Cómo un pulpo nos enseña como una gran maestra en un documental de Netflix

En “Mi maestro el pulpo” el buzo y cineasta Craig Foster se gana durante un año la confianza de un pulpo hembra y nos muestra la sensibilidad e inteligencia de estos increíbles animales. Llega para revelarnos cómo ver con ojos propios el mundo de otre, nos invita a corrernos del protagonismo humano para así empatizar con lo inexplorado, lo recóndito, lo ignorado, eso que está pero que no vemos… o no queremos ver

Trailer Mi maestro el pulpo, Netflix

Hace un tiempo una amiga hizo una encuesta para la facultad y le pidió a algunas personas, entre ellas a mí, que describiéramos el feminismo en una palabra para aquelles que no se consideran feministas. Hay algunas experiencias que son muy complejas de poner en palabras. Después de todo, el feminismo es eso: una experiencia empírica.

¿Cómo describir de qué se trata el feminismo a alguien que no lo vive? Es como contarle a un holandés cómo se vive en Cusco o viceversa. Une puede hacer su mayor esfuerzo para describir dónde viven, cómo comen, cómo se visten, cómo es el idioma y tantas otras cosas propias de cada cultura, pero nunca la palabra podrá equiparar a la piel, eso es seguro. Lo que sentimos a través de la piel es casi como lo que sentimos a través del corazón, así de único. ¿Acaso no lo dijo Cortázar? “Las palabras nunca alcanzan cuando lo que hay que decir desborda el alma”.

Pero, como somos una sociedad de lenguaje, de comunicación a través de signos y significados, he decidido buscar una que se aproxime lo más que pueda, para mí, al feminismo: empatía. ¿Qué es la empatía? Es curioso que los seres humanos seamos capaces de profesar semejante sentimiento, semejante acción. Identificarnos con alguien, compartir y aceptar sus emociones es algo mágico que tenemos bajo la manga y usamos poco y nada.

Hace unos meses se estrenó un documental en Netflix llamado Mi maestro el pulpo y es de los mejores documentales que vi en mis veintiún años. Craig Foster y su maravilloso equipo nos muestran la forma en que un pulpo hembra se desarrolla y se vincula con el mundo, en su caso, con el océano. Les espectadores vemos cómo, en las aguas profundas y recónditas de la costa de Sudáfrica, el protagonista poco a poco se gana la confianza de este maravilloso ser vivo. El océano, así como la tierra en general, me despierta una sensación casi tan inexplicable como el feminismo, así que decidí pensar también qué palabra podría describir a la tierra madre: verdad. ¿Hay acaso algo más verdadero y real que la naturaleza? ¿Puede algo funcionar de forma tan perfecta como funciona el ecosistema?

El buzo se sumergió durante un año para ganar la confianza de un pulpo hembra

Todes aquelles con quienes hablé sobre está película estaban profundamente conmocionades. Algunes incluso afirmaron: nunca jamás volveré a comer pulpo. Mi hermano, por ejemplo, gran degustador del mundo marino, por lo pronto afirmó que nunca jamás volverá a cocinarlo. Otres prefirieron no verla porque sabían que entonces querrían dejar de consumir pescado, entre otras cosas no necesariamente vinculadas al mundo alimenticio. No fue hasta que vieron esta película que comprendieron que un pulpo podía pensar y sentir tal cual lo hacemos nosotres. Un pulpo puede amar, confiar, jugar, pensar, doler… un pulpo puede elegir.

Como observamos en el film, Craig Foster se gana poco a poco la confianza de la hembra pulpo. Allí no hay una imposición, no hay un secuestro para luego ponerla en una pecera. Él la espera y la respeta, comprende sus miedos. Le da todas las razones para que ella confíe en él y, así es cómo no solo Craig, sino también el pulpo, terminan empatizando mutuamente. ¡Así es como nosotres empatizamos!

Creo que si las personas fuésemos más empáticas, no habría hambre en el mundo (al menos no tanta), ni mujeres violadas, ni niñes explotades, ni animales torturados. Pero no… lamentablemente funcionamos con lo que yo llamo “empatía selectiva”. Esto, que de certero no tiene más que un parecer, quiere decir que empatizamos con aquello que nos conmueve y con lo que no, hacemos vista gorda. La empatía selectiva es triste porque en esa selección, muches quedan afuera. Y eso es casi como lo contrario a la equidad.

Muchas veces, ejercemos la empatía desde el antropocentrismo y allí es donde radica el principal problema. Es difícil empatizar con algo que está lejos de mí, mientras que con lo que está cerca es más fácil. ¿No es un poco triste que funcione así? Somos seres perceptivos: necesitamos ver, tocar, escuchar, oler y probar para poder comprender. Si algo no despierta nuestros sentidos, entonces no lo podemos asimilar. Si no ponen delante de nuestros ojos el hecho puntual, nos cuesta creerlo. Como bien dice la frase: “ver para creer”. Por eso es que considero que Mi maestro el pulpo es un documental no solo significativo en los tiempos que corren sino necesario y esencial para la especie humana. La cámara nos acerca a un mundo de imágenes casi inimaginables; a un bosque de palmeras debajo del agua, un laberinto de algas, caracoles de todos los tamaños y formas, tiburones, peces, y tanto más. Pero, además, nos muestra los comportamientos de los animales a los cuales, de no ser por ese lente, jamás podríamos acceder. Estos comportamientos son muy importantes porque son los que nos permiten empatizar rápidamente con ellos.

Muchas veces nos referimos a los animales como si estuvieran “humanizados”, suponiendo que eso significa que tienen más vida, más sentimiento, más gestualidad

Muchas veces nos referimos a los animales como si estuvieran “humanizados”, suponiendo que eso significa que tienen más vida, más sentimiento, más gestualidad. Mi perro Boris, por ejemplo, cuando se quiere sentar junto a mí, en vez de acurrucarse como lo hace la gran mayoría de los perros, se sienta “como un humano”: apoya su culo en el sillón y las patas sobre el suelo y me mira como dispuesto a entablar una conversación de política. Además de que es muy gracioso, pareciera ser como un “comportamiento humano”.

La pregunta que me despierta esto y que quiero compartir con ustedes es: ¿qué sería un comportamiento humano? O, más bien, ¿qué significa ser un humano? Creo que está muy sobrevalorada esa palabra. Los humanos, recordemos, somos también quienes estamos acabando con la tierra. La tierra en donde habitan los pulpos y todos los animales, ¡la tierra en donde habitamos nosotres mismes! Tirar cigarrillos en la calle, paquetes de galletitas en la playa, la caza indiscriminada, la pesca indiscriminada, el residuo infinito, entre tantas otras “obras maestras” creadas por el ser humano, son algunas de las cosas que hacemos para lastimar a nuestra propia tierra, la encargada de brindarnos el oxígeno que respiramos. Por el contrario, cuando un humano se comporta de manera reprobable, lo llamamos animal descalificativamente. Como si eso significara ser malo, torpe o salvaje. Son los animales quienes hacen funcionar este ecosistema tan preciado. Son los seres vivos, las plantas, el micelio de los hongos, la tierra, el agua y cada detalle de la naturaleza lo que nos permite la mismísima existencia. ¿Por qué entonces explotamos nuestro medio ambiente al punto de vulnerarlo?

En “Mi maestro el pulpo” el buzo y cineasta Craig Foster se gana durante un año la confianza de un pulpo hembra y nos muestra la sensibilidad e inteligencia de estos increíbles animales

Pensemos por ejemplos en los pulpos. Estos animales tan particulares, cuentan con un sistema nervioso complejo y encantador. Se los considera los más inteligentes y de mayor diversidad conductual entre los invertebrados. Tienen su cerebro en sus ocho tentáculos, es decir que, cada extremidad actúa como si tuviera una mente propia. ¿Soy yo o esto es absolutamente fascinante? Y superior a nuestro único cerebro… Pero eso no es todo; detrás de su tan extraña apariencia, el pulpo tiene tres corazones. Llámenme ilusa, cliché o lo que quieran, pero esto demuestra la capacidad de amar que poseen, no solo a un otre, sino al hecho de vivir. El pulpo es uno de los pocos, por no decir el único animal, consciente de su cautiverio y, es por eso, que estando en una pecera está constantemente en actitud “rebelde”. Busca la manera de escapar, de divertirse, de sobrevivir. ¿Acaso los seres humanos no hacemos lo mismo ante situaciones extremas?

¿Por qué no aprender de los pulpos? ¿Por qué no aprender del reino animal? Es tiempo de hacer a un lado nuestra fijación por la especie humana, corrernos del rol protagónico para hacer lugar a otros modos de movernos, de pensar, de sentir.

En lo personal, a lo largo de estos años, comprendí que los cambios más contundentes suceden si se hacen de manera colectiva, porque juntes somos más, ¡de verdad! Y, si bien cada granito de arena sirve, una playa entera puede mover cielo y tierra. El individualismo nos ha llevado a grietas y peleas (muchas de ellas absurdas). Por el contrario, lo colectivo nos ha llevado a mejorar el mundo en el que vivimos.

¿Por qué no aprender de los pulpos? ¿Por qué no aprender del reino animal? Es tiempo de hacer a un lado nuestra fijación por la especie humana, corrernos del rol protagónico para hacer lugar a otros modos de movernos, de pensar, de sentir

Empatizar es también un acto colectivo. Es la forma que tenemos de armar redes de contención y comunicación entre todes. Es la mejor manera de apadrinar el futuro. Pero, para que los cambios que el mundo necesita se desarrollen, necesitamos antes cambiar nosotres y, para eso, debemos perderle el miedo a lo nuevo.

Las nuevas voces, los nuevos géneros y no-géneros, los nuevos modos de vincularnos sexo-afectivamente y amistosamente, las nuevas formas del lenguaje entre tantas cosas que, en efecto, ya están sucediendo. El pulpo que nos presenta esta película no es “solo una pulpo” (que no es poco). Esa pulpo simboliza a un amigue, una madre, un padre, un hermane, hasta a un desconocide.

El pulpo nos viene a enseñar a ver con ojos propios el mundo de otre, nos invita a corrernos del protagonismo humano para así empatizar con lo inexplorado, lo recóndito, lo ignorado, eso que está pero que no vemos… o no queremos ver. Pero también nos ayuda a entender que los jardines, las plazas, las plantas en nuestros balcones y cada paisaje que tenemos la posibilidad de ver, no son simplemente lo que está a nuestro alrededor, no somos solo unes visitantes de aquella naturaleza… no somos solo espectadores de un film que muestra la vida acuática. Craig Foster no es solo un invitado de el pulpo… es y somos parte de ese océano, de ese lugar, de ese mundo, de este mundo.

La pulpa nos viene a enseñar a ver con ojos propios el mundo de otre, nos invita a corrernos del protagonismo humano para así empatizar con lo inexplorado, lo recóndito, lo ignorado, eso que está pero que no vemos… o no queremos ver

La naturaleza no es solo algo que nos rodea por fuera, nosotres somos tan parte de la naturaleza como cualquier otro animal o árbol. Mientras sigamos viendo a la tierra como algo que está por fuera de nosotres, como algo externo y no interno, entonces, nos será difícil empatizar con ella y protegerla. Sobre todo, protegerla de nosotres mismes. Entiendo que hoy esto sea difícil de asimilar. Y que las prioridades son listas interminables en donde muches, no ponen la flora y fauna. Pero lo que trato de decir es que somos todes una misma materia, una trama que teje les unes a les otres, una unidad, un mismo mundo. Somos tentáculos unidos a una misma cosa: el planeta tierra.

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