Inquietudes en un país que se repite a sí mismo: inflación, escasez de divisas y restricción energética

Es como si viviera el pasado en vivo y en directo todos los días. Y para muchos que llevamos varias décadas de frustración a cuestas, la memoria se va convirtiendo en esa historia que desearíamos no tener que revivir

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La Argentina sigue siendo la misma de siempre, y que los problemas de hoy y los desafíos de mañana son y serán los mismos que enfrentamos desde que tenemos memoria
La Argentina sigue siendo la misma de siempre, y que los problemas de hoy y los desafíos de mañana son y serán los mismos que enfrentamos desde que tenemos memoria

El ayer, el hoy y el mañana no son consecutivos. Están conectados en un círculo sin principio ni final” (Dark, Episodio 1. Netflix).

“Quien ha mirado lo presente ha mirado todas las cosas: las que ocurrieron en el insondable pasado, las que ocurrirán en el porvenir”. Marco Aurelio, Reflexiones. Citado por Jorge Luis Borges en El tiempo circular. Historia de la Eternidad.

La pandemia de covid-19 nos ayudó (y nos ayuda) a dejar de lado por momentos esa sensación de eterno retorno, ese más de lo mismo que inquieta y nos frustra, y que invita a dejarse llevar por el pesimismo y la desesperanza. Pero está claro que debajo de su terrible manto, la Argentina sigue siendo la misma de siempre, y que los problemas de hoy y los desafíos de mañana son y serán los mismos que enfrentamos desde que tenemos memoria.

Tenemos un país sin Estado, prácticamente sin bienes públicos, pero donde una mayoría imponente de la clase dirigente y de la población cree que el Estado debe/puede ocuparse de todo. Y sostiene esa creencia a pesar de que ese Estado tiene un tamaño infinanciable, que ahoga con impuestos impagables al sector privado (que es el que genera riqueza) y que cuando no tiene posibilidad de endeudarse, usa el balance del BCRA y su capacidad de emitir moneda de manera irresponsable.

Tenemos un país sin Estado, prácticamente sin bienes públicos, pero donde una mayoría imponente de la clase dirigente y de la población cree que el Estado debe/puede ocuparse de todo

Para peor, como si con lo anterior no fuese suficiente, los asuntos de gobierno son manejados por políticos (y sorprendentemente también por técnicos) que están convencidos o se auto-convencen de que es posible “controlar” la inflación (fuente de pobreza y hambre) con congelamientos, controles, prohibiciones, aprietes y acuerdos sectoriales (cuyo aporte no ha ido nunca más allá de alguna foto para la ocasión), y que las políticas sociales son un sustituto perfecto de la consistencia macroeconómica. Recetas con olor a naftalina que nunca han funcionado más allá de algunos meses, y cuyas consecuencias han sido peores que la problemática que buscaban solucionar.

Los asuntos de gobierno son manejados por políticos (y sorprendentemente también por técnicos) que están convencidos o se auto-convencen de que es posible “controlar” la inflación (fuente de pobreza y hambre) con congelamientos, controles, prohibiciones, aprietes y acuerdos sectoriales
Los asuntos de gobierno son manejados por políticos (y sorprendentemente también por técnicos) que están convencidos o se auto-convencen de que es posible “controlar” la inflación (fuente de pobreza y hambre) con congelamientos, controles, prohibiciones, aprietes y acuerdos sectoriales

Vale la pena recordar que de los últimos 70 años, sólo en 13 tuvimos inflación de un dígito y que los precios en el primer bimestre del año subieron más que la inflación anual del 85% de los países que hoy existen (150 países de un total de 175).

El presente replica el pasado

A la inquietud que produce la inflación, se le agregan otras también de orden macroeconómico como la falta de dólares, el raquitismo de la inversión y el bajo crecimiento de la actividad y el empleo. Pero esas no son las únicas. Por donde se la mire, la Argentina está plagada de problemas que se repiten y que interactúan y se refuerzan entre ellos.

A la inquietud que produce la inflación, se le agregan otras también de orden macroeconómico como la falta de dólares, el raquitismo de la inversión y el bajo crecimiento de la actividad y el empleo

Una de esas fuentes de inquietud es la cuestión energética y, más precisamente, el abastecimiento de gas. Si bien el Gobierno parece haber reaccionado a tiempo, la cuestión energética volverá a ser uno de los temas que habrá que seguir de cerca al menos durante este año. La implementación del Plan Gas Ar (Plan Gas 4, como se lo conoce en el mercado) busca permitir un incremento de la producción con el fin de evitar no sólo mayores importaciones de gas (licuado y desde Bolivia), de forma de ahorrar la mayor cantidad de divisas posible, sino también de evitar cortes durante el invierno.

Pero, a pesar de que el plan luce prometedor, incluso desde los escritorios estatales no se prevé que logre incrementar la oferta de gas lo suficientemente rápido como para cubrir las necesidades invernales.

Según las proyecciones oficiales, la demanda invernal (suponiendo un invierno medio, no demasiado crudo) podría llegar a unos 169 millones de m3 diarios (en julio), mientras que la oferta local sería de unos 107 millones m3/día. En tal sentido, tal como puede verse en el gráfico, hacia finales de 2020 la producción de gas se ubicó en el orden de los 113 millones m3/día, mostrando una tendencia negativa a lo largo de todo el año. Parte del desbalance previsto se cubriría con unos 13 millones m3/día provenientes de Bolivia, mientras que el faltante de unos 40 millones de m3 diarios en los meses de mayor consumo debería ser cubierto con importaciones de GNL (vía el puerto de Escobar) y con combustibles alternativos.

La utilización de combustibles alternativos al gas natural posee varias desventajas entre las que se destaca, tal como sostiene la Secretaría de Energía, “el significativo encarecimiento en el costo de generación de energía eléctrica, lo cual ante la imposibilidad de afrontar dichos costos por parte de la demanda, se traduce en un significativo aumento de los subsidios energéticos que el Estado Nacional debería erogar con el objeto de no recargar a los usuarios del sector residencial con este sobrecosto, ni traspasar dicho impacto al sector industrial luego de las importantes consecuencias que la pandemia trajo sobre la economía nacional”.

La utilización de combustibles alternativos al gas natural posee varias desventajas entre las que se destaca, tal como sostiene la Secretaría de Energía, “el significativo encarecimiento en el costo de generación de energía eléctrica

O sea, la eventual falta de gas podría tener repercusiones directas no triviales sobre la situación fiscal y sobre la actividad industrial. Pero además, no hay que dejar de lado sus eventuales consecuencias sobre la disponibilidad de divisas.

Recordemos que el saldo comercial energético pasó de un superávit de unos USD 3.900 millones en 2009 a un déficit del orden de los USD 7.000 millones a fines de 2014 (una reversión de unos USD 11.000 M en 5 años!). El año pasado la balanza comercial energética cerró con un superávit cercano a los USD 1.000 millones, después de una progresiva mejora fruto -primordialmente- de una notable caída de las importaciones de energía que pasaron de USD 13.400 millones a mediados de 2014 a sólo USD 2.600 millones el año pasado.

Es probable que el complejo agroexportador esté en condiciones de aportar una mayor cantidad de dólares (USD 5.000 millones / 6.000 millones) siempre que el atesoramiento de granos de parte de los productores se mantenga dentro de los guarismos usuales, gracias a una cosecha gruesa que parece poder superar los embates de La Niña (luego de las recientes lluvias) y a los excelentes precios internacionales, pero la reversión del saldo comercial energético se hará sentir sobre el balance de divisas.

Tanto las restricciones energéticas, como la inflación o la falta de divisas son problemas recurrentes de nuestra historia.

Tanto las restricciones energéticas, como la inflación o la falta de divisas son problemas recurrentes de nuestra historia

En mi memoria aparecen el racionamiento energético de mediados de los años 60, como resaltaba una crónica periodística de la época, el de los ´70, los cortes de luz de Raúl Alfonsín y los de la presidencia de Cristina Fernández de Kirchner. O sea, se trata de problemas que reaparecen con insistencia desde hace más de 60 años, y cuya solución no admite más viejas recetas ni un enfoque parcial. Los puntos de contacto entre tales problemas son múltiples y como sostuvimos anteriormente, la interacción entre ellos no hace más que agravarlos.

Por ende, la solución de los problemas macro y estructurales de la Argentina debe ser encarada de manera integral y con una visión de conjunto. Encarar parcialmente las urgencias a medida que se presentan es el mejor camino para que reaparezcan -más temprano que tarde- en el futuro inmediato.

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