Hoy se conmemora el Día Mundial de los Humedales, en recuerdo de la Convención sobre los Humedales de Importancia Internacional, que se celebró el 2 de febrero de 1971 en Ramsar, Irán. Dicha convención tenía como objetivo establecer lineamientos concretos para la protección de estos ecosistemas.
Los humedales son de vital importancia para el bienestar del planeta y los humanos. Son reservas de agua dulce. Si se tiene en cuenta que sólo el 2,5% del agua del planeta es dulce y menos del 1% está disponible para uso -datos de la Convención sobre los Humedales de Importancia Internacional-, la protección de humedales no sólo debe ser una prioridad, sino que debe ser urgente. Además, cubren un rol clave en la mitigación del cambio climático, ya que capturan el carbono de la atmósfera.
Sin embargo, hasta la actualidad, los humedales continúan sufriendo los impactos de la agroindustria, la minería y la industria inmobiliaria en todo el mundo. Se estima que entre 1970 y 2015, la extensión de los humedales en el mundo disminuyó un 35%, tres veces más que los bosques en dicho período.
En nuestro país la situación también es crítica. Los humedales cubren aproximadamente el 21% del territorio, pero a la fecha no existe una normativa nacional enfocada en su protección y preservación.
Los humedales de nuestro país son diversos. Ejemplos de estos ecosistemas son el Delta del Paraná, los Esteros del Iberá, los glaciares, las costas marinas bonaerense y patagónica, las salinas, las lagunas altoandinas y las turberas de Tierra del Fuego.
El Delta del Paraná fue el más afectado durante el 2020. Los incendios allí fueron constantes a lo largo del año y afectaron a más de 300.000 hectáreas.
¿Quiénes son los responsables de este ecocidio? Según reportes oficiales, el 95% de los incendios son provocados, sea por intencionalidad o negligencia.
El Delta del Paraná ha sufrido durante décadas los impactos de la industria agropecuaria e inmobiliaria, principalmente.
El Delta ha sido intervenido a través de endicamientos (diques artificiales para obstruir el paso del agua) y terraplenes (rellenado de terrenos para elevarlos) que modifican el humedal para proyectos agropecuarios, forestales y urbanísticos, como countries y barrios cerrados.
La producción agropecuaria intensiva ha generado cambios en el uso de suelo y, por ende, la degradación de sus funciones como ecosistema.
El desarrollo inmobiliario sobre el Delta también genera cambios profundos e irreversibles en el humedal. Según datos de Fundación Humedales de 2018, se registraban 543 urbanizaciones cerradas, construidas y proyectadas en el Delta del Paraná y en las planicies de inundación de los ríos y arroyos.
El escenario actual es claro: el Delta del Paraná, como todos los humedales de nuestro país, está vulnerabilizado por estas industrias. Necesitamos resguardar nuestras reservas de agua dulce. Por ello, necesitamos de forma urgente la sanción de una ley que proteja a los humedales. El bienestar de nuestros recursos hídricos depende de ello.
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