Cuando se trata del abyecto fracaso de la Autoridad Palestina para abordar seriamente la pandemia de COVID-19, Israel es una potencia ocupante con la responsabilidad de vacunar a todos los palestinos. El hecho de que la Autoridad Palestina tenga la responsabilidad legal y un Ministerio de Salud es irrelevante. Israel se presenta como un monstruoso Goliat inmoral, y esta vez su arma principal no es un F-35 sino su destreza biomédica y sus conexiones de alta tecnología.
Sin embargo, cuando se trata de poner a Israel bajo acusación ante un tribunal judicial que descaradamente hace caso omiso de las normas reconocidas de la ley o la justicia, la Corte Penal Internacional (CPI) anuncia que está tomando a “Palestina” como a una nación soberana. El estado judío, su liderazgo político, sus generales y sus soldados podrían ser incluidos en las listas de observación de la Interpol, ser detenidos en los aeropuertos, prohibirles la entrada a otros países e incluso ser llevados ante los tribunales y ser juzgados (exhibidos) - presentados como criminales de guerra-, por el descaro de proteger a sus conciudadanos israelíes de terroristas criminales tales como Hamas, la Jihad Islámica y Hezbollah. Hablando de estas organizaciones, sus líderes y sus acciones mortales tienen poco que temer de la CPI. ¡Ese Tribunal nunca los responsabilizará por sus ataques seriales dirigidos contra civiles israelíes que viven dentro de sus fronteras internacionalmente reconocidas!
Hay observadores y expertos legales a quienes respeto que aconsejarían al Estado de Israel que no preste atención a las travesuras de la CPI. Jerusalem al igual que Estados Unidos -señalarían con razón-, nunca firmaron para otorgarle jurisdicción a la Corte, por lo que las amenazas de la CPI no tienen estatura ni sustento legal.
No soy abogado pero, no hacer nada es un lujo que Israel y sus partidarios sionistas realmente no tienen.
La táctica y el momento elegido por la CPI -cuando los Estados Unidos está volviendo a adoptar sus posiciones internacionales, incluidas la anti-israelí ante el Consejo de Derechos Humanos de la ONU y ante el acuerdo nuclear con Irán-, no pueden quedar sin respuesta, especialmente ante la corte de la opinión internacional.
La espeluznante acusación de la CPI sobre un pueblo que se defiende de los terroristas, en lugar de perseguir a esos terroristas, tiene como objetivo a una nación, una única nación: Israel.
Cumple acabadamente con las clásicas 3D del antisemitismo contemporáneo de Natan Sharansky e Irwin Cotler disfrazadas de críticas hacia el estado judío:
La CPI es culpable de aplicar un enorme doble rasero; su objetivo es demonizar a los israelíes colgándoles el cartel de “criminales de guerra” alrededor de sus cuellos (léase nazis) por defenderse a sí mismos de asesinos en masa; y deslegitimar a los líderes políticos de Israel aislando al Estado Judío de la comunidad internacional y evitando de facto que los principales líderes viajen por el mundo.
¿Exagerando, dices? Yo creo que no. Siento que hemos estado en este lugar antes.
En los próximos meses, las Naciones Unidas, que mantienen su estoico silencio sobre la difícil situación de los uigures y cristianos en China, sobre la paliza a la democracia en Hong Kong, sobre el asesinato masivo de cristianos en Nigeria, sobre el aplastamiento del pueblo de Venezuela, y sobre el asesinato de ciudadanos inocentes en Irán por los matones del Ayatolá Jamenei; están preparando para Durban IV una “celebración” conmemorando los 20 años desde que 3.500 guías de ONG’s de la sociedad civil desataron un asalto contra Israel y el pueblo judío del que todavía nos estamos recuperando. En 2001, junto con mi colega Shimon Samuels, nos desempeñamos como portavoces de los grupos judíos que carecían de representación allí, cuando fuimos agredidos por delegados iraníes, presenciamos cómo decenas de miles de sindicalistas se manifestaban contra el Israel nazi, y luego vimos impotentes cómo un largo listado antisemita del tamaño de un libro fue votado a una velocidad similar a la de los estalinistas y entregado a las Naciones Unidas para que tomaran medidas adicionales. Esta reunión en Durban, Sudáfrica, fue la que formalizó las grandes mentiras que catalogaron a Israel como un ente racista y lo etiquetaron como un estado donde se practica el apartheid.
En 2021, académicos y grupos de “estudiantes” de todo el mundo altamente subsidiados, golpean serialmente a Israel y a sus partidarios con las mentiras del movimiento BDS (Boicot, Desinversión y Sanciones), intimidando a los estudiantes judíos que defienden el sionismo para que queden fuera de los puestos de liderazgo en el gobierno estudiantil. No es de extrañar que ese entorno también genere un descarado antisemitismo.
Ahora, la decisión ilegal de la CPI de reconocer al inexistente estado de Palestina e investigar a Israel por posibles “crímenes de guerra” significa la apertura de un nuevo frente en la guerra contra la comunidad judía más grande del mundo. También garantiza un tsunami de coloquios en las facultades de Derecho y artículos atacando a Israel en revistas jurídicas.
Una pregunta clave para el futuro es qué hará en este caso la nueva Administración Biden. Estados Unidos no es un mero espectador. Si los israelíes pueden ser procesados por crímenes imaginarios en Gaza, también los estadounidenses pueden ser blanco por sus acciones en Irak, Afganistán o Siria. Si el primer ministro Binyamin Netanyahu o miembros de su gabinete pueden ser acusados de acciones militares, también podrían serlo los ex presidentes estadounidenses Barack Obama y Donald Trump o, potencialmente, el presidente Joe Biden.
Cuando le pregunté al superviviente del Holocausto y cazador de nazis Simon Wiesenthal por qué decidió dedicar su vida a llevar a los criminales de guerra nazis ante el tribunal de Justicia, dijo que una de las razones era que quería ayudar a rehabilitar los fundamentos de la Justicia, que los nazis casi habían logrado borrar.
Si estuviera vivo hoy, denunciaría la politización imprudente y desvergonzada de la Justicia por parte de la CPI para castigar a los judíos por defenderse de aquellos involucrados en cumplimentar los objetivos genocidas de Hitler.
*El Rabino Abraham Cooper es Decano Asociado del Centro Simon Wiesenthal y Director General de su Instituto de Acción Social Ed Snider
(Traducción por Centro Simon Wiesenthal para América Latina)