Comunicación digital: ¿anarcoficción y gobierno global?

En estos últimos años el diálogo público en redes sociales dominó el planeta y satisfizo las necesidades del público en materia de libertad total de expresión. Hoy la pregunta es si tal cosa es real o si entramos en un nuevo esquema de gobierno mundial corporativo

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Aplicaciones en un teléfono móvil.
Aplicaciones en un teléfono móvil. EFE/SASCHA STEINBACH/Archivo

La ilusión de un gobierno mundial ha pasado por la cabeza de filósofos, cientistas políticos, analistas, autores de obras de ciencia ficción y, por cierto, de los propios políticos a través de los años. La creación por parte de Woodrow Wilson del sistema de Naciones Unidas fue un primer avance concreto hacia tal ilusión, aunque históricamente muchos líderes pensaron en ello: los persas, los romanos, el propio Napoleón analizó que “hay una tendencia de todo Estado cultivado a extenderse”. Hitler pensó en “dominar el mundo”.

Sin embargo, a los Estados nacionales tal cosa les terminó resultando imposible. El mundo es grande, las culturas diversas, la guerra no parece ser el modo aunque tantos lo creyesen en el pasado, y las Naciones Unidas nunca alcanzaron autoridad real sobre los poderes de los Estados Nacionales, especialmente existiendo poderosas potencias como Corea del Norte o Irán, que hacen lo suyo para complicar las cosas. O pobres países como Vietnam o Afganistán que se han resistido, en su miseria, a la dominación extranjera.

Pero, salvo por algunos autores de ciencia ficción, nadie ha elaborado la idea de un gobierno mundial corporativo, que emprenda esa conquista por medios mas relacionados con la tecnología que con la violencia física, con la potencia económica que con la dominación política, con el control de ciertas áreas de la vida de las personas que en definitiva pueden derivar en un gobierno mundial, por fuera de las capacidades de los estados.

Es que tales Estados se han mostrado incapaces de dominar a las enormes empresas transnacionales que controlan, por ejemplo, las comunicaciones, la búsqueda de información. En determinadas regiones lo intentan, vislumbran el escenario, pero fracasan. Quieren mantener la primacía del estado-nación mediante regulaciones y siempre pierden, como el Coyote del Correcaminos.

Pensemos en esto: ¿qué ocurriría si los empresarios propietarios de las dos o tres empresas que controlan las redes sociales mas populares se aliasen con las que controlan la emisiones de lascriptomonedas mas usadas, también con los dueños de los buscadores de información más populares, y quienes manejan las app de mensajería instantánea más utilizadas? Solo eso, podríamos sumar un par de actividades mas y no llegaríamos a contabilizar mas de 15 personas que, combinando esfuerzos, manejasen el mundo.

Y ¿qué podrían hacer los estados nación frente a eso? ¿Prohibir? Existen Estados que prohíben internet, lo bloquean, utilizan un sistema propio para crear la ilusión a la gente, de que viven comunicados, pero en realidad es una suerte de intranet controlada por el gobierno. Ahora, ¿cuánto tardará la gente en violar ese sistema, en encontrar por ejemplo, en lo que llaman la “internet oscura” la solución a esa encerrona estatal? Y si pudiesen mantenerlo los gobiernos que ya lo hacen, ¿cómo lo implementaría el mundo occidental, donde la libertad y el uso de las comunicaciones libres forma parte de la vida cotidiana? ¿A que tipo de respuesta social se enfrentarían?

Hemos visto análisis interesantes de la crisis de la democracia y de la representación política, que existe y es clara y de muy compleja solución. Nadie representa hoy a otro, mucho menos a cientos de miles. Un diputado no puede jamás representar los intereses cruzados y contrapuestos de, digamos, cien mil personas que lo votaron en una lista. Necesariamente desilusionará a unos con la posición que tome respecto de un tema y conformará a otros. Y cuando deba analizar otro tema, pasará lo mismo, tal vez invirtiendo a quienes satisface su posición y a quienes no. Y el poder legislativo es la fuente de la democracia, si su legitimidad esta muerta, la democracia lo está.

Pero también es posible ir más allá, tal vez la crisis de finitud no esté simplemente en el sistema democrático, sino que radique en la posible extinción de los estados nacionales como fuente exclusiva de poder político en todo el mundo. El poder de los estados radica especialmente en regular, en dictar normas. Cuando existen miles de caminos para evitar cumplirlas, y las normas para sobrevivir en el mundo las dictan un grupo de empresarios como los que mencionamos párrafos mas arriba, el estado-nación es en definitiva un fantoche.

Si regular no sirve, ¿puede competir el Estado con estas empresas, crear buscadores, monedas electrónicas, plataformas de mensajería y redes sociales propios, para dar la batalla “desde adentro”? Puede, pero fracasaría, por la ineficiencia propia de los estados y porque jamás la población confiaría en los políticos y seguiría optando por “las empresas sin rostro”, de las que suponen que les dan libertad, o seguridad, o privacidad, aunque todo esto es falso, claro.

El futuro es hoy mas indescifrable que nunca, pero si hay algunas cosas claras. En la vida social actual impera una sensación de anarquía absoluta en el flujo de comunicación e incluso en el manejo de inversiones. Anarquía no entendida como cuatro tirabombas enojados con el sistema, sino como el grado mas absoluto de libertad. Pero esto no es tan así.

Claramente existe un grado de independencia casi total de los controles estatales, pero no lo hay de las empresas que manejan la información, de quienes controlan qué es lo primero que sale en el buscador que uses cuando pongas determinada palabra, o de quienes usan la información referente a que estás buscando, para generar luego un efecto en tu forma de ver determinada problemática. Incluso en quienes acceden a tus comunicaciones privadas, que lo hacen, no para reprimirte o ir a buscarte a tu casa, ese es un formato de pensamiento obsoleto, sino para inclinar luego tus preferencias o bloquear tu cuenta si sos un “indomable”.

Simple ejemplo. Si WhatsApp, Telegram y Signal decidieran juntos que sos una persona indeseable, que no hay modo que te adaptes o ingreses al sistema propuesto, y bloquean tus cuentas al mismo tiempo, podría considerarse que te transformaste en un paria. Tu vida terminó. Comercial y personalmente. Tus amigos ya no hablan por teléfono, te escriben, y no tendrían como. Tus clientes te mandan un audio haciéndote una consulta, si están obligados a llamarte por teléfono como en los ’70, probablemente estés fundido en un par de meses.

Las plataformas de mensajería citadas son tres ¡Tres!, basta que tres personas coincidan en tu inviabilidad sistémica para que tu vida desaparezca. No tres diputados supuestamente representantes “del pueblo” de la comunidad y sus organizaciones, tres CEOs.

El mundo cambia. No es cuestión de juzgar sino de adaptarse y comprender dónde estamos parados. Hasta hace un tiempo estábamos en manos de un grupo de simuladores provenientes de la política. Hoy, de a poco, empezamos a estarlo en manos de otro grupo que se origina en el mundo de los negocios. Que probablemente siempre hayan estado detrás de los políticos, pero que, a esta altura, ya ni siquiera los necesitan.

La anarquía aparente es ficción, ¿el camino a un gobierno global no institucionalizado y por fuera de los sistemas políticos también?

El autor es el Director Ejecutivo de Trust Consultora

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