La complicidad vigente los llevó a importantes funcionarios y referentes a desnudar sus miserias, como en toda decadencia se impone el ascenso de los peores. El absurdo “consejo económico y social” de las formas matutinas incrementó su pobreza con la denuncia de un conocido doble agente, que jugó su mejor deporte, la traición. Un traidor delató la traición de los funcionarios a su pueblo, no fue una excepción, fue una muestra perfecta de la prebenda que caracteriza a toda una dirigencia política, dirigencia aliada y hasta asociada a los triunfadores en el disfrute del distanciamiento económico y social. Trascender en el ejemplo es el sueño de los políticos, los otros, esos que son solo aves pasajeras, esos siempre se llevan lo que pueden. Nunca les importa el juicio de la historia. Los caídos y los vacunados los eligió el presidente, como solían decir las abuelas, “dime con quién andas y te diré quién eres”.
Desde que se supo que el uno por ciento de la humanidad acumulaba muchas más riquezas que el noventa y nueve restantes, entendimos de qué estábamos hablando. Los debates de ideas siempre intentan reducirlos a personas, cosa de no tocar los temas de fondo. La concentración económica y la distribución de la riqueza son la raíz de la injusticia en que vivimos. Sabemos diferenciar a Estados Unidos de Europa, y a China de muchos. Los países nórdicos son un ejemplo; los que se utilizan para asustarnos, como Cuba y Venezuela, solo un desacierto. No estamos discutiendo entre capitalismo y marxismo, lejos de eso, el tema es qué tipo de capitalismo elegimos. Se insiste en la libertad, la democracia y la justicia, sin tocar la distribución de la riqueza, que no hay duda es el centro del debate. El resto hoy es decorado, con la injusticia actual la libertad y la democracia son términos vacíos de contenido. Nuestra experiencia es de las peores de la humanidad, fuimos una sociedad integrada y terminamos en un cincuenta por ciento de caídos. Ese hecho no es casual, negar su origen está en la esencia de sostener la presencia del virus. Los grandes grupos económicos son dueños de los dos partidos principales, el gobierno se disfraza de justiciero cuando en rigor representa uno de los rostros de la miseria, se defiende diciendo no ser el peor. Leer el libro de Santiago O ́Donnell sobre Macri nos desnuda la otra cara de la corrupción. Unos con los cuadernos, los otros con Mauricio, imaginar la honestidad de un lado y el mal del otro es solo una manera de expresar que uno prefiere ser tuerto a enfrentar la dura realidad.
Los gobiernos deberían definirse por la deuda que incrementaron, los empleados públicos que nombraron y la pobreza que nos legaron. Con esos datos precisos no sería tan fácil insistir en demostrar que el otro fue peor, estéril manera de asumir que uno carece de rumbo.
Las privatizaciones impusieron un pensamiento dominante, el de libre mercado, quienes se apropiaron de las empresas se convirtieron en propietarios de los medios y avisadores, fuera de ellos transitan los restos de la política, las ideas que poco o nada pueden imponer. Y la triste situación de esa clase media que sufre el “síndrome de Estocolmo”, los ricos le vendieron el cuento del peronismo malo, cuando Menem fue su mentor principal y quien les regaló las empresas que eran de todos y terminaron en oscuras manos, demasiadas de ellas extranjeras. Hay una sola religión vigente, es la del libre mercado, solo sus profetas y sus seguidores tienen derecho a difundir sus dogmas.
Hoy no hay gobierno justiciero, no toca los grandes intereses, no está distante de ellos, en rigor nadie se auto agrede, menos un grupo que es cultor de la codicia con el disfraz de la política. Van por las cajas como si fueran objetivos de justicia social, y a veces van por la justicia social tan solo por las cajas que esa cruel necesidad contiene. Nos vamos hundiendo en la miseria a un ritmo acelerado, la sociedad reacciona con la melancolía o la violencia. De los caídos surge a veces el delito, la única seguridad que dura es la justicia distributiva.
Han hecho del peronismo un nombre vacío de memoria, como tantos otros retazos del pasado. Para quienes gobiernan es un amuleto que aporta votos habiendo usurpado sus símbolos tanto como vaciado lo más importante de su contenido. Para sus enemigos, es el chivo expiatorio que arrastra todos los males, como si ignoraran que lograron con sus traidores más poder y riquezas que con la misma dictadura. La historia solo se puede narrar desde el último Perón, repito siempre que la guerrilla logró imponer como proyecto ideológico su mediocridad y el golpe lo esencial de su economía. No era sólo Perón, estaban todas las fuerzas democráticas, todavía mucho más sólidas que los bancos. Era democracia contra dictadura, hoy terminamos habitando en un país con las formalidades de la democracia y los objetivos consolidados de la dictadura. Mientras esta ecuación no se modifique seguirá creciendo la pobreza.
Insisto en mi propuesta, cada gobierno deberá publicar al retirarse como alteró los números de la deuda, de la pobreza y de los empleados públicos. Y dejen tranquila la historia del peronismo, tanto los que la intentan degradar como los que la intentan parasitar. Los pueblos agradecen a quienes los benefician y no a los que recuerdan a quienes lo hicieron. Ni el pasado ni los culpables son el tema de nuestra angustia, sólo la falta de proyecto, y para eso se necesita grandeza, virtud por ahora ausente sin aviso.
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