Más que transparencia, es la opacidad lo que predomina en el Estado

No es de ahora. Se arrastra desde hace años. El sector público, en todas las jurisdicciones, está dominado por el espíritu en el que, no pocas veces, se invierte la lógica del servidor por la tangente de cómo se sirve

La Argentina arrastra una larga historia de aumento del tamaño del Estado y de creación de impuestos para financiarlo (Reuters)

Una consecuencia del espíritu de opacidad dominante en el Estado es que el futuro se hace invisible en un escenario en el que, además, el presente agobia y el pasado es la fuente de la discordia. Es obvio, en esas condiciones, la transparencia se torna incompatible con el “estilo” de esa administración.

Para pensar el futuro, en esas condiciones, es imprescindible abrir ventanas, esencialmente, para vislumbrar las oportunidades que siempre están. Y también para identificar las amenazas que, muchas veces, se infiltran en las oportunidades. Una y otra vez, por ejemplo, la oportunidad de la mejora en los términos del intercambio, como se define al aumento de los precios internacionales de los productos que exporta el país a ritmo mayor al de los que importa, sin visión y preparación del futuro, amenaza con la profundización de la economía de la primarización y sus nefastas consecuencias.

Es imprescindible abrir ventanas para observar todas las dimensiones del futuro. Para poder iluminarlo. Siempre se cruzan nubarrones, tormentas, que empañan esa mirada posible y necesaria. La pandemia es un ejemplo extraño, extremo, de una tormenta que tiende a cegarnos. Cada tormenta empaña la ventana hacia el futuro y nos encierra en ese ir y venir hacia atrás que hace del presente un laberinto trunco. Un ir y venir sin salida.

Es imprescindible abrir ventanas, esencialmente, para vislumbrar las oportunidades que siempre están

Leopoldo Marechal acuñó la idea, a la que siempre acudimos: “Del laberinto se sale por arriba”. El poeta imaginaba una situación de agobiantes laberintos en los que era posible entrar e imposible salir. Es difícil imaginar una sensación más agobiante que esa. Un verdadero oxímoron.

La solución Marechal es dar un salto. Lograr un envión para no contaminarnos. Por eso aconseja “ir por arriba”. Propone abandonar la inútil discusión de “por dónde salir del laberinto”. Propone sepultarlo saliendo por arriba. No es fácil. Necesitamos de uno que nos de pie para saltar el muro. Y que una vez arriba le demos la mano al otro para que pueda superar el nivel del muro. La cooperación, la concertación, el consenso, cualquiera sea la estrategia para salir del encierro, son condición necesaria para salir por arriba del laberinto. ¿Seremos capaces de hacerla posible?

La cooperación, la concertación, el consenso, cualquiera sea la estrategia para salir del encierro, son condición necesaria para salir por arriba del laberinto. Una salida es el Consejo Económico y Social que propuso reeditar el presidente Alberto Fernández (Adrián Escandar)

Opacidad o laberinto, son los términos que impiden el futuro. La urgencia es abrir, refrescar, generar claridad. La claridad es la condición necesaria de la cooperación, la concertación y el consenso. Abrir una ventana para poder ver por y dónde vamos. Si ésta se empaña, por la densidad sombría de los tiempos que vivimos, necesitamos despejarla. Esta es la demanda de la hora.

Ventana al futuro

Una excelente noticia fue que este Gobierno abrió una ventana al futuro con la presentación del Consejo Económico y Social. Sí. La mala es que, al mismo tiempo, fue empañada por la sombra de la opacidad de cosas de la actual gestión pública en casi todas las jurisdicciones y que -si bien con distinta intensidad y responsabilidad- ha afectado a administraciones oficialistas y opositoras.

Además, al mismo tiempo, una decisión de la Justicia -como siempre lamentablemente “en suspenso”- puso fuera de discusión la probada existencia de gigantescos e inexplicables manejos económicos que hizo, de un modestísimo monotributista que habitaba la casa que ofrece por necesidad el gobierno, un mega millonario.

Pero la buena noticia fue que este Gobierno abrió una ventana de claridad con una magnífica presentación del Consejo Económico y Social. Gustavo Beliz, cerró su esclarecedor discurso recordando: “Para un argentino no hay nada mejor que otro argentino”.

La opacidad dominante es una guillotina de la lucidez. Esa ventana abierta al futuro la empañó, primero, el lamentable vacunatorio vip y su explosión mediática. Después la indignación legítima con el periplo Báez felizmente condenado.

Hay que rescatar ese discurso que no es sólo un conjunto de palabras. Beliz eligió la frase con la que Juan Perón, en 1973, cerró la parte intolerante de las “veinte verdades peronistas” acuñadas en su primera presidencia.

Gustavo Beliz eligió la frase con la que Juan Perón, en 1973, cerró la parte intolerante de las “veinte verdades peronistas” acuñadas en su primera presidencia

La del Presidente del Consejo fue una exposición de alto vuelo conceptual -inusual en nuestra política- que señaló el camino del “nuevo trato” que necesitamos para transitar el rumbo que nos lleva al futuro. Dame pie y te doy una mano para salir del laberinto. Si no lo logramos sólo nos queda el enfrentamiento, la destrucción del presente sin el cual el futuro es impensable. No son estas frases al voleo.

Estamos en el laberinto de la decadencia, encerrados desde hace 46 años; decadencia moral por violación de los derechos humanos de la represión y la guerrilla; económica por el estancamiento que se vislumbra eterno; social por la magnitud de la pobreza en ascenso; cultural porque, habiendo sido la sociedad más sugerente de la América Latina, nuestra calificación estudiantil hoy es lamentable.

Por eso la de Beliz no fue la elección de una frase al azar. Fue la apertura de un nuevo trato político, desde el oficialismo, que es la condición necesaria para escapar de la corriente profunda que nos arrastra al colapso.

Gustavo Beliz, cerró su esclarecedor discurso en el CES recordando: “Para un argentino no hay nada mejor que otro argentino” (Presidencia)

Cuando Alberto Fernández asumió la presidencia también abrió conceptualmente esa puerta que clausuraba el encono in crescendo generado a partir de la grieta de la 125. Debemos detenernos en la 125. No sólo por lo grave que fue el hecho en el pasado, sino porque la eventualidad de una profundización de la escalada del precio de la soja, puede generar -en algunos sectores del oficialismo- similares tentaciones.

La 125 hecho lamentable y de notable impericia, propiciado y ejecutado por el entonces ministro Martín Lousteau -quién es hoy paradójicamente un vocero de la oposición- fue crucial como divisoria de aguas. Hay un antes y un después de ese momento. Dramatizó el enfrentamiento político que aceleró la parálisis de la economía y la desintegración de la sociedad.

Estancamiento y desintegración

La 125 fue el punto de ruptura de la convergencia entre sectores del radicalismo y el kirchnerismo. El “no positivo” marcó el retorno a la oposición de aquellos que habían contribuido a la primera presidencia de Cristina Fernández imaginando en ella una vocación por la República que no ha demostrado tenerla.

En ese momento se generó la inviabilidad de todo diálogo entre oficialismo y oposición, cualquiera sea oficialismo y cualquiera sea oposición. Lo demostró Cristina Fernández de Kirchner y lo demostró Mauricio Macri.

También la 125 fue un punto de quiebre entre el kirchnerismo urbano -alentado por los sectores de izquierda que se incorporaron a una coalición de base peronista- y el peronismo tradicional del interior del país, el protagónico sector rural y la inmensa mayoría de los sectores medios de la sociedad.

Alberto Fernández, protagonista de aquellos días, al asumir la presidencia -y luego de un largo período de críticas al cristinismo que por esas razones había abandonado- expuso, en las palabras de su primer discurso, una propuesta de convivencia, de diálogo, de comprensión. Fue muy esperanzador.

También Mauricio Macri, que resultó una frustración para sus votantes, hizo campaña con la propuesta de eliminar la pobreza, luchar contra la droga y unir a los argentinos.

Tanto Mauricio como Alberto, comenzaron sus gestiones valorando el mandato de la unidad nacional para pensar el futuro. El primero sucumbió a la miseria del marketing político acuciado por el descomunal fracaso de su economía. El segundo extravió el camino en su primer año, golpeado al extremo por la pandemia y con una economía que carreteaba -cada vez a menor velocidad- sin poder levantar vuelo.

La buena noticia es que aquél Fernández del diálogo fue rescatado por las palabras de Gustavo Beliz que invitaron a construir el cimiento del proyecto político más importante de las últimas décadas.

El Consejo Económico y Social puede echar luz, transparentar, sobre las decisiones públicas

El Consejo Económico y Social puede echar luz, transparentar, sobre las decisiones públicas. Por ejemplo urge poner sobre la mesa el tema del transporte, uno de los subsistemas cuya ineficiencia hace de la Argentina un país paradigmático. Esté en marcha la cuestión de la hidrovía ¿Cuál es el Plan en que se incluye?¿Qué desarrollo contempla de la bandera argentina?

Si se trata este tema se estará echando luz sobre una de las infraestructuras más opacas y más caras -comparando internacionalmente- de la Argentina. El sistema de transporte afecta la productividad, la integración social, el ambiente, sin duda la organización del trabajo del futuro y en la Argentina, su desorden, es la consecuencia de la opacidad que es producto de la orfandad institucional.

Hay que rescatar los debates importantes y también castigar la opacidad. Eso es abrir las ventanas al futuro y desempañarlas. Las dos cosas.

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