El falso dilema entre consumo e inversión

La economía argentina viene acumulando complicaciones y tensiones desde hace demasiado tiempo. Los parches, como los vientos de cola, sirven sólo un breve lapso

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El pico de 2018 culminó
El pico de 2018 culminó un ciclo de forzamiento del consumo que ya había mostrado señales de agotamiento en el segundo mandato de Cristina Kirchner (EFE/Juan Ignacio Roncoroni/Archivo)

En las sociedades modernas se suele plantear el destino de la actividad económica en términos dicotómicos: o nos orientamos al consumo o hacia la inversión. Esa visión así expuesta es no sólo errónea sino que también puede ser muy contraproducente.

La opción ceñida a producir solo bienes de inversión, es decir que permiten ampliar la capacidad de producción del país de que se trate sólo es viable con la condición de intercambiar con el resto del mundo parte de lo generado por bienes de consumo.

La recíproca también es inimaginable con la excepción del caso en el que intercambiemos con otros países parte de nuestros bienes de consumo por otros que destinaremos a reemplazar el equipamiento desgastado y a aumentar la capacidad de producción (al menos en virtud del incremento de la población de que se trate).

La participación de la inversión en el total del producto ha venido declinando desde comienzos de los años ochenta y ha sido marcada esa disminución en los últimos quince años

Estas alternativas que pueden parecer insólitas o extremas sirven para reflexionar sobre ciertos planteos cuyas implicancias no aparecen a primera vista.

Qué significa que debemos centrar nuestra actividad económica en el consumo o más aún “vivir con lo nuestro”. Sin dudas pueden provenir de excelentes intenciones en aras del mejoramiento de la calidad de vida de los habitantes o con el propósito de eludir condicionamientos externos de alguna naturaleza. O sea, reflejan buenos deseos. Pero su explicitación puede ser tomada de manera equívoca y, con el tiempo, tornarse en una trampa.

Si no se reconoce que la economía de un país requiere inversión en cierta proporción cuantitativa y de cierta calidad, el horizonte se alejará cada vez más entendiendo por ello que la productividad media de las economías con las que necesitamos intercambiar se alejará cada vez más en relación con la propia del país.

Una forma de visualizar esta cuestión es mirando la evolución de los componentes consumo e inversión en el producto bruto interno (PBI) a través del tiempo en Argentina y en paralelo cotejar esa información con la experiencia de otros países o regiones.

La participación de la inversión (formación bruta de capital fijo) en el total del producto ha venido declinando desde comienzos de los años ochenta y ha sido marcada esa disminución en los últimos quince años. Cuando la competitividad a escala internacional requiere mayores energías puestas en la dinamización de la economía nuestro país se da el “lujo” de invertir cada vez menos.

Puede discutirse donde reside la responsabilidad principal si en las políticas aplicadas (o su ausencia) o en las decisiones (o su ausencia) desde el sector empresario. Habría que agregar que el comportamiento de la economía real es muy posible que refleje otras dificultades significativas de nuestra vida económica por ejemplo la indomable inflación que nos deja al despuntar la tercera década del siglo XXI en una privilegiada posición entre los pocos países que no la han superado.

Fuente: Indec, FBCF, diciembre 2020
Fuente: Indec, FBCF, diciembre 2020

Para mayor claridad se puede contrastar el comportamiento de Argentina con el del resto del mundo. El gráfico del Banco Mundial muestra que Argentina tuvo un valor récord en los años setenta a partir del cual adoptó un sendero claramente declinante. En el mundo, si bien hay una disminución en cuanto al peso de la inversión en el nivel económico agregado esta es más bien leve y, de todas maneras, con una proporción significativamente mayor que la mostrada por nuestro país.

Fuente: Banco Mundial
Fuente: Banco Mundial

Esto puede complementarse con la comparación entre la evolución del producto, el consumo y la inversión también con base en 2004. El gráfico muestra la sensible aceleración del peso del consumo en el total del producto. El relativo mejor desempeño de la inversión respecto del PBI se debe a que el punto inicial es de los históricamente más bajos.

El pico del consumo alcanzado a comienzos de 2018 (en vísperas de la huida de capitales especulativos externos no sólo de Argentina) culmina un ciclo de forzamiento del consumo que ya había mostrado señales de agotamiento en el segundo mandato de Cristina Kirchner y pareció aún con impulso en 2017. De allí en más todo fue retroceso. Y, sobre eso, la pandemia y las medidas restrictivas para el funcionamiento económico.

Es probable que 2021 nos muestre una agudización de nuestras carencias si se vuelve con medidas que parecen milagrosas

En relación con el mundo exterior se aprecia una participación llamativamente más alta en el país.

No debería extraerse la conclusión de que los argentinos tenemos un alto nivel de vida comparado con el resto del mundo. En cambio, debe percibirse que el peso relativo del consumo, -dentro de nuestra economía- en detrimento de la inversión no parece marcar una asignación razonable y, menos aún, eficiente.

Hay mucho para dialogar acerca de la cuantía de la inversión e incluso sobre la calidad de la misma, pero no deberían caber dudas que este es un aspecto sobre el que la sociedad y la dirigencia política toda están en deuda. Siempre habrá, no sin razón, argumentos explicativos: los cambios en la institucionalidad (normas, impuestos, etc.), la carencia de estabilidad monetaria, y algunos otros.

Fuente: Banco Mundial
Fuente: Banco Mundial

Pero no es poca la evidencia acerca de que la vieja discusión entre stocks y flujos no es algo exclusivo de los “técnicos”. Podemos imaginarnos barajar y dar de nuevo en materia de stocks (imponer a unos para mejorar la realidad de otros) pero aún en esa hipótesis si no modificamos lo que producimos, con qué destino y con qué pauta distributiva volveremos a la misma desagradable y desigual situación presente.

Una situación que a algunos puede dejar conformes atribuyéndola exclusivamente a la pandemia o al fracaso económico del gobierno de Macri. Creer eso es, por lo menos, ingenuo.

La economía argentina viene acumulando complicaciones y tensiones desde hace demasiado tiempo. Los parches, como los vientos de cola, sirven sólo un breve lapso. Es probable que 2021 nos muestre una agudización de nuestras carencias si se vuelve con medidas que parecen milagrosas (y atraen muchas voluntades, por cierto) como son: no resolver el déficit fiscal, ni la inflación, ni la restricción externa, ni la ineficiencia de la economía en general y de la gestión estatal en particular. Ese camino quizás arroje satisfacciones electorales a algunos. Pero seguro que no conduce ni al crecimiento ni al desarrollo.

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