En su peor momento histórico la Argentina está en manos de Montoneros tardíos disfrazados de derechos de minorías marginales y con una careta que simula ser la socialdemocracia europea pero terminan por levantar banderas de dictadura china y supuesta admiración a la Rusia de Vladimir Putin.
Es claro que el Gobierno no tiene la menor idea de a dónde va en materia de relaciones exteriores al igual que en política interior. A la deriva, sin timón, ni vela, ni motor. Náufragos en la era del COVID-19.
Demás está analizar el papelón del embajador en China que llega a tan honrosa distinción desde el lugar de cebar mate en el Instituto Patria y convencido de Mao. Tanto que cree que tendrá una entrevista con él para que finalmente deje de ser un personaje literario de libros amarillos de San Telmo o del mercado de pulgas.
Finalmente La Cámpora ya tiene su centro de participación en Pekín, pagada por nuestros impuestos que otrora fuera la embajada argentina. Pero el caso de Rusia es aún más llamativo.
Luego de hacer puente en Caracas para abrir oficinas del Kremlin en busca de vacunas, Cristina Kirchner envía a un emisario propio como embajador que podrá interpretar y ejecutar todo lo que ella quiera y/o desee.
Desentendido de ese eje, el presidente Alberto Fernández se saca a la vicepresidente de encima dándole los nombramientos diplomáticos que no están en su agenda. Ella sueña con seguir su camino de “Estadista de Hotesur” . Sin embargo los resultados paralelos en tiempo y espacio muestran las asimetrías absolutas y determinantes entre el jefe político y heredero de los zares con el gobierno de los carnavales camporistas.
También a Moscú enviamos un militante que atrasa y seguramente llevará rosas a la tumba de Lenin, tan bien oculta por eventos sociales de una economía en pleno desarrollo que junto a Corea del Sur son milagros económicos construidos de los escombros y que hoy no dejan descansar al veterano líder rojo por los ruidos del shopping de la Plaza Roja.
Putin seguramente preguntará por qué en la Argentina el gobierno usa pantalones Oxford; por qué los hippies están en la Casa de Gobierno; y por qué la música psicodélica diluida con ácido se mezcla con fotos del Che Guevara y Evita.
Rusia está en el futuro y su entramado social político económico y religioso esta más allá de Putin. Piensan en términos de negocios y desarrollo geopolítico sustentable. La agenda de Rusia con la Argentina era clara a principios de 2020. El fondo de inversiones no pensaba en vacunas, sino en el ferrocarril Bahía Blanca-Vaca Muerta, centrales nucleares, obra pública de gran envergadura. Pero nada de eso pasará a pesar de las dos veces en que el Presidente visitó la embajada de la Federación Rusa en la Argentina para comer canapés, antes de ser presidente durante 2019.
Hoy en el medio del naufragio, las señales de rescate con bengalas de todos colores están dirigidas a donantes de cualquier grupo y factor. Podemos ser del club del rifle o proponer a Dylan para novio de la extinta perra Laica. Una mezcla de botas tejanas con gorro de piel de Siberia.
Una vez mas, la Argentina tira a la basura cuatro años de gestión diplomática para usarlos como un tiempo compartido para Cristina Kirchner. Estamos cada vez más lejos de Rusia. Y cualquier intento serio por hacer algo que nos acerque deberá venir del sector privado y la posibilidad de concretar negocios.
En la sala de situación del Kremlin, la Argentina es un espacio vacío en el mapa mundial donde su mesa de arena termina en Brasil, rara coincidencia con la mesa de arena de Washington.
Cristina lo hizo. Estamos lejos de todos, de todo y ya ni siquiera propone leer “El Eternauta”.
Perdón Putin, se puede leer en un grafiti frente a la embajada de la Federación Rusa en la Argentina. Y me manché la camisa al escribirlo.
(*) El autor es periodista