La primera semana de Biden: entre la búsqueda de la unidad y la lucha contra la pandemia

El flamante presidente de Estados Unidos busca fortalecer la reputación internacional de su país y superar los cuatro años de aislamiento de la gestión Trump

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El presidente Joe Biden firma decretos durante su primera semana de mandato
El presidente Joe Biden firma decretos durante su primera semana de mandato

El pasado 20 de enero Joe Biden asumió la presidencia de Estados Unidos, poniendo fin al mandato de cuatro años de Donald Trump. Durante los primeros siete días desde su asunción, Biden firmó más de 20 decretos, como una muestra de lo que podemos llegar a esperar de su gestión.

Debido al fuerte antagonismo con el presidente anterior, la polémica campaña electoral y posterior elección presidencial, sumado a los sucesos ocurridos en el Capitolio en Washington hace tan solo 3 semanas, existe una cierta premura en la opinión pública para que Biden proceda a tomar decisiones que erradiquen de la memoria colectiva la presidencia de Trump y en el mejor de los casos pueda devolver a Estados Unidos a la etapa de Obama. Es por esto que durante su primera semana en el Salón Oval, Biden se dedicó a firmar varias de sus políticas más importantes que habían surgido durante la campaña presidencial.

En primer lugar, uno de los primeros decretos firmados por el presidente fue la reincorporación de Estados Unidos al Acuerdo de París que, entre otros objetivos, busca mantener el aumento de la temperatura global de este siglo por debajo de los 2°C con el fin de evitar una catástrofe climática. Este acuerdo data del año 2015, sin embargo en 2017 el ahora ex presidente Donald Trump solicitó que removieran a Estados Unidos de este tratado generando una enorme polémica ya que Estados Unidos produce un tercio de las emisiones de gases de efecto invernadero a pesar de que representa solamente el 4% de la población mundial.

Por otro lado, pero aún vinculado a las relaciones con los organismos internacionales, Biden solicitó que se suspendiera la salida de Estados Unidos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) debido a que, en términos del presidente, la presencia de Estados Unidos es central para lograr “esfuerzos mejor coordinados en la lucha contra el COVID-19”.

A su vez, otra de las órdenes ejecutivas del flamante presidente es la vuelta de Estados Unidos al Acuerdo Nuclear con Irán, que busca el desarrollo de tecnología nuclear pero con fines pacíficos, después de la salida de Trump en 2018 tras las denuncias del Primer Ministro de Israel.

Si bien todas estas medidas son incipientes, y en el caso de la primera la formalización tardará alrededor de 30 días, esto demuestra un nuevo acercamiento de Estados Unidos a los organismos internacionales y a sus aliados históricos, siguiendo una conducta similar a la que habían tenido los anteriores presidentes demócratas Barack Obama y Bill Clinton. La posición es clara, para Biden no hay otra forma de enfrentar las amenazas actuales -tales como el fortalecimiento del nacionalismo, autoritarismo y conductas extremistas- que de manera colectiva bajo el paraguas del institucionalismo liberal.

En el plano interno Biden tiene un profundo desafío. No solamente por una pandemia que no da tregua sino también por otros temas que a lo largo de los años han ido cobrando mayor relevancia en la agenda política. Uno es la inmigración. Estados Unidos es un país de inmigrantes, eso es claro y las cifras no paran de crecer. Al año 2019, el 14,3% de la población no nació en tierras norteamericanas y este número se duplicó en los últimos 20 años. En junio de 2019, el Congreso aprobó un proyecto de ley autorizando una partida de US$4.600 millones para abordar la actual crisis en la frontera con México. Sin embargo, esta medida estuvo lejos de solucionar el problema. Desde hace décadas que Estados Unidos tiene que realizar una profunda revisión de su sistema migratorio y Biden no va a poder ignorarlo. Son demasiadas las presiones internas que tiene en su propio partido como para no abordarlo. En primera instancia y como un guiño hacia la población hispana, prorrogó las deportaciones por 100 días para que los organismos nacionales pertinentes pudieran analizar cada caso en particular. ¿Esto es suficiente? Definitivamente no, pero es un mensaje hacia una comunidad que avanza muy rápidamente en Estados Unidos.

Otro de los asuntos fundamentales es la economía. Después de un 2020 en donde el desempleo llegó a los 15 puntos, Biden anunció antes de asumir que desarrollaría un plan de rescate histórico para el país con el fin de sacar de la pobreza a 12 millones de norteamericanos. Para esto, el gobierno federal planea desembolsar unos 1,9 billones de dólares, más del doble que el rescate que realizó Obama en 2008 después de la crisis de las hipotecas. Con este influjo en la economía, Biden busca otorgar subsidios por desempleo más amplios que los de la administración anterior, un cheque mensual de 1400 dólares, licencias con goce de sueldo para quienes se enfermen de COVID-19 y tengan que quedarse en su casa, subsidios para pequeñas y medianas empresas que no pudieron pagar sueldos, etc. Toda esta nueva política está claramente orientada hacia la clase media, uno de los sectores más escépticos hacia su administración.

Pero además, este paquete multi millonario forma parte de un plan estratégico para la lucha contra el COVID. Con más de 400.000 muertos por la pandemia, Estados Unidos es uno de los países con peor desempeño. Desde un primer momento, Biden anunció que apenas llegara a la Casa Blanca, diseñaría un plan integral para controlar la enfermedad. Con este plan económico, el presidente pretende aumentar la velocidad del proceso vacunatorio de forma tal de llegar a los 100 millones de vacunados para junio.

En síntesis y según sus propias palabras en Foreign Affairs (2020), el nuevo presidente tiene como deber fortalecer y mejorar la reputación de Estados Unidos y salvarlo de cuatro años de aislamiento que, en términos del Partido Demócrata, perjudicaron el liderazgo norteamericano en el mundo. Por ahora no puede negarse que empezó cumpliendo no solo las promesas de campaña sino también respondiendo a las presiones de los miembros más progresistas del Partido Demócrata. Sin embargo, el desafío es alto y su gestión recién está empezando.

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