Se dice que lo que “coordina expectativas” en economía es lo que todos creen que todos creen. En ese sentido, el discurso del Presidente ante la Asamblea Legislativa del lunes pasado ha servido de mucha ayuda. Si algunos todavía dudaban respecto de las medidas económicas que podría instrumentar el Gobierno durante este año electoral, ahora ya no quedan dudas. Ahora todos creemos lo que todos creen.
El punteo es sencillo: un programa antiinflacionario que incluye moderar la suba del tipo de cambio oficial, minimizar la actualización de los precios regulados de los servicios públicos bajo jurisdicción nacional, y utilizar los controles, precios máximos y precios cuidados de productos y servicios considerados esenciales, para que la inflación mensual, a partir de abril, “baje” a algún número que empiece con 2 en lugar de 3.
Un intento de reactivar el consumo, con crédito subsidiado en “Ahoras” de distinta duración (12, 18, etc.), y con acuerdos paritarios que, al menos en los próximos seis meses, y en los salarios más bajos, le “ganen”, por la forma de pago, a la inflación. Poner plata o crédito en el bolsillo de la gente.
Y un estímulo fiscal basado en algo de obra pública y en gasto social. Para que la economía crezca, más allá de la estadística.
En este detalle, no aparecen incentivos generales a la inversión privada, ni a la creación de empleo formal de calidad (de eso no se habla), ni tampoco se ha dicho una palabra de la inserción internacional de la Argentina en el nuevo mapa de la globalización post Covid. Parece que con el Cannabis y con autos eléctricos que no se fabrican, ni se fabricarán, al menos en el corto plazo, en la Argentina, el Ministerio de la Producción considera cubierto este tema. Por supuesto que este “programa” es incompatible con un acuerdo con la burocracia del FMI, de manera que se verá si ello implica una negociación para diferir pagos de corto plazo, o si se recibe la cuota de ampliación de capital del Fondo para pagar la deuda de este año, o algo por el estilo.
Una digresión. El oficialismo considera que un programa con el Fondo no ayuda a ganar una elección, por eso lo demora. ¿Cómo se explica, entonces que, simultáneamente, acusen al Fondo de querer ayudar al gobierno anterior a ganar una elección con un programa mucho más estricto que el que se podría acordar ahora? Al contrario, el Presidente tendría que agradecerle al Fondo que lo “ayudó” claramente a ganar la elección del 2019.
Retomo. No sólo todos creemos que el descripto más arriba es el programa de los próximos seis o siete meses, sino que todos creemos que todos creemos que ese programa es insostenible más allá de las elecciones. Pero si esto es así, empiezan las dudas respecto de lo que todos creemos que todos creemos sobre la dinámica del programa durante los próximos seis meses.
Veamos, el primer factor a considerar es la epidemia del COVID, una eventual segunda ola en otoño-invierno próximos, y la falta de vacunación suficiente, puede impedir que la actividad económica se normalice totalmente. Esperemos que no pase, pero no es un escenario improbable.
En segundo lugar, para que el repunte de la actividad económica “se note”, más que poner pesos en el bolsillo de la gente, hace falta que se pongan dólares en el Banco Central, para importar los insumos y productos imprescindibles para la producción. Hoy, esos dólares provienen, exclusivamente, de la decisión de pesificarse, de los productores de exportables en general y de los productores agropecuarios en particular. Es decir, de vender sus productos y cobrar pesos a cambio. En el caso de la exportación industrial, con acuerdos entre compañías del mismo grupo, esta decisión es menos elástica. En el caso de los productores agropecuarios es distinto. Si todos creen lo que todos creen, venderán lo menos posible, aunque los buenos precios internacionales ayudan. Veremos si son suficientes esos dólares para respaldar un mayor nivel de actividad que el mero rebote estadístico.
En tercer lugar, los controles de precios, que en la medida que afecten aún más la rentabilidad de las empresas, aumentarán los problemas de abastecimiento y los conflictos.
Por último, con un Banco Central con serias dificultades en controlar la emisión monetaria, sin poder recomponer reservas, e interviniendo para que no crezca la brecha cambiaria, aún a costa de seguir destruyendo el valor de los bonos de la deuda y su propio balance, la inflación reprimida irá creciendo, haciendo más evidente todavía la insostenibilidad del programa, más allá de los próximos meses.
Todo esto, bajo el supuesto de que se amplía el capital del FMI, o se logra un esquema de postergación de pagos de corto plazo.
Como puede apreciarse, el programa electoral presenta amenazas, aún durante los próximos meses.
Puede ser exitoso, vendiendo “tranquilidad” y cierta sensación de mejora transitoria, pero todo programa con fecha relativamente cierta de vencimiento en las expectativas de la gente corre riesgos de desestabilizarse antes de tiempo.
A medida que se acerca la insostenibilidad del futuro, se compromete la estabilidad del presente.
Por eso, contrariamente a lo que piensa el Gobierno, un buen acuerdo con el FMI sería muy útil, porque le daría un futuro sostenible a un presente sin futuro.
Como decía al principio, el Presidente nos ha ratificado lo que todos creen que todos creen y también nos ha confirmado, con sus planteos, que aun siendo exitoso, está preparando su fracaso.
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