Pausa, esa breve interrupción del movimiento que nos convoca en el silencio al mayor de los encuentros, nuestro propio universo.
La pausa nos invita bucear en el océano de la interioridad para encontrarnos y encontrar, ese “instante” donde surge la información, que brota del corazón y llamamos intuición.
Todos intentamos allanar el camino. Pero son muchas las veces que frente al desafío de “perder” nos aferramos a lo conocido sin tener en cuenta las posibilidades que existen en lo desconocido.
Cuando más necesitamos una pausa, mayor es la presión de seguir por diferentes motivos. Pero la habilidad de hacer una pausa nos permite reflexionar y no actuar desde el impulso. Es un aprendizaje fundamental en nuestra vida. Incorporar el arte de la pausa se vuelve saludable para nosotros y para nuestro entorno.
El valor que le damos a la palabra influye en cómo nos perciben los demás, por eso es importante tomarnos una pausa, antes de comprometernos con algo que no sabemos si vamos a poder cumplir.
El silencio, ese “tesoro” difícil de conseguir, es elocuente, nos transforma la mirada, nos despierta a la escucha activa, y le damos verdadero sentido a la palabra. Si cambiamos la “actitud”, dejamos la comodidad de esperar soluciones, para ir a buscarlas.
“Si queremos resultados diferentes nuestras acciones tienen que ser diferentes”.
Una pausa para fortalecernos y conformar una red de confianza, donde debilidades y fortalezas sean el puntapié inicial de un objetivo que nos permita trabajar conjuntamente en el encuentro, debilitando el desencuentro para lograr la construcción de nuevos acuerdos que nos permitan seguir creciendo.
Aceptando lo que pasó como un aprendizaje, pero despiertos y decididos a experiencias diferentes que fortalezcan el encuentro. Participando en el otro sin dejar de ser uno.
Vivir sin pausa, nos hace propensos a la división frente a la amenaza de perder poder, y no percibimos que cuando el poder divide ya no es poder, es ego, un poder débil y limitado, lejano al poder que surge en el encuentro desde el amor, que es ilimitado y nos convoca a accionar desde el valor de la verdad, que como valor no es propiedad de nadie, nos pertenece a todos. Donde el otro ya no es una amenaza, sino parte de un mismo anhelo.
Despertar nuestro potencial humano es pisar el umbral de la libertad, que nos impulsa con la fuerza creativa del amor a ocupar el propio espacio, y construir una nueva realidad donde la indiferencia no tenga lugar.
Soltar la desconfianza, la frustración, la ira, la división, tomarnos el tiempo necesario y encontrar una solución donde no haya espacio para la venganza o el resentimiento. Si queremos crear una realidad diferente busquemos desenvolvernos de manera emocionalmente inteligente, reconociendo nuestras emociones para poder reconocer las de los demás y así, establecer buenas relaciones, que nos permita ser verdaderos líderes de nuestra vida y nuestra sociedad.
La pausa tiene un propósito concreto: dejarnos “ser” y brindarnos la ocasión de pensar y hacerlo creativamente.
La pausa nos convoca al encuentro con nosotros mismos y con los otros.
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