2020, un mal año para la democracia a nivel global

Una investigación realizado por The Economist Intelligence Unit reveló que África subsahariana, Medio Oriente y África del Norte fueron las zonas donde hubo un mayor retroceso en términos institucionales. Qué ocurrió en América Latina

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Mapa de calor del Índice
Mapa de calor del Índice de Democracia de The Economist

La erosión democrática o recesión democrática lleva algunos años ya titulando los informes sobre la salud de la democracia. El 2020 acentuó el declive democrático registrando grandes retrocesos, América Latina no ha sido la excepción a ello.

El Índice de Democracia (Democracy Index) de The Economist Intelligence Unit (EIU) confirma esta tendencia. Comprende 60 indicadores en cinco categorías: proceso electoral y pluralismo, funcionamiento del gobierno, participación política, cultura política democrática y libertades civiles. Ya para el año 2019, concluía que menos del 5% de la población mundial vivía en una “democracia plena”. Casi un tercio se encontraba bajo un gobierno autoritario. En total, 89 de los 167 países evaluados en 2017 recibieron puntajes más bajos que el año anterior. Noruega sigue siendo el país más democrático en el ranking, una posición que ha ocupado desde 2010, y Europa occidental cuenta con 14 de las 19 “democracias completas” que conforman el nivel más alto del ranking. No obstante, el puntaje promedio en Europa disminuyó ligeramente en 2017, a un promedio de 8.38 puntos sobre 10.

Pero para el 2020, el Índice de Democracia en su decimotercera edición, registra el impacto del coronavirus (COVID-19) en la democracia y en la libertad en todo el mundo. Analiza cómo la pandemia se tradujo en la retirada de las libertades civiles a gran escala y alimentó una tendencia existente de intolerancia y censura de la opinión disidente. Como se registra en el Índice en los últimos años, la democracia no ha gozado de buena salud. En 2020, su fortaleza fue puesta a prueba aún más por el brote de la pandemia de coronavirus (COVID-19). El puntaje global promedio en el Índice de Democracia 2020 cayó de 5.44 en 2019 a 5.37. Esta es de lejos la peor puntuación mundial desde que se elaboró por primera vez el índice en 2006. El resultado de 2020 representa un deterioro y se produjo, en gran medida, pero no únicamente, debido a las restricciones impuestas por los gobiernos sobre las libertades individuales y las libertades civiles que se produjeron en todo el mundo en respuesta a la pandemia. El deterioro del puntaje global en 2020 fue impulsado por una disminución en el puntaje regional promedio en todo el mundo, pero por caídas especialmente grandes en las regiones dominadas por los regímenes autoritarios del África subsahariana, de Medio Oriente y África del Norte. Sus puntajes disminuyeron en 0.10 y 0.09, respectivamente, entre 2019 y 2020. Europa Occidental y Europa Oriental registraron una caída en sus puntajes regionales promedio de 0.06. En América Latina el puntaje promedio disminuyó en 0.04 en 2020, marcando el quinto año consecutivo de regresión para la región. El deterioro en América Latina muestra la fragilidad de la democracia en tiempos de crisis y la voluntad de los gobiernos de sacrificar las libertades civiles y el ejercicio de la autoridad sin control en una situación de emergencia.

Por otra parte, en estos días se publicó también el resultado del Índice de Transparencia, que mide la percepción de la corrupción. Al igual que en otras regiones del mundo, los gobiernos de la región tomaron medidas extraordinarias para combatir el COVID-19 en forma de varios estados de emergencia que restringieron los derechos civiles. Estas restricciones limitaron las libertades de expresión y reunión, debilitaron los controles y equilibrios institucionales y redujeron el espacio para la sociedad civil. Esto produjo una retracción de las instituciones de supervisión y control y, por lo tanto, un aumento en la percepción global de la corrupción. El informe de Transparencia señala: “Con una puntuación media de 43 por quinto año consecutivo, las Américas es un polo de corrupción y mala gestión de fondos siendo una de las regiones más afectadas por la crisis de la COVID-19. Canadá y Uruguay mantienen las puntuaciones más altas, con 77 y 71 puntos respectivamente. Nicaragua, Haití y Venezuela obtienen el peor desempeño, con 22, 18 y 15 puntos respectivamente”. Por cierto, los índices coinciden en que aquellos países que tienen mejores puntuaciones en transparencia son los mejor rankeados en el Democracy Index.

En todo caso, la pandemia facilitó la tendencia latinoamericana a la concentración del poder alrededor del poder ejecutivo y al excesivamente poco apego a la rendición de cuentas por parte de los gobernantes. Esta experiencia nos deja una pregunta latente: ¿necesita la democracia un conjunto de valores para funcionar? Si es así, ¿cuáles? ¿qué valores son propios de la democracia y cómo fortalecerlos en nuestras aún muy débiles democracias? La democracia no es solo un ideal, sino que es el sistema de gobierno más adecuado para abordar una crisis de la magnitud y complejidad de COVID-19. Como señala IDEA en su Llamado para defender la Democracia: en contraste con la propaganda autoritaria, “los flujos de información libres y creíbles, el debate basado en hechos sobre las opciones políticas, la autoorganización voluntaria de la sociedad civil y el compromiso abierto entre el gobierno y la sociedad son activos vitales para combatir la pandemia. Y todos son elementos clave de la democracia liberal. Sólo a través de la democracia las sociedades pueden construir la confianza social que les permite perseverar en una crisis, mantener la resiliencia nacional frente a las dificultades, curar las profundas divisiones sociales mediante la participación y el diálogo inclusivos, y mantener la confianza en que el sacrificio será compartido y los derechos de todos los ciudadanos serán respetados”.

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