El despliegue de las vacunas contra la COVID-19 infunde la esperanza de que el embate del virus pronto acabará, pero se mantiene la inestabilidad del mundo en la que surgió dicho virus. De hecho, mientras se confirma que muchas de las vacunas tienen una eficacia milagrosa, estas corren el riesgo de agravar las discrepancias y las fricciones geopolíticas preexistentes. Las vacunas se han comparado ya con los activos militares por su capacidad para reforzar el poder y la influencia de los países, y preocupa que las desigualdades mundiales se acentúen aún más debido a que las economías en desarrollo no están incluidas en la primera ronda de distribución de vacunas y experimentan limitaciones fiscales en sus posibles respuestas a las crisis económicas.
Desgraciadamente, no es ninguna sorpresa que los medicamentos innovadores se aborden desde una perspectiva de competencia geopolítica. Como sucede con la economía mundial, la salud pública se ha convertido en un espacio en el que la fricción ha sustituido a la cooperación. Esta circunstancia se inscribe en una erosión de mayor envergadura de los marcos cooperativos de la era posterior a la Guerra Fría. En alusión a este último fracaso en la respuesta mundial fragmentada a la pandemia de coronavirus, el Secretario General de las Naciones Unidas, António Guterres, declaró que el mundo “ha fracasado sustancialmente» en lo que concierne a la «cooperación, la unidad y la solidaridad”.
Las vacunas se han comparado ya con los activos militares por su capacidad para reforzar el poder y la influencia de los países
El problema radica en que la cooperación mundial no es un lujo; es el ingrediente necesario para la recuperación en el presente y la resiliencia en el futuro. Las interconexiones de nuestros contextos público y sanitario, la economía globalizada y el entorno planetario único solo pueden rendir al máximo cuando las partes interesadas trabajan unas con otras y no unas en contra de otras.
Dicho esto, ¿podemos resetear las posturas geopolíticas para alejarlas de la competencia y acercarlas a la cooperación?
Afortunadamente, entre las fracturas se perciben indicios de que los líderes están estudiando acuerdos multilaterales, aunque sean transatlánticos, transpacíficos o sinoeuropeos. A medida que se planten las semillas de la cooperación, las partes interesadas deberían adoptar medidas deliberadas para cultivarlas durante el año que ahora comienza, y en adelante.
En primer lugar, los líderes mundiales deberían dedicar los primeros días del año a comprometerse públicamente a definir un nuevo contexto geopolítico, uno que promueva la cooperación y la asociación. Esta propuesta —un llamamiento a la defensa del multilateralismo— puede parecer una receta endeble, dada la magnitud de lo que aqueja al cuerpo geopolítico, pero la clave está precisamente en la relativa facilidad de su aplicación. El hecho de que los líderes planteen la importancia del trabajo conjunto —en un momento que llama tan claramente a una mayor unidad pero adolece de ella— puede servir como un paso crítico para reorientar el impulso hacia la buena dirección.
El reconocimiento por sí solo no es suficiente, claro está. Los líderes también deberían centrarse en identificar —y acordar— cómo puede ser la cooperación. Ya hemos visto a la comunidad mundial formular marcos de cooperación para fines concretos en otras ocasiones. La introducción de líneas de crédito recíproco por los bancos centrales durante la crisis financiera mundial y la actualización del G20 durante ese mismo período son los ejemplos más destacados y recientes de diseños, por parte de los líderes, de estructuras cooperativas a medida de las crisis del momento.
Pero que avancemos hacia una mayor colaboración hoy no significa necesariamente que necesitemos una hoja de ruta fija, una que puede tardar poco en quedar obsoleta ante el dinamismo y el carácter cambiante del contexto geopolítico. El constante surgimiento de interlocutores mundiales nuevos y el carácter polifacético de los retos requieren una brújula que pueda seguir orientando a los líderes cuando se planteen la reconstrucción de las economías y las sociedades a corto plazo y estén en mejores condiciones para abordar los retos que tenemos por delante.
Los principios instan a una mayor colaboración entre los sectores público y privado porque es preciso invertir de un modo continuado y sostenible en las prioridades educativas, sanitarias y de infraestructura
Estas conclusiones se basan en las deliberaciones de un grupo formado por unos veinticinco líderes de los sectores público y privado convocados virtualmente por el Foro Económico Mundial en 2020 en calidad de Grupo de Acción Mundial. Este grupo va a publicar una serie de principios rectores que está previsto que sean precisamente esa brújula para el fortalecimiento de la colaboración multilateral y entre múltiples partes interesadas. Más concretamente, estos principios instan a que se dé prioridad a la paz y la seguridad, la equidad y la sostenibilidad por ser todos ellos elementos que se promueven con la cooperación mundial y necesarios para promoverla. Por el contrario, la ausencia de estos elementos —la existencia de inseguridad, desigualdad o insostenibilidad— es causa y consecuencia de fracturas mundiales.
Además, los principios instan a una mayor colaboración entre los sectores público y privado porque es preciso invertir de un modo continuado y sostenible en las prioridades educativas, sanitarias y de infraestructura. Una vez más, estas cuestiones solo pueden abordarse adecuadamente con unos marcos mundiales de colaboración y todas y cada una de ellas pueden propiciar un futuro más saludable y más cooperativo.
No hay que pasar por alto el hecho de que estos principios se gestaran en una serie de diálogos continuados. Aunque las restricciones actuales hacen que resulte más complicado, los líderes tienen que buscar fórmulas seguras para reunirse y dialogar. Una estructura de cooperación frágil y estática resulta inapropiada para los retos actuales; la única vía para lograr y mantener una mayor cooperación y unos mecanismos afines que impulsen las prioridades económicas, medioambientales y de seguridad es el diálogo constante.
Al fin y al cabo, si queremos salir reforzados de la pandemia, y ser más resilientes ante los posibles retos que nos esperan, tenemos que avanzar en pos del aumento del diálogo, la coordinación y la actuación colectiva.
Este artículo forma parte de la Agenda de Davos, del 25 al 29 de enero de 2021, del Foro Económico Mundial
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