Renovados desafíos para el Mercosur

Se cumplen 30 años de su lanzamiento, pero Argentina llega a esta instancia con una economía reprimarizada, ya que no ha sido posible encarar una continuidad de políticas económicas orientadas a remover estructuras de producción con bajo valor agregado, escasa expansión industrial, pobre productividad y débil generación de empleo

Guardar
Recientemente, Alberto Fernández asumió la presidencia del Mercosur
Recientemente, Alberto Fernández asumió la presidencia del Mercosur

Se cumplen 30 años del lanzamiento del Mercosur y este aniversario encuentra a la región en una situación inédita, atravesando una recesión producto de la pandemia y con perspectivas poco estimulantes en el ámbito global, donde el comercio internacional tuvo en 2020 un retroceso estimado de casi el 10 por ciento, la caída más pronunciada desde la crisis del 2009.

En términos de PBI, el derrumbe a nivel global habría sido de casi 4,5%, aunque en América Latina la debacle habrá sido mayor, superior al 7%, según diversas evaluaciones.

Pero más allá de este escenario adverso, signado además por la incertidumbre sobre la evolución de la pandemia, los planes de vacunación y el restablecimiento generalizado de la actividad económica, la celebración por tres décadas de Mercosur no debe hacernos perder de vista que la Argentina llega a esta instancia con una economía reprimarizada, ya que no ha sido posible encarar una continuidad de políticas económicas orientadas a remover estructuras de producción con bajo valor agregado, escasa expansión industrial, pobre productividad y débil generación de empleo.

Las asimetrías con Brasil han sido notorias desde el arranque mismo del Mercado Común. El país vecino había desplegado una política de desarrollo que le proporcionó una estructura industrial pujante, preparada para competir en el mundo y exhibir un sostenido comportamiento exportador.

En la Argentina, en cambio, la restricción externa se volvió moneda corriente y permanece como un problema que no hemos logrado resolver al día de hoy, más allá de cepos o limitaciones de distinta índole para custodiar las escasas divisas disponibles. Vaya un ejemplo del desequilibrio con Brasil: para 2020 se estima que hubo un déficit en el intercambio bilateral de USD 800 millones.

En un nuevo aniversario del Mercosur es oportuno recordar que en verdad la piedra basal para este proyecto de integración -hasta hoy parcial, porque se trata de una unión aduanera imperfecta- puede encontrarse allá por 1961, cuando el ex presidente Arturo Frondizi mantuvo una cumbre en la localidad de Uruguayana con el entonces mandatario brasileño Janio Quadros.

Se firmaron entonces una serie de convenios de cooperación con el espíritu de que era necesario para ambos países encarar estrategias de desarrollo integral, que fueran más allá de los postulados de la Alianza para el Progreso que impulsaban los Estados Unidos, iniciativa teñida de asistencialismo antes que de un verdadero estímulo para el desarrollo económico y social de los países de la región.

Hoy se siguen superponiendo asimetrías entre los socios del Mercosur, que por otra parte se suman a las existentes con la Unión Europea, mientras se evalúa la puesta en marcha de un tratado, cuya instrumentación requerirá de una visión estratégica para aprovechar las oportunidades y sortear eventuales daños para los sectores sensibles del país.

Recordemos que la Unión Europea reúne al día de hoy a 27 países, suma casi 500 millones de habitantes y representa más del 20% del PBI global. El Mercosur, en cambio, congrega a 285 millones de habitantes, es la sexta economía mundial, pero representa sólo el 3% del PBI global.

Habrá que tener en cuenta también que el impulso exportador que habría de traccionar una fuerte recuperación económica de China puede exhibir como efecto colateral una renovada primarización de nuestras exportaciones, siendo que las que se destinan al gigante oriental acreditan bajo nivel de agregación de valor.

En consecuencia, es imprescindible que en tanto se trabaja en despejar el camino para superar la pandemia, la Argentina no sólo se comprometa a restablecer el tejido productivo y social dañado, sino que defina una estrategia de integración nacional y desarrollo sostenido que le permita incorporarse con más énfasis y fortaleza a las corrientes económicas globales que ya sobrevuelan a todos los sectores de la economía.

En este sentido el Mercosur, al ampliar los mercados nacionales, brinda la posibilidad de atraer inversiones a toda la región. Pero para que se beneficie el conjunto deben existir equilibrios macroeconómicos para que los capitales no se concentren en un solo país.

Sólo con ese objetivo será posible avanzar con renovados procesos integradores en el Mercosur y explorar nuevos entendimientos con otros bloques económicos del planeta, teniendo en cuenta la prioridad de integrar y desarrollar nuestra estructura productiva, crear empleo y promover mayor equidad.

Seguí leyendo

Guardar