Un discurso, múltiples personalidades

El mensaje parecía haber sido escrito por personas con visiones diferentes y leído por un Alberto Fernández que quiere dejarlos contentos a todos

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(Comunicación Senado)
(Comunicación Senado)

Alberto Fernández no inauguró las sesiones ordinarias del Congreso. Dio un discurso, sí, pero se olvidó de incluir la apertura formal del año legislativo. Puede parecer anecdótico, pero si a este desprecio pequeño, aunque significativo, se le suma el ataque explícito a jueces y fiscales por sus investigaciones y sus sentencias, obtenemos un panorama de qué piensa este Poder Ejecutivo sobre los otros dos poderes de la república. Por si eran necesarios mayores simbolismos, mientras el presidente decía todo esto, sentada al lado estaba Cristina Fernández de Kirchner, investigada por corrupción y lavado en la causa que la semana pasada condenó a Lázaro Báez a 12 años de prisión. No es que alguien se vaya a sorprender con esto, pero vivirlo de primera mano y tan abiertamente es algo a lo que no debemos acostumbrarnos.

El discurso, en una metáfora del gobierno, parecía haber sido escrito por personas con visiones diferentes y leído por un Alberto Fernández que quiere dejarlos contentos a todos. Otra posibilidad es que sea el mismo Fernández quien no decide su posición en temas fundamentales como el respeto institucional, la creación de empleo o el valor de la educación, pero desilusiona un poco menos la primera hipótesis.

Apoyado en la conveniencia de datos parciales, o directamente falsos, dijo por ejemplo que en 190 países se suspendieron las clases, pero no aclaro que en prácticamente ninguno hubo suspensión durante todo el año como en nuestro país. Habló de la caída del financiamiento educativo respecto de 2015 sin aclarar que ésta se dio en realidad en los fondos que las provincias invierten en educación y no en el gasto nacional. También sostuvo, en materia de lucha contra el narcotráfico, que durante el anterior gobierno se persiguió el consumo en lugar de a los cabecillas, afirmación tan evidentemente falsa que ni hace falta refutarla. En materia económica habló de la necesidad de crear empleo, pero sin anunciar una sola medida para esto, salvo un ambicioso plan de obra pública que no aclaró cómo se financiará, convirtiéndolo en una promesa vacía. Finalmente, para no perder la costumbre y quizás porque cuando uno se ve en problemas se refugia en los lugares donde se siente cómodo, volvió a sostener que el endeudamiento de nuestro país se debió al gobierno de Mauricio Macri, omitiendo contemplar el nivel de deuda y deficit que había dejado el gobierno de quien le ofreció la candidatura a presidente. El deficit, y él lo sabe bien, es el gran generador de deuda. Pero la idea de la malversación debe ser sostenida a lo Goebbels para poder avanzar en la denuncia por defraudación.

Finalmente, hubo olvidos. No explicó cómo vamos a encarar la etapa que viene de la pandemia. No esperábamos que aprovechara la oportunidad para disculparse por el privilegio que le dio a amigos y militantes poniendo en riesgo la vida de los que la precisan, pero al menos sí que dijera cómo vamos a seguir hacia adelante. Tampoco detalló nada de cómo continuará el plan de vacunación o el de muestreos, que son clave para poder a la normalidad.

La conclusión que impacta es que el 1ro de marzo de 2021, después de un año de pandemia y colapso económico, el presidente no habló ni de cómo vamos a vacunar a la gente, ni de cómo vamos a reactivar la economía. ¿Para qué habló?

Al final, nos sorprendió a todos haciendo suyas las palabras del presidente Macri, cuando pidió ser recordado como el presidente que unió a los argentinos. Es loable la intención, pero luego de escuchar el resto del discurso uno se preguntaba quién habría escrito esta parte, o si Alberto estaba al tanto. Porque todo lo que había dicho antes no tenía nada que ver con esta intención, por el contrario, la negó en cada uno de los párrafos previos.

El cierre fue un intento quizás noble dentro de un discurso perdido, donde el presidente volvió a dejar en claro que cuando habla (y, peor, cuando actúa) pretende satisfacer a todos dentro de su gobierno, propios y extraños. Pero no es así como se gobierna. Hay que trazar un rumbo, conducir a la sociedad hacia allí y ser ejemplo. Tres características que lamentablemente quedaron en la cola de temas a incluir en el discurso. Quizás tendrían que haber tenido un contacto que las hiciera pasar.

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