La pandemia ha puesto al mundo en una instancia muy complicada de la que aún no ha salido, por cierto, en muchos planos: en el plano de la salud de las personas y las sociedades, en el plano económico, en el plano del trabajo de cada uno, en el plano de las relaciones sociales, en el plano de la medicina en términos generales, de los problemas que pueden afectar a las personas con independencia del virus, los problemas de carácter psicológico que se registran en muchos lugares del mundo; y por superar la pandemia nos ha generado una situación abismal frente al futuro. Hay un montón de problemas que han concentrado la atención del mundo en el último año largo.
En este contexto, se ha vuelto muy difícil analizar, examinar y ofrecer un punto de vista respecto a la gestión de los presidentes en términos generales. Como el caso de Alberto Fernández y el de Trump: el primer año de Alberto Fernández signado por la pandemia, el último de Trump también signado por la pandemia. Y todos los presidentes están –de un modo u otro– atravesados por la gestión de la pandemia.
En este contexto, se vuelve muy difícil analizar la performance de un presidente porque la pandemia limita el análisis. La pandemia ha puesto al mundo patas para arriba y por lo tanto los aspectos clásicos con los cuales uno mira a un presidente están distorsionados por el bendito asunto de esta pesadilla con la que convivimos todos los días.
Uno podría decir que Alberto Fernández lleva apenas un cuarto de su mandato ejecutado, que está rodeado de limitaciones políticas muy visibles, que no estamos en presencia de un líder significativo y que por el momento, aún faltando tres años para finalizar su primera gestión, no estaríamos en presencia de un Presidente importante. Estamos más bien en presencia de un Presidente ajustado a problemas políticos muy severos con una visión de las cosas bastante anacrónica. Pero faltan tres años y yo podría modificar mi juicio y mi punto de vista de aquí en adelante en varias oportunidades. Pero como la pandemia limita el examen de los presidente a la gestión de la pandemia, hasta ahora en Argentina han pasado dos o tres cosas:
Todos los pronósticos que se formularon al principio fueron un fracaso, empezando por el pronóstico del propio Ginés González García respecto a la llegada del virus a la Argentina. El ministro había pronosticado que esto no llegaba al país y hoy somos el número 12 en cantidad de casos. E incluso fallaron los pronósticos de la Ciudad de Buenos Aires que pronosticaban el famoso pico de la pandemia para abril del año pasado y hoy tenemos más casos que en abril del año pasado. Habría que decir, en honor de la verdad, que el que estuvo más acertado fue (Nicolás) Kreplak –al que hemos criticado tanto–, que fue el que dijo que esto iba a durar un montón de tiempo.
Además de haber fracasado con los pronósticos, Argentina ha tenido problemas serios con el manejo de la cuarentena, que evidentemente estuvo mal manejado y me parece que estamos aprendiendo un poco de ese fracaso inicial. Y sí Argentina ha acertado al menos en que no le colapsó el sistema sanitario. A diferencia de otras ciudades grandes del mundo u otros países que han tenido colapsos severos y esas imágenes gracias a Dios no las hemos visto y presumo que tampoco las veremos, porque evidentemente algo se hizo bien allí en la combinación del sector público con el privado.
Creo que quedan tres prioridades para los presidentes incluyendo el argentino: la primera son las vacunas, la segunda son las vacunas y la tercera son las vacunas.
Porque finalmente, todo lo demás, siendo que no solamente es complejo examinar a un presidente en un contexto pandémico, sino que también la pandemia condiciona al resto del funcionamiento de un país, por lo tanto lo más relevante que tiene un país por delante son: 1) la vacuna, 2) la vacuna, 3) la vacuna, 4) no importa. Y la verdad que hasta ahora la performance de Argentina en materia de vacunas es un desastre y corremos el riesgo de no tener la suficiente cantidad de vacunas para atender lo necesario y quedar como un país ‘contagiado’.
A Uruguay le pasó lo mismo, aún no empezó. Miren Chile: vacuna a más de 100.000 tipos por día, ya pasaron los más de dos millones y medio de vacunados. Estados Unidos prevé vacunar a la mitad de su población en el mes de abril e Israel finalizarla en el mes de marzo. Y yo no me como el cuento de que no hay vacunas. ¿Cómo que no hay vacunas? Está lleno de vacunas. Pregúntele a los israelíes, a los chilenos o a los europeos que acaban de comprar 350 millones de dosis de Pfizer.
Tampoco me como la historia de que como Argentina es un país marginal va a depender del programa de COVAX, que son las donaciones de los tipos ricos a los países humildes. No señor. Yo me iba a vacunar a Saavedra 15 cuando era chiquito. La tradición de la Argentina en materia de vacunación es muy importante, seguramente –me imagino– la más importante de América Latina. Pero hoy estamos vacunando en la Provincia (de Buenos Aires) apenas a 8.000 personas por día; y la Ciudad tiene que empezar a vacunar a gente recién de los 80 años, y Quirós acaba de decir que hasta agosto no tenemos vacunada a la población de riesgo.
Señores, ¿de qué van a hablar hoy en el CCK?, ¿del futuro del medio ambiente?; ¿de qué están hablando? Me parece que estamos frente a un problemón, que va a tener derivaciones políticas, económicas y sociales y obviamente sanitarias.
Argentina se quedó sin vacunas.
Las 51 millones de dosis que prometió el ministro, ¿dónde están?, ¿cuáles son? ¿de qué compañía? ¿cuándo llegan? Un misterio.
Los números que vimos ayer de vacunación en la Argentina, más la ratificación de los rusos respecto de que ellos no pueden producir vacunas, le han puesto un sello a esta historia: Argentina tiene que retomar su prioridad en vacunación y tiene que cambiar su equipo de gente que está frente al tema, porque ha fracasado.
Yo no soy de pedir renuncias, yo no pido renuncia, no es mi trabajo, pero el equipo que está frente a este tema ha fracasado estrepitosamente.
Esto tiene que cambiar hoy antes de que tengamos un problemón y Argentina quede cerrada como consecuencia de no tener vacunas.
Tengo la impresión de que no estamos sintonizando, no estamos calibrando correctamente la magnitud del problema que estamos teniendo enfrente.