre por la libertad. A asumir que siempre se levantarán gobernantes que se piensen el Faraón del momento. Que merecemos y podemos lograr vivir al amparo de una Ley que esté por encima de los hombres y de sus gobernantes. ¿Qué es la próxima festividad de Pesaj sino la conmemoración de la primer epopeya de liberación de las tiranías? La Fiesta más importante del judaísmo nos suplica no quedarnos en el conformismo de ser esclavos del antojo de ningún gobernante. ¿Qué es la historia del Éxodo sino un mensaje universal a todos los pueblos para que edifiquen en cada una de sus tierras una Tierra Prometida?

En el Libro del Deuteronomio se encuentran las llamadas Leyes del Rey. Allí esperamos encontrar los atributos, honores, privilegios y potestades que tiene la máxima autoridad. Sin embargo, lo único que le exige el texto al Rey es lo siguiente: “Pero él no aumentará para sí caballos, ni tomará para sí muchas mujeres, ni plata ni oro amontonará para sí en abundancia. Y cuando se siente sobre el trono de su reino, entonces escribirá para sí en un libro una copia de esta Ley, y lo tendrá consigo, y leerá de ella todos los días de su vida, para que no se eleve su corazón sobre sus hermanos” (Deut 17:16-20) . Actuales al día de hoy las palabras de Lord Acton: “El poder tiende a corromper, y el poder absoluto a corromper absolutamente”. El corazón del mensaje bíblico y profético es el de alcanzar la madurez como sociedad, al aprender a ponerle límites al poder.

Como ejemplo, en esta semana leeremos del texto bíblico el momento en que Moisés baja del Monte Sinaí con las Tablas de la Ley. En ellas un mensaje de respeto a lo divino y al hombre. Al cielo y a la tierra. Entre sus Mandamientos aparece “No robarás”. No especifica qué, ni quién, ni a quién. Simplemente dice “No robarás”. La construcción de una sociedad ética es una ideología que trasciende cualquier ideología particular. Es una Meta-ideología. No importa si el gobierno es de derecha o de izquierda. Si obedece construcciones neo-liberales, socialistas o de centro. No interesa si el dirigente es hombre o mujer, judío, cristiano, musulmán, creyente o agnóstico. Ni siquiera si es el mismo Moisés. No interesa. Solo dice “No robarás”. Sea una gallina, un banco, el dinero de un jubilado, una vacuna o un lugar en la fila. “No robarás” alcanza para que no permitamos que nos empujen hacia precipicios de fanatismos estériles, grietas obligadas y defensas de lo indefendible.

La postura a tomar frente a lo injusto y la falta de ética, de quien sea, la grita Moisés en el Libro Sagrado: “No permanezcas indiferente ante la sangre de tu hermano” (Lev 19:16). Hablar, decir, opinar y actuar ante lo que está mal construye y fija posiciones. Callar, también.

Amigos queridos. Amigos todos.

El mensaje eterno de la Biblia nos llama al trabajo de refinamiento espiritual -el Tikún Atzmí- como la más potente herramienta para alcanzar su verdadero y más alto objetivo: el Tikún Olam, la reparación del mundo.

Nos propone vivir genuinamente desde un activismo cívico-espiritual al defender los derechos de las minorías, abrazar los valores democráticos, ser agentes de la memoria, promover la diversidad de ideas, imponerle control y límites al poder, reclamar por justicia, marchar por la igualdad de oportunidades y derechos, y ser parte de la construcción de un país donde se gobierne y se viva atravesados por la dimensión de la ética. Más allá del partido o pensamiento político que tengamos, sin importar la edad, el sexo, el color, el origen o la fe.

No se trata de hacer que sólo las paredes de un Templo sean sagradas, sino lograr que el mundo entero sea ese Templo.

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