El horno no está para bollos: contexto y estructura conforman el escenario preelectoral

Los clivajes peronismo-no peronismo y kirchnerismo-no kirchnerismo son un porcentaje del panorama rumbo a agosto y octubre. La otra parte corre por cuenta del devenir de la pandemia, la economía y el éxito de la campaña de vacunación

REUTERS/Agustin Marcarian

Comienzan a circular las encuestas en clave electoral y los pronósticos están a la orden del día. Este servidor ya escribió un artículo comenzando a poner el foco en los factores que van a determinar lo que puede pasar en agosto (si es que hay PASO) y en octubre. Para analizar los contextos electorales es fundamental que quienes hacemos consultoría empecemos por los factores estructurales, aquellos que tienen más incidencia en la conformación de los escenarios. Mensajes, spots, estrategias y recorridas solo serán efectivos en la medida en que estén sustentados en una correcta lectura del escenario.

Los clivajes peronismo-no peronismo y kirchnerismo-no kirchnerismo, sumados a otros factores estructurales que enumeraremos luego, conforman un porcentaje del escenario electoral. La otra parte corre por cuenta del contexto: el devenir de la pandemia, la economía (con la inflación y la actividad económica como variables predominantes) y el éxito de la campaña de vacunación serán los factores del día a día que habrá que monitorear y seguir. Un contexto sin duda complejo, que no solamente debe tener preocupado al oficialismo. Los fracasos en la economía atañen a ambas coaliciones mayoritarias y, cuando las opciones electorales muestran incapacidad sucesiva para resolver los problemas que la sociedad pone como importantes, lo que se resiente es el sistema político. En criollo, el horno no está para bollos.

Con todo esto sobre la mesa, el oficialismo depende de que la campaña de vacunación acelere y que ello permita oxigenar una economía que ya viene maltratada desde hace rato. El objetivo político que debe plantearse el Frente de Todos es un resultado electoral que le permita conformar una mayoría propia en Diputados, prescindir de concesiones legislativas a cambio de pasar su agenda y ahuyentar los fantasmas de la debilidad. Para Juntos por el Cambio será un triunfo bloquear la mayoría legislativa del gobierno, ganar en la provincia de Buenos Aires y ponerse en carrera para 2023 como una fuerza competitiva con expectativas de victoria. Existen algunos alicientes estimulantes: 17 bancas de las terceras fuerzas están en juego en una elección en la que seguramente continuará la dinámica polarizadora y nacionalizadora que suele licuar las aspiraciones de terceras fuerzas y partidos provinciales.

En otra ocasión mencionamos que las estrategias que confeccionen tanto oposición como oficialismo en relación con los clivajes que existen en la política argentina influirán en la posibilidad de éxito electoral. No obstante, hay otra serie de cuestiones que los analistas debemos mirar, además de los clivajes.

En primer lugar, las elecciones legislativas no son una única elección con una dinámica uniforme, sino que debemos mirarlas como 24 elecciones diferenciadas, si bien el main event de nuestro rally electoral es la pelea por la provincia de Buenos Aires. En este sentido, aparece un actor que muchas veces no tenemos en cuenta, y que son los partidos provinciales: aquellas fuerzas que, concentrando su fortaleza electoral en un distrito, pueden meter la cola y recolectar un puñado de bancas.

En segundo lugar, se ponen en juego la mitad de los diputados y un tercio de los senadores: comparar con 2019 para definir quién gana y quién pierde es un error de lectura. Para Diputados el benchmark es 2017, mientras que para Senadores lo es 2015. Ambas elecciones resultaron favorables a la coalición hoy opositora. Acá el gobierno tiene una buena noticia: pone en juego menos bancas que la oposición. Juntos por el Cambio debe ganar en Buenos Aires, Chaco, La Rioja y Neuquén, demasiados goles de visitante para cumplir el objetivo electoral de mínima, que es bloquear una potencial mayoría oficialista en Diputados.

Esto nos introduce al tercer punto. Desde 2007 en adelante existe una cierta estabilidad territorial bastante visible: las coaliciones peronistas-kirchneristas son más fuertes en el conurbano bonaerense, en las provincias del norte y en la Patagonia, mientras que las coaliciones no peronistas-kirchneristas recolectan sus votos principalmente en la Capital Federal y las regiones agroexportadoras (interior de Buenos Aires, Santa Fe, Córdoba y Mendoza). Como en la Copa Libertadores, las chances aumentan cuando hacés goles de visitante, es decir, cuando el desempeño electoral de una de las coaliciones triunfa o supera la media en distritos donde el rival predomina históricamente. Por ejemplo, en 2007 el Frente para la Victoria triunfó en todo el país excepto CABA y Córdoba y en 2011 triunfó en todo el país, mientras que el no-kirchnerismo triunfó en provincias como Santa Cruz y Catamarca en 2009 y en La Rioja, Chaco, Salta y Jujuy en 2017. En 2015, los goles de visitante estuvieron en el ballotage: Mauricio Macri gano en Jujuy y La Rioja, además de elevar excepcionalmente el rendimiento en Córdoba.

En las encuestas, las principales preocupaciones son económicas y sanitarias. Junto con una correcta lectura de los factores estructurales será fundamental la capacidad de escucha empática para con una sociedad atribulada por parte de los consultores/jefes de campaña que tengan a su cargo la estrategia. Necesariamente en este contexto crítico debe haber un lugar importante para la agenda de la sociedad (casi siempre ignorada a merced de la lejana agenda política y mediática), como mencionamos en el título de la nota. Y la reiteración es puramente intencional: el horno no está para bollos.

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