Una ofensa gratuita a México

En el intento de halagar a su anfitrión, López Obrador, el presidente Alberto Fernández ofendió al país que fue generosa tierra de asilo ni más ni menos que de Héctor Cámpora y de miles de argentinos militantes de una tradición de la que el actual oficialismo se pretende heredero

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Alberto Fernández y su par
Alberto Fernández y su par mexicano, Andrés Manuel López Obrador (REUTERS/Luis Cortes)

“México tiene el primer presidente honesto en muchos años”, dijo el presidente Alberto Fernández en su primer día de visita en ese país, durante una actividad compartida con el primer mandatario mexicano, Andrés Manuel López Obrador, a quien evidentemente buscaba a toda costa halagar, ya que no se limitó con enunciar ese concepto una sola vez, sino que lo reiteró. “México tiene el primer presidente decente en muchos años”, insistió.

Y, para que no quedaran dudas, siguió: “Por fin México tiene un presidente como merecen los mexicanos, por primera vez México en muchos años tiene un presidente con valores morales y éticos como merecen los mexicanos”.

No hubo reacciones a estos comentarios, de momento, pero difícilmente la ofensa haya pasado inadvertida. En diplomacia, se toma nota de todo. En diplomacia, las naciones tienen una continuidad, una existencia, por encima de los avatares ideológico-partidarios.

Los comentarios de Alberto Fernández sobre López Obrador

Tampoco hubo reacciones en la Argentina, porque la oposición está demasiado concentrada en ver cómo saca rédito de la crisis de las vacunas, como para ocuparse de “nimiedades” tales como semejante descalificación de un país amigo por parte de quien nos representa ante el mundo, más allá del signo partidario.

Además de lo anti-diplomático, el comentario revela una llamativa ausencia de conciencia histórica; y hablamos de una historia muy reciente, que muchos argentinos contemporáneos hemos vivido; una historia que además es objeto de culto y de supuesta memoria permanente por parte del actual oficialismo.

¿Puede ignorar Alberto Fernández que en tiempos de la Guerra Fría México fue la tierra de asilo de todos los perseguidos del mundo, con prescindencia de sus identidades partidarias, con una generosidad legendaria?

En lo que concierne a la Argentina en particular, son demasiados los testigos vivos de la acogida desinteresada que dio México a los exiliados de la dictadura de 1976, muchos de ellos funcionarios y amigos de esta cuarta gestión kirchnerista como para suponer que el Presidente pueda desconocerlo.

La mayor paradoja es que entre esos exiliados estuvo ni más ni menos que el ex presidente Héctor J. Cámpora, inspirador del nombre de la columna vertebral del kirchnerismo que tiene por referente a Cristina Fernández de Kirchner, que es quien llevó a Alberto Fernández a la presidencia.

El ex presidente Héctor J.
El ex presidente Héctor J. Cámpora, rodeado de otros exiliados en México. A la derecha de la foto, Esteban Righi

Más aun, México salvó la vida de Cámpora al brindarle refugio en su Embajada de Buenos Aires el día del golpe de Estado del 24 de marzo de 1976. Junto con él, también se asiló en esa sede diplomática Juan Manuel Abal Medina, otro protagonista emblemático de los años 70, de los que los cuadros kirchneristas se pretenden herederos.

Cámpora residió en la Embajada del país a cuya clase política Fernández acaba de ofender tratando de deshonesta e indecente, hasta noviembre de 1979, cuando finalmente la dictadura lo dejó salir hacia México donde residió hasta su muerte, en diciembre de 1980.

El ideologismo ciega a esta administración en sus gestos de política exterior. Recordemos que, poco después de que el Presidente declarara que él y López Obrador eran los únicos mandatarios latinoamericanos que deseaban cambiar el mundo, el líder mexicano visitó a Donald Trump en Estados Unidos y le prodigó varios elogios, tales como: “Hemos recibido de usted comprensión y respeto”.

La frase de Alberto Fernández evoca aquel “déficit de historicidad” que Rodolfo Walsh le reprochaba a la conducción de Montoneros y que hoy se refleja en el capricho de querer presidir un partido a la vez que se desconoce el ideario de su fundador.

El general Perón calificó de “apresurados” y “desagradecidos” a los miembros de aquella tendencia.

Alberto Fernández fue apresurado en su crítica genérica a México y su historia y, como presidente de la Argentina, fue desagradecido hacia quienes cobijaron a tantos compatriotas en horas difíciles.

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