Las tablas mundiales que se conocen cada año indican que la Argentina está en el pelotón de los países donde la corrupción es casi un modo de vida. Es tan inepta la acción del Estado, pese a los controles, que todo se arrastra por años sin resolución.
No es nada exagerado: la economía negra, en el país, es tan grande como la economía en blanco. La intensa presión fiscal, ávida, fuera de todo límite, impide una vuelta a la producción que alcance los índices buenos para el campo y para la industria y, en la intermediación, el comercio. No sólo hay una caída económica colosal, al mismo tiempo se incrementan las acciones ilegales, como la fuga de capitales argentinos no declarados por USD 320.000 millones al exterior. Todo producto de la desconfianza y el incumplimiento de las leyes.
Es muy difícil que esos capitales regresen. No hay confianza en lo que pueda suceder. En otros casos venden sus infraestructuras de producción por mucho menos de lo que valen.
Es lo mismo que ocurre en estos momentos en el mercado inmobiliario. Quien quiere irse del país o buscar otra ruta para sus modos de vivir, entrega sus propiedades por bastante menos dinero de lo que realmente valen. Basta ir en auto por las calles de los barrios de clase media y observar los carteles de venta o alquiler.
¿ Siempre sucedió esto en la Argentina? ¿Causa asombro la existencia de 3.000 acomodados deshumanizados que buscaron desde hace un tiempo aplicarse la única vacuna existente (la Sputnik) sin pensar en aquellos que se la merecían porque las partidas eran escasas, porque estaban muy enfermos y en terapia intensiva para escapar de la muerte?
Aferrarse a que nada pasó porque se hizo la “avivada“ de siempre no es suficiente argumento.
En el siglo XIX los caudillos provincianos odiaban a Buenos Aires porque se quedaba con todas las partidas de rentas generales. Cada provincia imprimía su propia moneda para subsistir ante esa discriminación, que generó un resentimiento grave y muchas muertes. En el siglo anterior en el Virreinato las autoridades miraban para otro lado respecto al modo de vida en Buenos Aires: el contrabando. Era la plata en negro, la formación de familias muy ricas que invertían todo en el mejoramiento paulatino de la calidad de la carne vacuna y en los pastoreos. Los extranjeros preferían a Buenos Aires y no a Montevideo, “estado tapón” para oficiar de territorio amortiguador que evite más amenazas entre la capital de nuestro país y Río de Janeiro, y hacer lo imposible para evitar guerras.
Los beneficiados por los regalos de tierras amplias por parte de Julio Roca después de la Conquista del Desierto no pagaban impuestos si eran amigos del poder. Era una manera de conseguir muchos votos en las elecciones.
Resultó tan exagerado el enfrentamiento de los conservadores con los radicales que le hicieron la vida imposible con una corrupción extendida, que nunca pudo aclararse. Todo terminó y todo empezó con el golpe militar de Uriburu en 1930. La década del 30 estuvo signada por la malversación contable en frigoríficos argentinos y barcos europeos que llevaban la mercadería al viejo continente. Lisandro de la Torre denunció este “arreglo” fiscal de los frigoríficos con el alto poder y casi pierde la vida en un atentado en el Parlamento.
El “acomodo” fue y es una forma de la vida cotidiana en el país. Incluso institucionalizada. Para cualquier tipo de gestión donde hay impedimentos y se quiere superarlos, siempre hay alguien que pueda hacer una llamada.
Pero en las décadas de nuestros padres jóvenes y abuelos había pruritos. Un concejal se suicidó porque intervino en la venta ilegal de unos lotes en El Palomar y fue señalado por la opinión pública.
En estos días el presidente Alberto Fernandez carga con el escándalo de las vacunas VIP, que benefició con impunidad a políticos, artistas, altos funcionarios de los ministerios y muchachos de La Cámpora. Fernández está acusando a los medios de comunicación por difundir información incorrecta. Esta forma de perseguir a periodistas o medios de comunicación es de gobiernos débiles o ineptos o autoritarios. Casi 3.000 personas le sacaron la vacuna a los cientos de miles de argentinos que la están necesitando de urgencia.
Una cosa es pagar entradas a espectáculos con sobreprecio y otra muy diferente quitárle la vacuna a una comunidad cuyas autoridades actuaron sin eficiencia. Carla Vizzotti es una discípula de Ginés García así que no pudo ignorar todo lo que estaba pasando.
¿Qué pasó con los acuerdos con el laboratorio Pfizer? ¿Ginés tuvo que esperar que le impusiera una corresponsabilidad por las características de su aplicación? ¿Qué pasó con Carla Vizzotti que viajó dos veces a Moscú para visitar el laboratorio donde se producían? ¿No se le ocurrió firmar acuerdos precisos para la llegada inmediata de la vacuna? Los problemas de abastecimiento también los posee Europa. Hay que imprimir mayor velocidad para hacerle frente en mejores condiciones a las diferentes olas o mutaciones.
Los ciudadanos saben que el Gobierno no ha cumplido con sus promesas. Que los métodos que se usó en los primeros tiempos no fueron los correctos. Es decir falló la Comunicación que no es usada correctamente por la administración de Alberto Fernández, como ocurrió en los tiempos de Mauricio Macri y de los otroskKirchneristas. Se está descuidando una comunicación que deba ser clara y alentadora.
Mal ejemplo fue el de Santiago Cafiero que declaró que “todo lo que está pasando es un invento del periodismo”. Con eso no se juega. Todo se puede dar vuelta.
Y ya sabíamos desde antes de que fuera escrito en los años ochenta un libro del gran jurista Carlos Ninno: “Argentina es un país fuera de la ley”.
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