“Abramos las Escuelas” es un grito a la defensa del Derecho Humano fundamental de la educación, que debe ser visto, también, desde una perspectiva de género.
La pandemia nos sorprendió a todos, pero esto no se dio en las mismas condiciones. Los hogares de Argentina se convirtieron en escuelas y los padres en docentes generando así que las tareas de cuidado se incrementen, lamentablemente, de manera desigual.
En Argentina las mujeres antes de la pandemia realizaban la mayor parte del trabajo de cuidado y de sostenimiento de sus casas. Ellas destinaban en promedio 6,4 horas diarias a actividades domésticas y atención de sus familiares, mientras los varones la mitad: 3,4 horas.
Esta situación se profundizó durante la pandemia generando un aumento de la desigualdad hacia las mujeres -tanto mayores de edad como menores-, originando como consecuencia no sólo dificultades en el ámbito laboral o educativo, sino también problemas para acceder a nuevos cargos y/o trabajos o a desarrollar su año escolar/universitario de manera correcta y continua.
Según OnuMujeres, el 36% de las niñas y jóvenes que abandonan los estudios lo hacen por estar embarazas o por el aumento en las tareas en sus hogares. Antes de la pandemia, existían 258 millones de niños y adolescentes no escolarizados, en su mayoría mujeres. Los datos actuales no son alentadores, según la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO), 1.5 millones de estuidiantes de los distintos niveles educativos se verían desvinculados de la escolarización. Podemos deducir que ese 36% ya no existe como tal, por lo tanto el Covid-19 dejó a muchas niñas y jóvenes sin escolarización.
A esto último se le suma que, según una encuesta de UNICEF, antes el 68% de las tareas del hogar eran efectuadas por mujeres y producto de la cuarentena obligatoria este porcentaje subió a 71%.
En consecuencia, la vuelta a la presencialidad escolar significa para las mujeres, entre otras cosas, que las tareas del cuidado no se incrementen, generando que tanto las mujeres, como las jóvenes y niñas de nuestro país puedan concretar sus proyectos educativos, laborales y personales. Que la educación vuelva a encontrarse en primera plana siendo esta una herramienta fundamental para garantizar el desarrollo pleno de todas las niñas y jóvenes argentinas. Que las mujeres puedan acceder y desarrollarse en el mercado laboral de manera plena y sin restricciones. Que las mujeres que ejercen la profesión de la docencia no encuentren dificultades a la hora de querer acceder a nuevas horas, ya que en este contexto corren con desventaja frente a sus compañeros y pares. Y que las niñas y jóvenes que sufren violencia en su casa vuelvan a encontrar en la escuela un lugar para resguardarse y denunciar lo que sucede en sus hogares y/o ámbitos privados.
“Abramos las Escuelas” no es una apelación caprichosa, ni atenta contra la salud. Es pensar en cada una de esas mujeres, jóvenes y niñas a las cuales se les dificultó su desarrollo y el ejercicio pleno de sus derechos. Mientras los gremios y el Gobierno siguen defendiendo sus intereses que pareciera sólo beneficiar a los varones.
En este contexto y luego de un año sin presencialidad, la escuela como lugar de organización social por excelencia y con los protocolos necesarios, brindará las herramientas fundamentales para afrontar este sistema al que nos encontramos fuertemente arraigadas desde niñas. La presencialidad tal vez no es la solución total, pero si ayuda a que la desigualdad producto de la pandemia se termine. Así podremos sentar las bases para una sociedad más igualitaria donde la educación sea el pilar para garantizarle un futuro pleno a las jóvenes y niñas de nuestro país.
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