El coronavirus está rondando en nuestras vidas hace más de un año. Su llegada generó una serie de políticas públicas de salud para la atención de pacientes y la internación domiciliaria tomó mayor protagonismo por sus beneficios y su efectividad. Pero lamentablemente muchos todavía no lo vieron. Aún en 2020, se tomó la decisión en varias oportunidades de aferrarse a formas “tradicionales” de atención en el caso de la atención a pacientes con COVID-19. Incluso se llegó a contratar hoteles no previendo al hogar como un lugar para sanar.
Este tipo de internación forma parte del Programa Médico Obligatorio (P.M.O.) porque tiene cientos de beneficios, entre ellos, que otorga la posibilidad de eludir el riesgo de contagio intrahospitalario, los traslados y costos; permite la realización de un seguimiento y acompañamiento a la medida de cada persona y en su entorno familiar, con la tecnología, los insumos y el personal humano que necesita; y otros puntos por los cuales en este contexto de pandemia empezó a revalorizarse aún más.
En la Patagonia, una de las zonas más críticas por la ocupación de camas, la internación domiciliaria permitió descomprimir en gran medida la situación. Así, desde nuestro servicio, durante septiembre se atendieron en sus casas a 46 personas, la mayoría de Río Grande y en menor medida de Cipoletti y Bariloche. En octubre fueron 120, la mayoría de Río Grande, seguido de Neuquén y General Roca. Durante noviembre, se trataron 82 pacientes, en su mayoría de Río Grande y Trelew. Pero a nivel macro, atendimos en toda la pandemia a 1 de cada 370 pacientes COVID-19 positivo de Argentina.
Cuando las condiciones del paciente y del hogar están dadas, la atención en el hogar es la opción que beneficia más, no solo al individuo que transita la enfermedad (sea COVID-19 o cualquier otra) sino al sistema y a la sociedad toda. El coronavirus nos demostró que una acción individual incide en la sociedad.
Hablar del sistema contempla referirse a la seguridad de los trabajadores esenciales. En la internación domiciliaria, los profesionales médicos del equipo llaman a los pacientes todos los días mientras transcurre la enfermedad producida por el SARS-CoV-2 y, luego, les realizan el seguimiento correspondiente. En el caso de que deban tomar alguna medicación, les hacen la receta y se las envían de forma online. Si requieren un servicio de emergencia, se les envía un móvil al domicilio para asistirlos.
De esta manera, a lo largo del 2020 y en lo que va de este año, se distribuyeron los recursos médicos según las necesidades de cada paciente en los diversos puntos del país y de manera óptima. A través de la teleasistencia, se evitaron riesgos de contagio del equipo de salud, de pacientes y familiares. Si bien resulta importante tener presente que la telemedicina no reemplaza el vínculo médico-paciente, proporciona herramientas fundamentales.
La “nueva normalidad” llegó para quedarse un tiempo más, aún sin saber hasta cuándo. Pero lo certero es que la internación domiciliaria es una estrategia que le permite a cualquier sistema de salud ampliar la posibilidad de respuesta y salvar más vidas, por lo cual es un tesoro aún poco explotado.
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