Cunde un marcado pesimismo y se ha rendido el “último mohicano”. Un conocido analista bursátil, guerrero de mil batallas y conocedor, como pocos, de los drivers técnicos y emocionales que guían la evolución de los precios, ha “bajado los brazos”. En la última edición de su informe especializado, se ha declarado “no comprador”, pirueta dialéctica sólo igualada por un ex vice-presidente de la Nación.
Ese especialista es famoso por mantener vivas, de manera permanente, las expectativas positivas sobre la evolución de los precios futuros de las acciones de las empresas locales. Sus sabias palabras son respetadas por miles de seguidores de la comunidad de inversores que encabeza y, esta vez, cedió al pesimismo que genera la abulia y el desinterés de los inversores por la renta variable doméstica.
El siguiente gráfico, obtenido de clavebursatil.com muestra una figura técnica muy conocida.
Se trata de una “cuña bajista de resolución alcista” que se ha ido formando con barras de precios mensuales, medidas en moneda dura (dólar CCL). En esta figura puede verse una tendencia bajista que comenzara en los últimos meses de 2017, durante el gobierno de Mauricio Macri. Han transcurrido más de tres años de corrección de la tendencia principal alcista que todos los mercados de valores del mundo siempre respetan, desde su mismo nacimiento, varios siglos en el pasado.
No es razonable pensar que, de manera permanente, los activos empresariales, generadores de “plusvalías”, tengan un rendimiento inferior a los instrumentos de renta fija con que se financian los gobiernos y las mismas empresas o a cualquier otro activo: oro, dólar, cripto, etc.
No es razonable pensar que, de manera permanente, los activos empresariales, generadores de “plusvalías”, tengan un rendimiento inferior a los instrumentos de renta fija
Poseer una acción implica un riesgo importante y conlleva asociado, consiguientemente, un mayor beneficio, por definición. Si la empresa es mal conducida, su precio debe descender, y si su desempeño es ruinoso, hasta puede quebrar. Sin embargo, diversificando la cartera con una amplia variedad de papeles, puede eliminarse una porción importante del riesgo “no sistemático” y soportar únicamente el del mercado en general.
El índice expuesto, contiene una amplia variedad de empresas y sectores y es considerado como “representativo” de la economía o del mercado de valores del país. Todo inversor sabe que los gobiernos y sus políticas llegan y luego se van, pero las empresas, las verdaderas creadoras de valor para los accionistas, permanecen, y siempre se las ingenian para ganar dinero, pues este es el fin con el que fueron creadas.
Por consiguiente, claudicar ahora, cuando la reversión es inminente, implicaría desconocer los principios mismos de las fuerzas del mercado.
¿Tiempo de compra o de venta?
No parece lógico apostar a la destrucción total de valor del patrimonio productivo cotizante. En los últimos 40 meses, el descenso de los precios ha sido de un 80% a 90%. Observar el “refugio de valor” que implica adquirir estos despreciados “papelitos” y actuar en consecuencia, sólo puede traer una multiplicación de los ahorros, en un plazo relativamente corto.
En los últimos 40 meses, el descenso de los precios ha sido de un 80% a 90%. Observar el “refugio de valor” que implica adquirir estos despreciados ‘papelitos’
La “resolución alcista” de la cuña bajista ha fallado repetidamente, y puede atribuirse, principalmente, a las desorientadas “medidas económicas” de la coalición gobernante. Es comprensible, entonces, el desánimo y la falta de interés de los novatos. Los expertos también titubean y se corren hacia un costado, a la espera de tiempos mejores.
Una mirada diferente debe partir de la máxima principal del mercado: “La Bolsa siempre se anticipa” y no compra realidades sino expectativas.
Puede decirse que hoy el índice Merval es “tierra de nadie”, por el impasse en que se encuentra la tendencia. La literatura especializada indica que las expectativas, en mercados bajistas, están puestas en un horizonte futuro de 3-6 meses. En cambio, cuando la tendencia es alcista, las miradas están puestas en los próximos 12-24 meses.
La valuación actual es vil y obedece a la pésima administración de la coyuntura y al agotamiento de las fuentes de financiamiento genuino de los gobiernos, ocurrida en las últimas décadas.
A menos que se tenga una opinión muy desfavorable sobre la inteligencia colectiva de la sociedad en que vivimos, es dable esperar que el límite del cambio de tendencia esté marcado por la fecha de las próximas elecciones primarias de este año.
La expectativa de un resultado favorable a la oposición, y de un futuro cambio de gobierno en 2024, debería mutar irremediablemente la visión desde el “corto” al “largo” plazo. El desenlace debería ser inminente. Sería cuestión de horas, de días o de meses. La figura técnica mostrada en el gráfico augura una suba hasta recuperar todo el terreno cedido y una marcación de nuevos máximos, en un plazo de 2-5 años.
Cuando los precios son viles, los libros dicen que la reversión de la tendencia comienza con compras especulativas de los “cazadores de gangas”. En esta primera etapa, el driver es el precio, totalmente alejado del “valor” real de los activos productivos.
Cuando los precios son viles, los libros dicen que la reversión de la tendencia comienza con compras especulativas de los ´cazadores de gangas’
En una segunda etapa, se compra por expectativa. El driver es un cambio esperado en las variables fundamentales que determinan los precios. Los más agudos observadores, no miran la economía sino la política y los cambios de humor de la sociedad hacia los gobernantes y la oposición.
Al final del desarrollo alcista, el factor impulsor es la confianza. No se necesita mucho para superar, con creces, la performance de la actual conducción económica. No hay joyas que vender ni cajas que confiscar. Ordenar fiscal y monetariamente la economía será “lo políticamente correcto” en un futuro próximo, a menos que se quiera desconocer, nuevamente, el mandato implícito que, seguramente, otorgará una nueva coalición social que debería estarse gestando al calor del estrepitoso fracaso del modelo facilista y anti-empresarial que, por así decirlo, “gobierna” a la Argentina.
Algunos expertos en finanzas sostienen que primero deben subir los precios de los bonos y luego lo harán las acciones. Tiene sentido, ya que el riesgo país está inversamente relacionado con el rendimiento de la renta fija.
El valor de la renta variable puede considerarse una función matemática de los flujos de fondos futuros esperados de las empresas, descontados a una tasa similar al riego país. Un mismo flujo de fondos, descontado a una tasa menor, tiene, obviamente, un valor más alto.
Sin embargo, los míseros cupones de renta de los bonos recientemente emitidos como consecuencia del último canje de deuda, convierten a éstos, en la práctica, en activos de renta variable. Su rendimiento, se considera, estará determinado por las ganancias/pérdidas de capital, ya que los flujos a descontar son prácticamente inexistentes por varios años. No debería descartarse, entonces, que sea el aumento de la valorización accionaria la que gatille la suba de los bonos.
Llegado a este punto, es razonable preguntarse si es concebible una continuidad inmutable de gobiernos que empobrecen a la sociedad o si es más lógico esperar un “retorno a la media”. Esto último implicaría volver a la mediocridad, abandonando la “locura” actual.
Si se piensa que el país regresará al conocido terreno de las políticas “medianamente responsables” y se suma el favorable contexto internacional, un naciente mercado alcista de varios años estaría en gestación.
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