El Papa Francisco y la narración de nuestra realidad

El Santo Padre nos recuerda que “desde la infancia tenemos hambre de historias”, ellas nos pueden ayudar a “a entender y a decir quiénes somos”

El papa Francisco en la Biblioteca del Palacio Apostólico en el Vaticano

Hace un año, en el aniversario del nombramiento de San Francisco de Sales como Patrono de los periodistas y escritores, el Papa reflexionó sobre el tema de la narración.

“Respirar la verdad de las buenas historias”

Entonces dijo: ”Necesitamos respirar la verdad de las buenas historias: historias que construyan, no que destruyan; historias que ayuden a reencontrar las raíces y la fuerza para avanzar juntos. En medio de la confusión de las voces y de los mensajes que nos rodean, necesitamos una narración humana, que nos hable de nosotros y de la belleza que poseemos. Una narración que sepa mirar al mundo y a los acontecimientos con ternura; que cuente que somos parte de un tejido vivo; que revele el entretejido de los hilos con los que estamos unidos unos con otros.”

“El hombre es un ser narrador. Desde la infancia tenemos hambre de historias. Ya sean en forma de cuentos, de novelas, de películas, de canciones, de noticias, a menudo (en nuestra vida) decidimos lo que está bien o mal hacer, (ellas) nos enseñan; plasman nuestras convicciones y nuestros comportamientos; nos pueden ayudar a entender y a decir quiénes somos.”

Tejiendo nuestra historia para cubrir nuestra vulnerabilidad

“El hombre no es solamente el único ser que necesita vestirse para cubrir su vulnerabilidad (cf. Gn 3,21), sino que también es el único ser que necesita ‘revestirse’ de historias para custodiar su propia vida. No tejemos sólo ropas, sino también relatos: de hecho, la capacidad humana de ‘tejer’ implica tanto a los tejidos como a los textos. "

“Y las tejemos con textos”, dice el Papa Francisco

Vale aclarar que el texto no es escrito por un autor aislado. Es el resultado del diálogo entre la urdimbre materna y paterna y el ser por ellos constituido. Ahí nace el “prieto tejido” psicológico espiritual y social que en el futuro habrá de vérselas con el contexto del mundo terrenal y religioso (R. Carballo).

“Las historias de cada época tienen un ‘telar’ común: la estructura prevé ‘héroes’, también actuales, que para llevar a cabo un sueño se enfrentan a situaciones difíciles, luchan contra el mal empujados por una fuerza que les da valentía, la del amor. Sumergiéndonos en las historias, podemos encontrar motivaciones heroicas para enfrentar los retos de la vida.”

“El hombre es un ser narrador porque es un ser en realización, que se descubre y se enriquece en las tramas de sus días. Pero, desde el principio, nuestro relato se ve amenazado: en la historia serpentea el mal” (Francisco).

Las aguas inundaron la llanura, piensa este cronista . ¿Qué otra cosa que el Mal mismo es un mundo “sin Dios”, “sin madre”, “sin padre”, de valores lavados y relaciones líquidas, racionalizante, sin trabajo, injusto, sin arraigo, consumista, sin cuidado, que agrede la tierra e impide el buen vivir y hoy, para colmo, pestilente?

La Historia de las historias

El Papa Francisco dice que es posible lograr la felicidad si el hombre y la mujer concretos vuelvan a recorrer las historias de la vida vividas y narradas por Jesucristo en La Sagrada Escritura.

“¡Cuántas vivencias, pueblos, personas nos presenta! Nos muestra desde el principio a un Dios que es creador y narrador...A través de su narración Dios llama a las cosas a la vida y, como colofón, crea al hombre y a la mujer como sus interlocutores libres, generadores de historia junto a Él. En un salmo, la criatura le dice al Creador: «Tú has creado mis entrañas, me has tejido en el seno materno. Te doy gracias porque son admirables tus obras […], no desconocías mis huesos. Cuando, en lo oculto, me iba formando, y entretejiendo en lo profundo de la tierra» (139,13-15)”.

“El mismo Jesús hablaba de Dios no con discursos abstractos, sino con parábolas, narraciones breves, tomadas de la vida cotidiana. Aquí la vida se hace historia y luego, para el que la escucha, la historia se hace vida: esa narración entra en la vida de quien la escucha y la transforma”.

“No es casualidad que también los Evangelios sean relatos. Mientras nos informan sobre Jesús, nos “performan” a Jesús, nos conforman a Él: el Evangelio pide al lector que participe en la misma fe para compartir la misma vida...”.

“Escribía San Pablo: «Sois carta de Cristo […] escrita no con tinta, sino con el Espíritu de Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en las tablas de corazones de carne» (2 Co 3,3). El Espíritu Santo, el amor de Dios, escribe en nosotros. Y, al escribir dentro, graba en nosotros el bien, nos lo recuerda. Recordar significa efectivamente llevar al corazón, “escribir” en el corazón. Por obra del Espíritu Santo cada historia, incluso la más olvidada, incluso la que parece estar escrita con los renglones más torcidos, puede volverse inspirada, puede renacer como una obra maestra, convirtiéndose en un apéndice del Evangelio. Como las Confesiones de Agustín. Como El Relato del Peregrino de Ignacio. Como la Historia de un alma de Teresita del Niño Jesús. Como Los Novios, como Los Hermanos Karamazov. Como tantas innumerables historias que han escenificado admirablemente el encuentro entre la libertad de Dios y la del hombre. Cada uno de nosotros conoce diferentes historias que huelen a Evangelio, que han dado testimonio del Amor que transforma la vida... hay que contarlas”. Y “...cuando contamos el mal (del mundo o de nosotros) podemos aprender a dejar espacio a la redención, podemos reconocer en medio del mal el dinamismo del bien y hacerle sitio.”

En nuestras notas o libros contar nuestras historias, pero no para hacernos publicidad

“No se trata, pues, de seguir la lógica del storytelling, ni de hacer o hacerse publicidad, sino de rememorar lo que somos a los ojos de Dios, de dar testimonio de lo que el Espíritu escribe en los corazones, de revelar a cada uno que su historia contiene obras maravillosas (y no tan solo ideas)”. (síntesis y comentarios al Msje. de S.S. Roma, 24/1/20, fiesta de S. Francisco de Sales).

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