Con vacunaciones masivas en algunos países y la consecuente caída del número de internaciones y muertes, el mundo empieza a tener la expectativa de que la luz al final del túnel sea la salida.
Esto está provocando ciertos movimientos en los mercados de capitales:
- La tasa del bono a 10 años de los EEUU, está subiendo, o sea que el precio del bono está bajando. Esto significa que los tenedores están vendiéndolos, ya sea porque ven menos incertidumbre a futuro y por ende van a activos más riesgosos (acciones) y/o porque esperan una tasa de inflación superior a la tasa que el bono está rindiendo (expectativa de inflación del 2% anual vs 1,16% que rinde el bono). Estas son muy buenas noticias. Para quienes no lo es para los que tienen en sus carteras bonos largos (más de 3 años de plazo); pero esa es otra historia.
- El precio del petróleo se acelera, así como también el de la mayoría de las materias primas y commodities. Las proyecciones muestran que, debido a la reducción de inversiones que hicieron los productores durante los últimos años, sumado a los actuales cuellos de botella en la logística, habrá un problema para satisfacer la demanda proyectada, con la consecuente suba de precios y obviamente, un incremento en el precio de las acciones de empresas relacionadas.
El precio del petróleo se acelera, así como también el de la mayoría de las materias primas y commodities.
- Los temores por una inflación creciente siguen aumentando, siendo los bonos una pésima alternativa de inversión. Como contrapartida, los latinoamericanos hasta ahora poco proclives por sumar acciones –a precios razonables– a sus carteras, al parecer no tendrán otra alternativa que aceptar la volatilidad de corto plazo de este tipo de títulos, si quieren conservar el valor futuro de sus ahorros.
- Muchos inversores analizan si las acciones están caras o baratas, comparándolas con sus precios pre-COVID. Aunque este método podría servir para varios rubros o ciertas empresas en particular, para nada es relevante para aquellos segmentos que vienen rezagados hace más de una década, y menos aún, si en el medio hubo emisiones monetarias por más de 10 trillones de dólares.
- La suba de tasas del bono de EEUU a 10 años, tampoco parece ser una buena noticia para el segmento tecnológico (tema de valor presente de los flujos futuros... demasiado aburrido para explicar en estas líneas). Quizás sea la razón de porqué el mercado parece ir saliendo de este sector y estar entrando a las tradicionales (“rebalanceo de cartera”, como comúnmente se lo conoce).
Los latinoamericanos hasta ahora poco proclives por sumar acciones –a precios razonables– a sus carteras, al parecer no tendrán otra alternativa que aceptar la volatilidad de corto plazo de este tipo de títulos, si quieren conservar el valor futuro de sus ahorros
- Las inversiones inmobiliarias, durante décadas la “niña bonita” para los latinos, pasaron a convertirse en un activo casi tóxico, por el efecto COVID. Las antiguas “gallinas de los huevos de oro” de este segmento, los inmuebles comerciales y residenciales en urbes como New York, Boston, San Francisco, Londres y otras grandes ciudades íconos del mundo, pasaron a ser parias. Las reducciones en el precio de sus alquileres del orden del 35%, obviamente hacen caer en igual medida los precios de los inmuebles. Lo sorprendente es que la mayoría de inversores desconocen que existen 13 categorías de inmuebles, donde, así como los comerciales y multifamiliares (departamentos) cayeron de precio, todos los demás segmentos los incrementaron, así como también los flujos que generan (rentas por alquileres). Eso sí, hay instrumentos más eficientes y hasta tributariamente más convenientes para comprar inmuebles, que hacerlo vía la forma tradicional (inmobiliaria-escritura-administrador-inquilino-fisco-iliquidez... ¡problemas!).
Varias de estas cuestiones cobran mayor magnitud al haber tanto inversor novato y sin asesoramiento (tal vez más que nunca en las últimas décadas). El mayor tiempo libre de algunos por la pandemia y la posibilidad de abrir cuentas de inversión online y operar prácticamente con costo cero ha causado un ingreso al mercado de millones de inversores “de a pie”. Ellos son particularmente permeables al pánico o euforia carentes de fundamento real, y sin duda es un factor adicional que los asesores tenemos que considerar tanto para nuestros clientes como para intentar orientar a esos nuevos inversores.
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